domingo, 20 de septiembre de 2015

Gilda se cruza con Belize en la Gran Vía



Bilbao, año 7 d.c. (después de la crisis). Algo increíble ocurrió la otra tarde en las calles de Bilbao. En plena Gran Vía. Los focos se lo perdieron, las incontables cámaras de los móviles, iphones y dispositivos varios también: Gilda se cruzó con Belize. ¿Cómo? ¿Que no sabes quiénes son? Pues está claro, o eres muy joven o muy mayor. O quizá las dos cosas a la vez. O no te gusta la música ni el cine ni los idiomas. ¿Cómo, que no te gusta la vida…? Eso hay que remediarlo.

Belize
Fue un gran acontecimiento. A eso de las 19.45, en el cruce entre El Corte Inglés, Zara, y varios bancos de esos que te cobran comisión doble, se produjo un encuentro irrepetible. Los de Belize, esa fantástica banda que por ahora suena en Radio 3 pero que muy fácilmente podría sonar en cualquier otra cadena, salían de su presentación en la FNAC. Y Gilda, sí, la incomparable, la única Rita Hayworth (“There never was a woman like Gilda” – “Nunca hubo otra mujer como Gilda” – leía la publicidad de la película, y qué razón tenía) se dirigía, embutida en su encorsetado vestido negro con sus inconfundibles guantes largos y su estola de visón blanca, hacia la Sala BBK, donde se proyectaba la película que la convirtió en leyenda, en pantalla grande y en versión original. En glorioso blanco y negro.

Los cuatro componentes de la presentación acústica de su último álbum, nos sorprendieron con unas canciones frescas y maduras al mismo tiempo. Frescas como ellos, como su presencia de niños recién salidos del instituto (sé que no los son, pero lo parecen). Y maduras como sus voces, cascadas, profundas, de una calidez que quién diría que han vivido mucho en sus cortas vidas. Nos sorprendieron porque verles y oírles era como dos experiencias completamente distintas. Si sólo los escuchabas, te imaginabas a dos
Belize al completo
personas adultas, vividas, quizá una dama del jazz y un cavernoso cantante trasnochado en mil garitos. Si sólo los mirabas, veías a unos chavales alegres, frescos (son hermanos, nos dijeron), disfrutando de su música y del hecho de estar allí, con un montón de experiencias todavía por vivir pero que hacen una creación única. Y digo única no sólo por cómo suenan, por esa potencia poética que nos embargó, sino por el hecho de que cantaban a la vez en inglés y español.


Sí, ya sé que muchos grupos cantan en ambos idiomas, ¡pero no al mismo tiempo! Me explico. En las canciones de “Belize” (título también de este su último y reciente álbum) los estribillos en inglés se mezclan con coros en español y al contrario. O sea, que estás oyendo al mismo tiempo ambos idiomas. Me resultó una apuesta arriesgada, original y con un resultado increíblemente suave; ciertamente te entraba por los poros. Igual que su optimismo y sus sonrisas. ¡Qué jóvenes! Cada vez me ocurre más que los que actúan en los conciertos YA podrían ser mis hijos. Y me recuerdan a mi propia energía de entonces…

