viernes, 27 de abril de 2012

Un Bilbao de película


©RM
Sus calles, sus montes
Bilbao 2012, definitivamente año del fin del mundo. El Apocalipsis ya está aquí y no nos hemos dado ni cuenta… Por eso hoy os voy a dar una sesión de filosofía, de poesía y de magia de la de antaño. Olvidémonos de nuevo de esta realidad que lo devora todo, cubriéndolo de un manto gris… Olvidémonos de la Sanidad que se nos va, de la Educación que ya casi no nos queda, de la Televisión que volverá en breve a ser Manipulación (como en los peores tiempos azanarianos), de la Represión que se está aposentando en el trono de este país de cuento. Olvidémonos de todo ello y demos paso sin embargo a una realidad de película, con algo de melancolía y con ese toque imprescindible de exquisito glamour. Para ello os recomiendo una música que más parece una poesía… 


¡Qué bonita letra! ¿Verdad?: “Voy a hacerte recordar, lo que no quieres ser, lo que eres sin querer, lo que ya no podrás hacer… Lo que ya no serás, lo que ya no tendrás, lo que ya no

©RM
Una ciudad futurista...
podrás tener…” Y qué verdad tiene La Habitación Roja (que por cierto actúan hoy mismo en Bilbao en la Sala Azkena) al cantar con este lirismo. En realidad me recuerda a la entrada que escribí hace unas semanas, titulada: “¿qué hubiera pasado si…?” O sea, eso de que según vamos creciendo (como personas, como adultos), nuestro camino está cada vez más escrito, más trillado, y en él van quedando cosas sin hacer, cosas que ya nunca podremos llevar a cabo… O quién sabe, quizá siempre quede tiempo para cambiar el destino. Da qué pensar, ¿verdad? “Lo que ya no serás…” Está claro que llegados a cierto momento de la vida, si aún no nos hemos comido el mundo, es muy difícil que lo hagamos… Si no te convertiste en el arquitecto del momento o el diseñador de éxito o el médico con la cura imprescindible o el actor que se llevó el oscar o el cantante que llegó a número 1 o el presidente que salvó a la nación (ay, qué falta nos haría) o el nuevo príncipe (si el actual hubiera demostrado ser gay al final…)… Vamos, que si no hiciste todo esto en tus años mozos, difícilmente lo vas a hacer ahora… Pero quién sabe, ¿no? Los sueños se pueden seguir manteniendo… Y quizá incluso materializando.

“Lo que eres sin querer…” Me imagino que pocos planean exactamente el tipo de persona que quieren ser y menos aún lo consiguen… “Lo que ya no podrás hacer…” Ahí, eso sí que duele. Porque hay momentos, experiencias, que si no las viviste entonces, son ya completamente irrecuperables. Por ejemplo, ¿cómo recuperar nunca el ver crecer a los pequeños de tu familia? ¿O cómo compartir los últimos años de vida de los que ya se han ido…? Son esas cosas que nunca planeas, que nunca te paras a pensar y que, cuando lo haces, ya es demasiado tarde, porque ¡bluff!, ya se han pasado... Y nunca vuelven. Así que, por mucho que te lamentes, tu vida ha ido por otro camino... (¿Os habéis fijado en la cantidad de puntos suspensivos que salen cuando uno se pone poético. Y es que la vida está llena de puntos suspensivos…)

