domingo, 24 de febrero de 2013

En defensa de la Verdú


 

Así, con el artículo por delante, como las grandes estrellas, como la Garbo o la Hayworth o la Monroe. Porque ella se lo merece. Porque es una de las mejores (si no la mejor) actrices de su generación en este país de pandereta que no se merece lo que le está pasando (o quizá sí, en la mani de ayer en Bilbao había cuatro y un tambor). Y porque, aparte de sus capacidades interpretativas (demostradas desde que empezó de niña y era una jamona en “La estanquera de Vallecas” o en “27 horas”, hasta que nos asombró en “Amantes” y “La buena estrella”, para demostrárnoslo con creces en “Y tu mamá también”, “Los girasoles ciegos” o “El laberinto del fauno”), en la última ceremonia de los Goya demostró que tiene lo que hay que tener para soliviantar a la derecha más rancia y enfadada de este país de botijos. Sí, es verdad, probablemente esté forrada, es posible que tenga varias propiedades (para eso ha trabajado lo suyo desde que tenía 14 años y seguro que también ha cotizado lo suyo) y es un hecho que anunció hipotecas. Pero al menos ha tenido los huevos y la conciencia de denunciar delante de todo el país una situación que a todos los habitantes de esta península con forma de cara cada vez más sorprendida (y he dicho habitantes, no gobernantes, ellos ni son habitantes ni son siquiera seres humanos, se merecerían que se les tratase como a perros) nos parece realmente sangrante. Y todos sabemos quién tiene la culpa.

¡Qué joven en "27 horas"!
   


A los actores (titiriteros, cómicos, no es un insulto) se les acusa en este país de sol y cerveza de meterse donde no les llaman, de dar sus opiniones cuando nadie las quiere oír. Sin embargo, los que no las quieren oír son esos mismos políticos fascistas de la derecha que ha destruido históricamente este país de señoritos feudales acostumbrados a que se les diga sí con la cabeza agachada (y a poder ser con el culo en pompa), aquellos que no soportan que se les lleve la contraria o que se critique cualquiera de sus decisiones. Porque ellos se creen poseedores del poder por derecho divino y cuando lo pierden, como ya ocurriera en las elecciones de 2004 (debido a sus mentiras y artimañas urdidas en torno al 11M, aprovechándose del dolor de casi 200 muertes) se encabronan y gritan a los cuatro vientos que les han robado eso que les pertenece… El poder. Y no se dan cuenta de que ya no gobiernan a los borregos que gobernó su idolatrado Caudillo (cuyos crímenes nunca han condenado, ¿no debería eso ser motivo suficiente para ilegalizar su partido?), sino que gobiernan a un pueblo cultivado y enterado (gracias a las redes sociales, no a las televisiones o periódicos mediatizados de este país de playas y sangría) que tiene el derecho de manifestar sus opiniones cuando y como quiera. Y si los actores tienen la posibilidad de subirse a un escenario y de hablar de lo que les preocupa o lo que les enfada, pues olé sus huevos. Ya nos gustaría a muchos tener esa misma facilidad para expresarnos. Y no hay que olvidar que antes que nada, los actores son ciudadanos. Y que todo ciudadano tiene el derecho a arrepentirse de algo que haya hecho en el pasado y de corregirse o simplemente tiene derecho a cambiar de opinión (¿cuántos no habremos trabajado para empresas opresoras?). Y si encima lo hace con la belleza de una Ava Gardner española vestida de Dior (porque le da la gana, no todos tienen que vestir a la española) pues más que mejor. 

 


O si la rabia quizá les resulte a algunos exagerada en el caso de Candela Peña, seguro que sus motivos tendrá. Muchos hemos estado en hospitales que parecían sacados de la posguerra, existen, sean la norma o la excepción. Y si ella lo vivió así me parece muy bien que lo cuente cuando se sube a un escenario porque sabe que allí la escucharán. Y si Bardem (con cara de bestia y mirada tierna, embutido en un esmoquin demasiado ajustado) quiere defender al pueblo saharaui pues me parece igual de bien, a la vez que recuerda que eso mismo puede pasar aquí en cualquier momento. Y si vive en Miami me parece lógico que pague allí impuestos. Y desde luego no pienso que eso sea el motivo de la crisis española ni mucho menos, como ha sugerido Mon-toro, el rejoneador, qué más quisiera Bardem que ganar lo suficiente como para que sólo con sus impuestos se solucionara esto... 