Gilda a punto de pecar
Y hablando de energía, a la vuelta de la esquina de la FNAC, justo después, nos esperaba otro evento mágico y gratis. Ver a Rita-Gilda-Rita (“Todos los hombres se acostaban con Gilda pero se despertaban con Rita”, según confesaría ella misma amargamente) en el apogeo de su belleza. Y también mezclando el inglés con el castellano. Versión original subtitulada, como tiene que ser. Para apreciar esas voces sensuales, esas inflexiones, esa manera de vocalizar… Y esos labios pintados de rojo bermellón (aunque los veamos en blanco y negro). Gilda, con sus insinuantes movimientos de caderas y de piernas, con ese
giro de melena (parece que durante el rodaje le lavaban el pelo cada cinco minutos para que estuviera perfecto), involucrada en esa trama noir que en realidad a nadie interesaba porque lo que todo el público quería ver era cómo sufría Glenn Ford (tan joven también, podría haber formado parte de Belize) en las manos de esa pérfida pelirroja (que al final se descubre no lo era tanto, ups, spoiler), cómo la abofetea después de que se quite el famoso guante (antes ya le había abofeteado ella a él). En realidad era una historia de resentimiento, de amor y odio mezclado hasta tal punto que era imposible distinguirlos (“Johnny, te odio tanto que soy capaz de hundirme a mí misma para arrastrarte conmigo…”). Si todo el mundo esperaba la conocida escena del guante no nos impactó menos ese otro baile con el vestido blanco –“Amado mío”-, ese movimiento perfecto de piernas (Rita venía de padre español bailarín y Fred Astaire la calificó como “la mejor pareja de baile que había tenido nunca”) y la forma en que el vestido escondía púdicamente su ombligo como mandaba el Código Hays de la época, que hacía que realmente quisieras vérselo...

Se odian-se aman-se odian-se aman...
En España “Gilda” tardó cinco años en estrenarse debido a la represión franquista. De ella decían que tenía que ser comunista, puesto que “una mujer católica nunca podría ser tan
pérfida”. En las iglesias los curas obligaban a confesarse a quien la hubiera visto. Y las malas lenguas decían que a España había llegado la versión censurada (tan acostumbrados estaban a los cortes de escenas) y que en la versión original Rita se quedaba desnuda tras quitarse el guante. ¡Ya les hubiera gustado a ellos! Nada más lejos de la moral del Hollywood de la época. Pero la película convirtió a esa mujer de melena inabarcable en la leyenda que ni ella misma pudo superar. Cuentan que cuando (ya enferma de Alzheimer) se veía a sí misma en la pantalla era incapaz de reconocerse. ¿Quién podría superar eso?



Esa fue una tarde de suerte. Primero, descubrir a Belize y su pop fresco. Después, redescubrir a Gilda gracias a la iniciativa de Arrebato Zinema. Y todo gratis. Ya podía haber más tardes así. 

Bellísimos y apasionados Rita y Glenn

jueves, 16 de julio de 2015

BBK Live forever



Bilbao, year 7 a.c. (after the crisis). Today, for the first time, I have a special guest star as a writer for this post: Mel B, Dj and my husband amongst other things. So, don´t expect any comments about politics or about Greece or even about the polemic new Spanish abortion law... Here it comes. And in both, Spanish and English.

Jesus and Mary Chain
You can’t fault the promoter’s criteria for selecting the bands to play at the BBK Live Festival. Certainly the fact that there were no three day season tickets left, and that Saturday night was sold out well in advance means that the policy of booking some big, big headliners and filling out the line-up with just two or three reasonably well-known acts and then many, let’s say, lesser names does in fact guarantee a financially successful, albeit slightly imbalanced event. Mumford and Sons were the drawcard on the first night, old-timers Jesus and Mary Chain had the peak Friday night slot, while on Saturday Muse were the band that most of this year’s BBK festivalgoers wanted to see.

This punter’s attendance was limited to just Friday and Saturday evening. James Bay came highly recommended but his finely crafted tunes seemed to lose strength in the festival arena. Next, a quick dash to the Bilbao stage to get a good vantage point to see Jesus and Mary Chain perform their 1985 “Psychocandy album. Given their track record for feedback, sound problems on opener “Just Like Honey” seemed appropriate. This was soon overcome and the band faithfully ran through the entire album, the strong melodies superbly obscured in a crystalline cloud of guitar fuzz. The insistent groove of the album’s final cut “It’s So Hard” sounded remarkably contemporary, almost like a dance track, providing one of many highlights in a set which panned out with a four single treat comprising “April Skies”, “Head On” “Some Candy Talking” and a brilliant “Reverence”. A performance which cemented Jesus and Mary Chain’s place in my rock heaven. 