Gary Cooper

“Lo que ya no tendrás…” ¡Ay, tantas cosas que nunca podremos tener…! Pero lo que nunca nos podrán quitar es la imaginación. Os propongo un ejercicio: ¿Y si nos imaginamos el sitio ideal inexistente en el que nos gustaría vivir? Puede ser una casa, un monte, una playa, un pueblo, una ciudad, un país, un mundo… Yo voy a ser un poco pragmático, para variar, y voy a pensar, por ejemplo, ¿cómo sería el Bilbao de mis sueños? Porque al fin y al cabo, si me he venido aquí a vivir (¡¡¿hace ya un año?!!) por elección propia será por algo, ¿no? Pues sí, en muchos aspectos mi Bilbao ideal sería como es, con su Guggy, su Alhóndiga, sus paseos por la Ría, su puente Calatrava, su Torre Iberdrola, su Casco Viejo y sus txapelas. Desde luego seguiría estando rodeado de montes (al fin y al cabo, eso y la playa era lo que más echaba de menos cuando deambulaba por el cemento
Lauren Bacall
inacabable de las calles de Madrid). Eso sí, sería una ciudad con menos coches, o mejor, sin coches. Todo el mundo viajaría en bicicleta (individual, doble, familiar, con sidecar…), llevando sus compras en la cestita, como los franceses, con la baguette ahí, junto al perrito. Y claro, la gente vestiría como en una película de los años 40 de las de blanco y negro: ellos con esos trajes imponentes que tan bien le sentaban a Cary Grant o a Gary Cooper, con los pantalones flojos, los tirantes y el sombrero. Y ellas con sus faldas entalladas, melenas de ondas y medias de cristal con línea por detrás, tipo Lauren Bacall, vamos. Todo el mundo se pondría a bailar en los momentos más inesperados, como en los

musicales de entonces, y siempre habría algún guapo marinerito vestido de blanco para alegrarnos la vista… Y por los cielos, de vez en cuando, se vería pasar un dirigible o un globo, que serían también formas mucho más civilizadas de transporte y nos harían pensar que vivimos en una novela de Julio Verne (como ya pasa en algunos episodios de Fringe, otra de esas series fantásticas de JJ Abrahams que tan buenos ratos nos hacen pasar). Además, habría una cascada que se vería desde distintos puntos estratégicos de la ciudad (en la nueva serie de moda, Juego de tronos, seguro que aparece alguna). Y desde luego, lo que no podría faltar son los cines a la antigua, en mitad de la Gran Vía, como en los viejos tiempos, con grandes carteles en el exterior anunciando las películas para que la gente entrase a sentarse en cómodas butacas antes de que se abriera la cortina (roja) que cubre la pantalla. Y habría personal con esos cajones que les cuelgan del cuello vendiendo golosinas y helados en el descanso (claro, es que en esta ciudad ideal las sesiones dobles estarían de nuevo de moda). Y por las noches los focos iluminarían a las grandes estrellas que vendrían a los grandes estrenos (los estrenos mundiales serían siempre, a partir de ahora, en Bilbao). Y así un buen día, paseando por la ría, te podrías encontrar con
La gran Katharine Hepburn
Katharine Hepburn con el cuello de su blusa subido. O con Marilyn Monroe haciendo mohines a las cámaras junto al Guggenheim. O incluso con Elizabeth Taylor luciendo joyas extraordinarias en la alfombra roja de la Gran Vía o Ava Gardner corriéndose una buena juerga por el Casco Viejo… Porque éste es mi Bilbao soñado y en él no podía faltar el cine. Pero el Cine con mayúsculas. Lleno de mitos eternos. Nada de criajos de nombres impronunciables ni señoras recauchutadas que parecen lagartos ni héroes de acción sin expresión facial… 