  

Quizá si “ellos” contasen los millones que ha defraudado Bar-cenas, la Casa Real, las subvenciones que se lleva la Iglesia (y no los actores), los gastos del ejército y de los viajes oficiales y dietas de tanto politicucho de tres al cuarto, pues igual este país sería definitivamente diferente, pero no por su sol o sus playas o sus bares o su paella, sino por sus investigadores, sus actores, sus creadores, sus médicos y profesores, y hasta su transparencia. Y que no me digan a mí que esta noche es la gala de los Oscar, porque me importa un bledo (como bien decía el Gable en “Lo que el viento se llevó”). Yo, con el repaso que les dio Eva Hache y con la Verdú, estoy más que satisfecho. Acepto su manzana y espero que los envenenados sean los otros. 

 

lunes, 11 de febrero de 2013

Esto es el Apocalipsis...



Bilbao, 2013. Definitivamente el mundo se acabó aquel 21 de diciembre de 2012. Lo que estamos viviendo ahora es una realidad postapocalíptica. No hay más que echar un vistazo ahí fuera. Desde mi ventana sólo se ve llover y llover y llover, con ganas, desde el fin del mundo, como si el clima hubiera hecho definitivamente boom y el diluvio universal ya estuviera aquí. Todo está gris, hace mucho viento y el sol ya sólo queda reflejado en nuestra memoria anterior a aquel aciago día de diciembre tan anunciado por el calendario maya. Hay una nube oscura que lo cubre todo, de día y de noche, y el viento ulula a todas horas como si se tratase de una manada de lobos a punto de bajar del monte…

¿Os hacen falta más pruebas para saber que el mundo se ha acabado, que lo que vivimos son ya esos restos de civilizaciones que tienen que luchar por sobrevivir sin recursos y en pleno aislamiento? Pues no hay más que escuchar las noticias de hoy: “non habemus papa”. ¿Cómo puede ser? ¿Que no hay papa? Pero eso es imposible. Nunca antes se ha conocido situación semejante, ni en los peores años del oscurantismo medieval con la inquisición, ni durante las oscuras noches del nazismo en los campos de concentración que tanto debieron gustarle al recientemente abdicado papa, ni siquiera en los represores tiempos de Franco cuando toda la jerarquía católica paseaba al dictador bajo palio como símbolo de su servilismo y de su aprobación… Ni siquiera cuando empezaron a salir a la luz los escándalos de los abusos sexuales perpetrados (y encubiertos) por la Santa Madre Iglesia… Ni en los tiempos en los que las monjas se dedicaban a robar niños recién nacidos por dinero… En ninguno de esos momentos se había conocido una época como ésta, en la que caminamos al tun tun, como vaca sin cencerro, sin la guía espiritual del sabio pontífice con sus túnicas doradas de Dior y sus zapatitos de Prada, con esos maravillosos birretes con incrustaciones de diamantes (que ya las hubiera querido para sí la Audrey Hepburn de “Desayuno con diamantes”) en plena crisis, mientras el pueblo se muere de hambre o se tira por las ventanas desquiciado ante un inminente desahucio… Eso sí, si lo que está en juego es la honorabilidad de la familia tradicional, entonces sí que saldrán a dar su opinión, aquí, en Francia y donde sea… Todo para que los homosexuales y lesbianas no puedan amarse libremente. En fin, que no tenemos papa. El Apocalipsis, así, con mayúscula, ha llegado finalmente.