Alt J
Alt J were next. If you press “Alt J” on my laptop, nothing actually happens, which is a little disappointing. Apparently, if you do it on an Apple computer it “saves the QSO and creates a new QSO record”. Having no idea what that actually means, I imagine something random happening on the Mac which takes the user to some unexpected corner of a “virtual world”. I’m not sure if Alt J took me anywhere like that, but their interwoven patterns of sound do have that random element to them: you never know quite where a song is going to next. This is maybe the beauty of their music, but it can confuse a festival crowd who might liken the combination of lights and sound to some big opening ceremony for a new Apple Store. Impressive, interesting, but a real concert experience?

Saturday kicked off for me with a quick glance at Murcia’s Neuman playing “Bye Fear/Hi
The Ting Tings
Love” which, as is often the case, sounded less annoying live than it does on Radio 3.  But, I abandoned them quickly to nip off to meet some friends for The Ting Tings who were making their second appearance at BBK Live. We were miles back, but the sound was good as they romped through “Great DJ”, “Shut Up and Let Me Go” and later on, their own little masterpiece “That’s Not My Name”. The set was padded out with a not-so-great-DJ destroying Talking Heads’ “Once In A Lifetime”. Even singer Katie White joined in the massacre, “scratching” the record to bits. But, the kids seemed to enjoy the frivolous fun of it all.

Of Monsters and Men
Next: Of Monsters and Men, but bad news: their set was to be cut short “due to illness”. They came on and none of them seemed to be looking too green around the gills, but by the third or fourth track I think I was. The fact is, rather than cut the number of songs, things would have worked out much better if they had cut two or three minutes off each song. As one interminable track followed another, the crowd became restless. But all was forgiven when they got some singalong football type chanting to the catchy, ubiquitous “Little Talks”.


Muse
Next: a quick look at Bear’s Den, who sounded very impressive before they succumbed to an ill-judged Mumford and Son banjo moment. And then a lull before what everybody was waiting for: Muse. They’re big: big songs, big sound, big lights. Matt Bellamy, the Edward Scissorhands of Rock, played his songs and played the crowd. The strange thing about Muse, is that they like to indulge in long, long songs with operatic Bohemian Rhapsody-style “movements”. But it’s the short, pithy singles that do it for me. Second song, a three and a half minute “Supermassive Black Hole” is just vastly superior to seven minute opener “Psycho” while singles “Plug In Baby”, “Starlight” and “Time Is Running Out” are the highlights. The anthemic and extended “Uprising” starts the encore while the epic (and long) “Knights Of Cydonia” completes the night. You can’t fault the attitude, musicianship and the spectacle and the seventeen song set meant that the Muse multitude headed home happy. With tired legs and ears I joined them, leaving the younger generations to carry on until a new dawn, a new post-BBK day. 

Kobetamendi, the venue for the festival

BBK Live forever




Bilbao, año 7 d.c. (después de la crisis). Hoy por primera vez tengo una estrella invitada como escritor de este post: Mel B, Dj y mi marido entre otras cosas. Así que no esperéis comentarios sobre política ni sobre Grecia ni sobre la ley del aborto… Ahí va, primero en español y luego en inglés.