Esto me recuerda que el otro día… No sé si contarlo… Bueno, es que para desentrañar el siguiente hilo hay que seguir con las confesiones… Resulta que cada uno tiene sus secretos, como es debido y menester en una persona que no quiera ser aburrida. La señora que de vez en cuando roba algo en los grandes almacenes, el señor que sigue a una joven por la calle imaginándose cómo sería su vida con ella, el joven que siempre se ha sentido viejo o el viejo que siempre se ha sentido joven… O simplemente, el que responde a anuncios de compra o alquiler de pisos, sólo para verlos e imaginarse cómo serían esas otras vidas que podría vivir o haber vivido… Bueno, digamos que ése podría ser yo, ¿por qué no? Tampoco es tan grave, ¿no? Peor sería ser maltratador o envenenador de ancianas o político o banquero algo así… Esto viene a cuento de que el otro día, por una de esas extrañas circunstancias, me encontraba yo visitando un piso que formaba parte de lo que años atrás (en esa época de esplendor que para todos es el pasado) había sido un cine, de los de antes. No me preguntéis cómo pero el edificio entero había acabado reconvertido en pisos. Y La verdad que éste en concreto estaba muy bien, era muy amplio, con techos altos y unos ventanales de esos semicirculares de los edificios modernistas… Y allí estaba yo, fingiendo interés en el estado de las cañerías, como que me lo fuera a comprar, cuando el tío que me lo enseñaba recibió una llamada al móvil y salió a la escalera a hablar. Así que me vi libre de su presencia para dar rienda suelta a mi curiosidad. Y claro, tanto abrir y cerrar cajones, acabé encontrando una caja que llamó mi atención. Era metálica y con flores grabadas en el exterior, como esas latas de los años 50 tipo vintage que te encuentras en un mercadillo o en el Rastro (recuerdo que mi abuela tenía unas cuantas con motivos chinos donde guardaba la costura). Antes de abrirla comprobé que el tío de la agencia seguía hablando por teléfono en el descansillo. Así que abrí la caja con mucho cuidado de no hacer ruido y cuál fue mi sorpresa al encontrármela llena de afiches de películas antiguas, fotos de escenas y carteleras con sabor añejo… No me lo podía creer. Rebusqué ávidamente entre las imágenes que tantas sensaciones me provocaban y mi respiración casi se paró de golpe al ver las fotos de una película de la que yo (siendo tan cinéfilo y mitómano como soy) nunca había oído hablar, ni había leído jamás ni siquiera que se hubiera llegado a planear… Estaba atónito. ¿Cómo era posible? ¿Marilyn Monroe y Elizabeth
©RM
"Una historia de rivalidad..."
Taylor juntas en una misma película? Era imposible… Pero si siempre fue mi sueño… “Las hermanas Halcyon” se titulaba. Pero nunca se había hecho, estaba convencido. 100%. Además, lo más extraño era que las dos diosas aparecían en distintas fases de sus vidas, como si la película se hubiera estado rodando… ¡durante toda su carrera! Pero si aparecían
incluso de niñas… En ese momento creo que llegué a marearme de la impresión y se me emborronó la vista de golpe. Pero tuve que volver rápidamente a la realidad cuando oí como el tío de la agencia había acabado de hablar por su móvil última generación y volvía a entrar en el piso. Me puse nervioso, me temblaban las manos, pero sin pensármelo, agarré todas las fotos que pude y me las metí en la chaqueta, esperando que no se diera cuenta de
©RM
"Una historia que comenzó con inocencia..."
la subida de al menos 10 tonos de rojo en el color de mi cara. El tío entró disculpándose y parece que no se enteró de nada. Yo no podía esperar a salir de allí para analizar el objeto de mi “pequeño” hurto. Enseguida puse excusas para marcharme y salí disparado. Seguro que el de la agencia ni sabía que las fotos estaban allí, tenía que haber cogido la caja entera… Desde aquel día no he podido dejar de mirar esas fotos y de buscar información… Pero no encuentro nada, cero, ni una noticia sobre el rodaje ni sobre el proyecto… Estoy pensando en concertar otra cita con el de la agencia para conseguir la caja… ¿Seguirá allí? ¿Y si otro visitante curioso se la ha llevado?

Mientras tanto, aquí os dejo algunas de esas imágenes mágicas para abrir apetito. Os prometo que en futuras entregas, esta historia… CONTINUARÁ. 

©RM
"Una historia que se convirtió en la competición entre dos hermanas..."


sábado, 21 de abril de 2012

Un Bilbao de cuento


©RM
Bilbao 2012
©RM
Calles de un Bilbao de cuento
La siguiente historia no ocurre en Bilbao, esa ciudad de cuento que mi imaginación ha construido, en el año del fin del mundo. Ni siquiera ocurre en ese reino mayor, con más tierras, con más gente, con una realidad tan complicada como ésta o incluso más. De hecho, cualquier parecido entre esta historia y la realidad siempre será “única y puramente, una gran coincidencia”. Cualquiera de los personajillos que aquí van a aparecer, no son sino un producto más de esta imaginación irreverente y calenturienta. 