¿Aún nos hacen falta más pruebas de ese fin del mundo? En un país en el que ya no queda esperanza, porque el poco trabajo que había se lo han cargado en el último año, porque los sueldos y las indemnizaciones se han bajado a números simbólicos que rozan la limosna, porque el dinero de las arcas del estado se ha vaciado de tanto txorizo (así con tx queda más fino) que le ha metido mano, desde la familia real hasta el presidente del gobierno, pasando por los directivos de la patronal, los ministros, concejales, alcaldes y banqueros… Me recuerda a una de las mejores escenas que he visto nunca en el cine para describir la miseria de la guerra civil española. Se trata de “Las bicicletas son para el verano”, de  Fernán Gómez. En la escena de la que hablo, la familia al completo estaba reunida ante la mesa para comer el consabido puchero de lentejas de cada día. Pero resulta que según la madre (interpretada soberbiamente porAmparo Soler Leal) va repartiendo el cazo que le corresponde a cada uno, no llega para todos. Y la pobre se desespera porque dice que ha puesto exactamente la misma cantidad que todos los días, lo que quiere decir que alguien ha comido a escondidas… Y poco a poco, todos los miembros de la familia van admitiendo, entre sollozos de culpabilidad, que han probado una cucharada en un momento u otro, la hija (Victoria Abril, maravillosa) para dar de comer a su bebé, el hijo por hambre, la madre para probar el sabor… Y así todos. Pues en este país ha ocurrido lo mismo. Pero no por hambre o necesidad, sino por pura avaricia. Y por indecencia. Y porque todos ellos se creen impunes, se han creído siempre que nadie tiene el derecho de decirles lo que no pueden hacer. Porque a ellos, el poder, les pertenece por derecho divino. Como a las dinastías monárquicas de antaño. Pero habría que recordarles a todos esos señores y señoras indecentes que aquellos monarcas acabaron perdiendo la cabeza. Y no en sentido imaginario.


Y por eso, y por mucho más, estamos donde estamos, en una sociedad postapocalíptica. Como en las películas de los 60-70 protagonizadas por Charlton Heston, como en “Omega man” (“El último hombre vivo”), en la que nuestro héroe del rifle tenía que enfrentarse a una secta de supervivientes ciegos de la catástrofe que sólo podían salir por la noche. O aquella “Soylent Green: Cuando el destino nos alcance”, en la que la población post se alimentaba de algo llamado soylent green, que no era sino el resultado de elaborar los cadáveres de las personas que resignadamente se entregaban a una muerte pacífica porque ya no podían aguantar más… Y cómo olvidarnos de nuestro héroe descubriendo al final de “El planeta de los simios” que el planeta en el que había aterrizado no era otro que su propio futuro, dominado por los monos gracias a la codicia humana… A mí todo esto me suena y me resulta más que posible. Mucho más que las modernidades de última hora, como la serie de J.J. Abrahams, “Revolution”, en la que el planeta vive la desconexión total y absoluta: un buen día la electricidad se acaba y con ella toda nuestra sociedad. Después de una premisa así de interesante la serie se desboca con los consabidos héroes de revista de moda intentando vencer a los opresores que son los que tienen las armas (y llevan uniformes parecidos a los de los estados del sur durante su guerra civil). Realmente, me quedo con las de Charlton Heston, me parecían mucho más reales. Y además, si os paráis a analizar las series o pelis del Abrahams, os daréis cuenta de que nunca aparecen gays o lesbianas, y que en las infinísimas ocasiones en las que lo hacen, son malvados y pérfidas.

 

Pues ésta es la realidad en la que vivimos, una sociedad al borde del agotamiento energético, dirigida y manipulada por monos ávidos de poder y ganancias a coste de un país entero (y sus suicidados), y que poco nos falta para empezar a devorarnos unos a otros por falta de algo mejor que llevarnos al puchero de lentejas. Puede que algunos (incluso algunas) penséis que nada ha cambiado, que todavía os llega la nómina a fin de mes, que tenéis calefacción en casa y sois capaces de leer vuestros emails en los múltiples dispositivos que manejáis… Pero ¡ay!, cuidadito con las apariencias. Quizá hayáis caído en los brazos de una secta creadora de una realidad virtual para que penséis que todo sigue igual. Quizá no os hayáis dado cuenta aún de que ya no hay transporte público, ni escuelas públicas, ni hospitales públicos… Ni siquiera vuestro internet es ya vuestro y desde luego, es lo único que ya no es privado… Incluso esta historia que estáis leyendo en mi blog, no es más que una manipulación virtual de la secta. Cuidado si llaman a la puerta. Mirad antes por la mirilla. Y si lo que veis es un grupo de personas vestidas con túnicas negras y con los ojos en blanco… No abráis, por lo que más queráis, no abráis esa puerta. Parapetaros en casa, poner muebles tapiando puertas y ventanas… Porque alguien intenta usaros como alimento de masas… Y lo peor está aún por venir…