Jesus and Mary Chain
No se puede criticar el criterio de los promotores al seleccionar el cartel que ha actuado en el Festival BBK Live. Está claro que si no quedaban bonos de tres días y las entradas para la noche del sábado estaban totalmente agotadas desde hacía tiempo, eso significa que la política de contratar un gigante como cabeza de cartel y luego rellenar el resto del line-up con dos o tres nombres más o menos conocidos, además de muchos –digamos- grupos menores, garantiza un evento con éxito financiero aunque quizá ligeramente desequilibrado. Mumford and Sons fueron la baza elegida para la primera noche, los veteranos Jesus and Mary Chain fueron la punta de lanza del viernes y el sábado les tocó a Muse el papel de la banda que la mayor parte de los asistentes de este año querían ver.
Yo este año me limité a las noches del viernes y el sábado. James Bay llegaba muy bien recomendado pero sus melodías (tan bien orquestadas) perdieron potencia sobre la palestra del festival. Luego vino una acelerada carrera hasta el escenario Bilbao para conseguir un sitio en primera línea de playa y poder disfrutar de Jesus and Mary Chain, que tocaban su álbum de 1985 “Psychocandy”. Dado su historial de retroalimentaciones de micros, los problemas de sonido con su tema de apertura “Just like honey” parecieron de lo más apropiado. Enseguida los superaron y la banda recorrió fielmente el álbum completo, con las potentes melodías excelentemente oscurecidas en una nube cristalina de pelusa guitarrera. El ritmo insistente del último corte del álbum, “It´s so hard”, sonó increíblemente contemporáneo, casi como un hit dance, proporcionando uno de los platos fuertes con un set que abarcaba cuatro singles de lujo: “April Skies”, “Head On” “Some Candy Talking” y un brillante “Reverence”. Fue una actuación que ciertamente cimentó el puesto de Jesus and Mary Chain en mi cielo rockero.

Alt J
Alt J fueron los siguientes. Para mi desilusión, si pulsas “Alt J” en mi portátil no ocurre nada. Pero parece que si lo haces en un Apple “salva el QSO (¿?) y crea un nuevo documento QSO (¿¿¿???)”. Como no tengo ni idea de lo que esto significa, me imagino que ocurre algo aleatorio en el Mac que lleva al usuario a una inesperada esquina del “mundo virtual”. No tengo muy claro que Alt J me llevase a ningún sitio de semejante envergadura, pero sus patrones entrelazados de sonido sí que tienen ese elemento aleatorio: nunca sabes muy bien hacia dónde se dirige una canción. Quizá esa sea la belleza de su música, pero puede confundir a la multitud de un festival que acabe encontrando la combinación de luces y sonidos más propia de la ceremonia de apertura para un nuevo Apple Store. Impresionante, interesante, pero, ¿era realmente material de concierto?

El sábado di la patada de salida con un rápido vistazo a los murcianos Neuman, que tocaron “Bye Fear/Hi Love” y, como suele ocurrir, sonaron menos pesados en directo de lo que suelen hacer habitualmente en Radio 3. Sin embargo me escapé pronto para juntarme
The Ting Tings
con unos amigos y ver a The Ting Tings, que hacían su segunda aparición en el BBK Live. Estábamos a mil metros de distancia pero el sonido era bueno mientras jugueteaban con “Great DJ”, “Shut Up and Let Me Go” y más tarde con su pequeña obra maestra “That’s Not My Name”. La actuación se rellenó con un DJ-mejor-no-me-hagas-caso destrozando el “Once In A Lifetime” de Talking Heads. Incluso la cantante, Katie White, se unió a la masacre, “arañando” el disco hasta hacerlo pedazos. Pero creo que los chavales disfrutaron con ese frívolo divertimento.

Of Monsters and Men
Lo siguiente, Of Monsters and Men. Pero había malas noticias: su actuación se acortaría “por motivos de salud”. Salieron al escenario y ninguno de ellos tenía una cara particularmente verdosa, pero para cuando llegó el tercer o cuarto tema creo que la mía sí que lo estaba. El caso es que, en vez de cortar el número de canciones, deberían haber cortado dos o tres minutos de cada una de ellas. Mientras un interminable tema seguía al anterior, los asistentes se iban poniendo nerviosos. Pero la deuda se condonó cuando consiguieron que todo el mundo coreara (como si estuvieran en el fútbol) la pegadiza y ubicua “Little Talks”. 