Para leer el siguiente cuento, os recomiendo que escuchéis la música que os proporciono en el siguiente link: 

 
Érase una vez un lejano país, tan lejano tan lejano que ni siquiera sé dónde está. En este remoto lugar siempre había gobernado una misma familia. O quizá no siempre, pero ya nadie se acordaba de las anteriores familias que habían llegado al trono, aunque se dijera que en un gran caserón se ocultaban aún sus retratos, realizados por los más insignes pintores del pasado. Pero éste no era un país típico de esos de los cuentos tradicionales, con hadas, princesas y cazadores. Bueno, princesas y cazadores sí tenía. Era éste un país más de pandereta, todo hay que decirlo, en el que todo tipo de corrupciones y malas prácticas no sólo se habían permitido históricamente, sino que se habían jalonado durante siglos, considerándolas ya totalmente normales. Y todo porque a ellos, a sus habitantes, les gustaba considerarse “diferentes”. “Aquí todo es mejor”, decían continuamente. “Como aquí no se vive en ningún sitio…” Y lo habían repetido tanto que habían llegado incluso a creérselo. Y eso que la familia que los gobernaba los había acribillado siempre a impuestos y se había gastado las riquezas del reino en juergas y francachelas varias… 

Ay, pero eso no era todo. En este país de pandereta, no sólo la familia real extorsionaba a su pueblo. También lo hacía una organización religiosa (salvadores para unos, corruptos capaces de las mayores fechorías para otros) que siempre (o casi siempre) se había situado del lado de los más poderosos, convirtiéndose ellos mismos en propietarios de grandes terrenos y en crueles señores feudales que habían sembrado hijos ilegítimos por doquier… Llegó un momento en que este reino de pandereta no pudo más y se rebeló, harto de los desmanes de sus gobernantes (terrenales y espirituales). Y así se echaron a la calle, tomaron el poder y expulsaron del país a la familia real y a la organización religiosa. Les prohibieron la entrada y desde entonces decidieron gobernarse ellos mismos. Claro que estos inocentes habitantes no habían contado con la presencia de varios brujos y brujas que se negaban a que nada cambiase, pues hasta entonces les había ido muy bien. Así que se embarcaron en una cruzada que ellos llamaron “santa”. Y acribillaron a su propio pueblo con la excusa de defender sus almas perdidas, cometiendo crímenes sin nombre: cientos de miles de personas fueron eliminadas sistemáticamente, muchas de ellas abandonadas en las carreteras, sin ni siquiera otorgarles eso que ellos mismos llamaban “santo enterramiento”. Cuando esta cruzada tocó a su fin y los terribles brujos y brujas adquirieron el poder, el país quedó mucho peor de lo que había estado nunca. La pobreza se hizo dueña de la mayor parte de los hogares y la miseria moral e intelectual se implantó en sus vidas durante décadas. El país (que ya no era reino) se vistió de negro y los brujos y brujas camparon a sus anchas, tras permitir que la organización religiosa volviese a tomar sus posesiones e incluso más. A los que dejaron fuera del país fue a los monarcas y su descendencia, pues los brujos y brujas no querían compartir su nuevo y absolutista poder con nadie. 

Pero como no hay mal que 1.000 años dure (o eso dicen), el Brujo Mayor (así, con mayúsculas) se hizo tan viejo, tan viejo tan viejo, y su alma estaba tan podrida tan podrida de tanto reprimir y aterrorizar a sus súbditos, que un buen día se deshizo espontáneamente en sus propias cenizas. La organización religiosa, desde luego, le dio honores de santo. O casi. Pero el resto de brujos y brujas, presionados por la fuerza del pueblo, que de nuevo empezaba a mostrar personalidad y a pedir sus derechos, permitieron que la familia real volviera al país de pandereta, pensando que así les tendrían contentos y callados. Y las cosas volvieron poco a poco a la normalidad. Los reyes gobernaban, esta vez con apariencia de afabilidad para que no les pasara lo mismo y su pueblo les rechazara, y los ciudadanos se pensaban que lo peor había pasado para siempre. Pero no se daban cuenta de que los brujos y brujas que les habían oprimido durante tanto tiempo, seguían ahí, introducidos en su nueva realidad, haciéndose pasar por gente más moderna, más civilizada, más respetuosa. Pero todo era una fachada, una treta, porque ellos eran los mismos. Y los ciudadanos tampoco se acordaban de que sus muertos seguían pudriéndose en las cunetas, ni de que seguían dando su dinero (incluso sin darse cuenta) a la familia real y a la misma organización religiosa que había adorado al Brujo Mayor.

Y así siguieron durante muchos años más, sin cerrar heridas, sin reconocer al enemigo que había acampado entre ellos, sin querer ver la realidad. Y la sociedad progresó mucho y todos creían que su reino ya no era un país de pandereta y hasta en ciertos círculos internacionales se les consideraba como un ejemplo de modernidad y civilización. Vivían todos tan felices… Era como si el reino entero se hubiera dormido en un sueño feliz y la hiedra siguiera creciendo a su alrededor sin que nadie se diera cuenta, esperando a que un buen día una princesa distraída se pinchara con la aguja de una rueca… La hiedra llegó a cubrirlo todo, las calles, los ríos, los montes, incluso los cerebros de los ciudadanos. Pero una mañana, una de las princesas se pinchó con una aguja… Bueno, en realidad se puede decir que la taladró un aparato punzante  pero de índole más orgánica, más “anatómica”, aunque igual de peligrosa. Y ese fue el principio del fin, porque la gente empezó a despertarse y alguien se quejó por primera vez: “Perdonad, pero nuestros muertos siguen tirados en la carretera y el hedor ya no se puede sostener”. “Y a mí no me llega para pagar mi vivienda…” –decía otra persona. “Pues a mí me han quitado el trabajo por ponerme enfermo…” –acusaba otro. Y así se fueron multiplicando las quejas y parecía que el pueblo en su totalidad iba despertando de su largo letargo. A base de pedradas, claro. 

Y ante las continuas protestas, a los brujos y brujas no se les ocurrió otra cosa que quitarse las caretas y actuar a cara descubierta de nuevo. Y una noche hacían desaparecer el sistema de curanderos y sabios, y otra hacían que desaparecieran todas las escuelas… Y la siguiente lo sustituían todo por templos de adoración para su organización religiosa favorita… Y en medio de todo ello, la familia real, que se había relajado mucho pensando que su pueblo los adoraba sin límites, se vio sorprendida de nuevo con el riesgo de una nueva repudia. Porque el pueblo se había enterado que el rey se dedicaba a despilfarrar el dinero de sus súbditos en cacerías esperpénticas que acababan con animales sagrados, mientras sus hijas, las princesas, ambas tocadas por sendas “agujas mágicas” se enriquecían más y más con el dinero del pueblo, dejando que sus propios maridos pasaran como culpables. E incluso la reina, tan dada a aconsejar a todos sobre cómo organizar sus familias, se había acomodado y había hecho oídos sordos al harem del rey, que ocupaba un ala completo del palacio real. Y todos ellos, en mayor o menor medida, habían incumplido ostensiblemente las normas de la organización religiosa que se empeñaban en imponer a sus súbditos… ¡Era todo tal desastre…! 

Así que  al pueblo no le quedó otra que echarse de nuevo a la calle. Y cortar cabezas. Primero se encargaron de la familia real. Luego de los dignatarios de la organización religiosa que durante tantos siglos les había esquilmado y empobrecido económica y moralmente. Después fueron a por los brujos y brujas que aún manejaban los hilos del poder. Y de ahí pasaron a los usureros, aquellos que prestaban dinero a cambio de intereses inconcebibles y que luego se quedaban con los hogares de las familias cuando éstas no podían seguir pagando… Y así las calles de este reino de pandereta se llenaron de cabezas cortadas y de cuellos ensangrentados. Y el país entero olía a podrido. Ya nadie se acordaba de los muertos de las carreteras porque las calles enteras estaban de nuevo cubiertas de cadáveres. Ya no quedaban reyes ni princesas, ni altos cargos ni brujos ni brujas ni organizaciones religiosas ni usureros… O al menos eso se creía este pueblo exultante de alegría por haberse librado de una vez por todas de sus opresores… Se dedicaron a bailar sobre las calles manchadas de sangre, celebrando sin parar, tocando de nuevo las panderetas. Pero me da la impresión de que, colorín colorado, este cuento NO se ha acabado.

jueves, 12 de abril de 2012

Tiempo de penitencia


©RM
Una imagen de Bilbao como si fuera Central Park
Bilbao 2012, año en el que claramente, se acaba el mundo. Y si no, no hay más que leer algunas de las noticias del día. Todo anuncia el caos: nos vamos a quedar sin sanidad pública, sin educación pública, sin pensiones, sin ayudas sociales para los parados, sin… ¿Ideas? ¡Eso lo último! Y para demostrarlo (y también para animar un poco el percal, que con tanta realidad nos va a salir moho en el cerebro) ahí os dejo una imagen que he creado para celebrar de una manera más lúdica esta aburrida Semana Santa que nos ha llenado, de nuevo, las calles de incienso, cera y tambores que parece que golpean el alma a su paso (probablemente ésa sea su intención). Tanta imagen sufriendo, tanta lágrima y tanta sangre… ¡Ya está bien! Así que pensé, ¿qué mejor que subvertir sus propias creaciones para dar a luz un Cristo que, a pesar de la cruz, sigue luciendo así de guapo, de sonriente y de “bien conservado”? ¿Os podéis imaginar una crucifixión más sexy? Yo, desde luego,
©RM
Incluso crucificado está guapo...
no. Por algo ésta es la que me he querido imaginar. ¿Se reconoce el rostro de semejante icono? Si en mi entrega anterior os traje a uno de los rubios más guapos de la historia, Alberto Durero, ahora os traigo a otro, nada más y nada menos que a Sir David Beckham. Cada uno tiene sus debilidades, qué le vamos a hacer. Y en época de penitencia, ¿qué mejor que “un poco de alegría” para el cuerpo?

Hoy voy a dar con esta entrada un paso más para hacer de vuestra lectura una experiencia más completa. Sí, ya no se tratará sólo de leer mis enajenaciones mentales y de recordar viejas series de televisión o películas casi desconocidas. Ni siquiera de recibir recomendaciones sobre series de televisión actuales. Porque a partir de este momento el blog va a ser ligeramente interactivo y os voy a ofrecer la posibilidad de escuchar música mientras tratáis de dar algún sentido a mis palabras. Es decir, que voy a ser vuestro Dj. Sólo tendréis que abrir los links que os doy (corta y pega) en otra pestaña y así podréis escuchar la música a la vez que leéis. Comencemos: 

 
Claro que, si os ponéis a ver el vídeo os vais a distraer de la lectura. Pero bueno, por ser hoy la primera vez y tratarse de un vídeo tan poético, os dejo que lo veáis primero y luego lo podéis poner otra vez para escucharlo mientras seguís leyéndome. Así que ahora, mientras movéis el pie al ritmo de la música de Camera obscura, os sigo contando. Que por cierto, todo tiene su sentido, porque si os fijáis en el título de la canción, es “Let´s get out of this country”. Y qué mejor manera de definir cómo me siento tantas veces: “Salgamos de este país”. A lo que yo suelo añadir, “de este país de pandereta”. Me explico en un segundo. 

¿A quién me recuerdan?
Las delicias de la Semana Santa. Aparte de las torrijas y las vacaciones, claro. ¿Pero aquí alguien se ha enterado de que estamos en el año 2012 y de que éste es un país aconfesional? Sin ir más lejos, el otro día salía yo de mi clase de yoga en el Casco Viejo y, como ya era de noche, para evitarme la subida a mi barrio por un sinfín de escaleras, fui a

coger el autobús a mi sitio habitual, junto a la iglesia de San Nicolás, justo en la entrada del Casco. Según me acercaba iba escuchando los tambores y mi alma se iba encogiendo. No por su lúgubre sonido (que también), sino porque ya me veía el percal. Toda la carretera tomada por una más de esas fantásticas procesiones macabras que asustarían al niño más atrevido. A mí desde luego, esos capuchinos del Ku klux Klan me aterrorizaban de pequeño. Y claro, con tanta procesión y tanto fervor religioso, pues lo que me temía: no había autobuses. De nuevo la sociedad religiosa triunfaba sobre la civil y se hacía dueña de sus calles. Así que no me quedó más remedio que coger el antiguo ascensor de Begoña (me encanta la torre que lo sustenta, es tan moderna en su antigüedad que me retrotrae de nuevo a mis mitos de la ciencia ficción, a esas civilizaciones deshumanizadas postapocalípticas con edificios oscuros y vigilantes…), salir en medio de la oscuridad del parque de Etxebarria (a esas horas no hay ni un alma por allí y la salida está muy mal iluminada) y abrirme paso hasta la civilización. Y yo todo el camino pensando: como me atraquen o me violen o algo, le voy a meter un puro a la Iglesia Católica que ríome yo de penas y penitencias
©RM
El ascensor de Begoña, edifico postapocalíptico...

Dice el obispo de Alcalá de Henares que los que creemos que sentimos atracción por los de nuestro propio sexo desde pequeñitos, para comprobarlo nos corrompemos o nos prostituimos o vamos a clubes de hombres… (como si todo esto fuera lo mismo, vamos) A lo que añade: “Os aseguro que están en el infierno”. Y se queda así, tan pancho, con sus faldones escarlatas y sus gorritos de fantasía, que ya los pillaran muchos travestis para sus shows nocturnos… Y lo peor no es que lo diga, al fin y al cabo todos sabemos ya lo rancios que son los prelados de la Santa Iglesia Católica. Lo peor es que lo diga en directo en la televisión pública. Sí, en pleno Viernes Santo y por La 2. Porque eso es lo realmente enervante, que un país declarado aconfesional desde la Constitución de hace más de 30 años, siga emitiendo una celebración católica por la televisión que pagamos TODOS. Ya lo decía ayer Elvira Lindo en El País: http://elpais.com/elpais/2012/04/10/opinion/1334074224_787532.html
Hoy el consejo de RTVE ha intentado criticar esas palabras e incluso investigar si son anticonstitucionales u homófobas. Pero claro, el PP y CIU han abandonado la reunión para no tener que ir en contra de la única ley que siguen al pie de la letra: la católica. Yo les recordaría a todos ellos dónde está realmente el infierno. El infierno está allí donde curas pervertidos llevan toda la historia abusando sexual y psicológicamente de niños indefensos.El infierno está allí donde monjas con ánimo de lucro roban bebés recién nacidos a sus madres y los venden sin escrúpulos. El infierno está allí donde una institución religiosa ha apoyado los crímenes del franquismo, allí donde su líder ha militado en las juventudes nazis, allí donde la inquisición asesinó y torturó a miles de personas… En fin, ¿hace falta aún alguna prueba más de dónde está verdaderamente el infierno? Y lo peor de todo es que a esta institución la seguimos pagando entre todos. Porque sí, independientemente de lo que pongas en la casilla de la declaración de la Renta, el gobierno le da a la Iglesia Católica cada mes más de 13 millones de euros. ¡¡¡Cada mes!!! Y eso en situación de crisis. Para que luego le pidas a un cura que haga un funeral en sábado o domingo y se niegue. Es que los pobres están sobrecargados de trabajo… Y nos quieren quitar la Sanidad y la Educación “porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Anda que no tenía temas de los que hablar el susodicho obispo en su homilía del Viernes Santo en lugar de dedicarse a
©RM
Por las calles de Bilbao se ven incluso palabras...
mancillar el honor de los gays. Pero mira que les quita el sueño este tema a los de su iglesia… ¿Por qué será? ¿Quizá porque nosotros vivimos como a ellos les gustaría vivir? ¿Quizá porque ya no nos resignamos a estar encerrados en un armario mientras ellos siguen allí escondidos tras sus modelitos de fiesta? (vamos, que sólo les faltan unos buenos taconazos…) Si esto no es homofobia, que venga Dios y lo vea. Yo por si acaso, cuando paseo por las calles de éste mi Bilbao ideal, si veo un cura o una monja me cruzo de acera, no vaya a ser que me contagien algo…