Muse
Después: un rápido vistazo a Bear´s Den, que sonaban impresionantemente hasta que sucumbieron a un atrevido momento de banjo tipo Mumford and Son. Y luego un instante de calma antes de lo que todo el mundo esperaba: Muse. Son grandes: grandes canciones, gran sonido, grandes luces. Matt Bellamy, el Eduardo Manostijeras del rock, jugó con las canciones y jugó con el público. Lo raro de Muse es que les encanta darse el gustazo de temas larguísimos con movimientos operísticos al estilo de “Bohemian Rhapsody”. Pero para mí, lo más genial que tienen son los singles breves y concisos. La segunda canción que tocaron fue “Supermassive Black Hole”, de tres minutos y medio, muy superior a la que abrió el concierto, “Psycho” (de siete minutos), y singles como “Plug In Baby”, “Starlight” o “Time Is Running Out” son sus momentos cumbre. El himno extendido que es “Uprising” comenzó los bises mientras la épica (y larga) “Knights Of Cydonia” completó la noche. No se puede criticar la actitud, la técnica musical ni el espectáculo; y el concierto de 17 canciones hizo que la multitud que había venido a ver a Muse se fuera a casa feliz. Con oídos y piernas cansadas, me uní a ellos, dejando que las generaciones jóvenes continuaran hasta el amanecer, un nuevo día post-BBK.

Kobetamendi durante el festival

domingo, 21 de junio de 2015

“Hablar”, auténtico cine “Marca España”



Bilbao, año 7 d.c. (después de la crisis). La prensa y el marketing de “Hablar(de Joaquín Oristrell) han cargado las tintas en el hecho de que esta película sea un magnífico y auténtico plano secuencia de más de 70 minutos (vamos, algo así como lo que González Iñarritu fingió hacer en “Birdman” –lo suyo era un plano secuencia trucado). Y lo es. Pero no es este valor técnico el único punto fuerte del film. También lo es su ideología, sus personajes, su presupuesto y, desde luego, sus actores.

Raúl Arévalo en "Hablar"
Y no es una tontería lo del plano secuencia. Cualquiera que tenga una mínima noción de cine conoce las dificultades que este truco técnico involucra: hace falta mucha coreografía, mucha pericia técnica para aguantar la cámara sin cortar siguiendo a los personajes durante toda la duración de la peli - consiguiendo que se les vea y se les oiga – y desde luego 
"Encruzijados"
mucha capacidad de improvisación por parte de todos los involucrados para, pase lo que pase, seguir filmando. Yo lo sé bien pues en mis tiempos de cortometrajista intenté hacerlo con “
Encruzijados(con Asier Etxeandia, Ana Wagener, Carlos Santos y Gracia Olayo) pero enseguida me di cuenta de que era imposible (principalmente por la imposibilidad de ensayar con los 17 actores juntos) y opté por planos entrelazados a la manera de un falso plano secuencia. Lo podéis ver en el siguiente link, hasta cierto punto “Hablar” me lo recuerda:


Nur Al Levi en "Hablar"
“Hablar” lo consigue, y aunque en algún momento se intuya la sombra de la cámara o algunas interpretaciones sean mejorables y se pudiera haber solucionado con otra toma, evidentemente 70 minutos de plano no es como para repetir demasiadas veces. Dicen que sólo hicieron 4 tomas. ¡4 tomas! Pero si Marilyn Monroe para decir la sencilla frase “¿Dónde está el bourbon?” en “Con faldas y a lo loco” necesitó noventa y tantas… Y así y
La bella Marta Etura en "Hablar"
todo el resultado, a mi parecer, es excelente. ¿Por qué? Pues principalmente porque comunica. Comunica la realidad de un país – el nuestro – a la deriva. Comunica el hambre y la necesidad de las madres que no tienen con qué alimentar a sus hijos, comunica la angustia de muchísimos jóvenes que no encuentran trabajo a pesar de estar sobrecualificados, comunica el valor de la cultura, comunica lo perdidos que estamos emocionalmente en esta sociedad de las nuevas tecnologías y comunica, finalmente, la incomunicación. La de pareja, la de madre e hijo, la de ciudadano y policía, la de jefes explotadores y trabajadores explotados, en fin, la incomunicación de todos.

Joaquín Oristrell en el rodaje de "Hablar"


Porque el mensaje que creo que nos quiere lanzar Joaquín Oristrell (estupendo director – “Sin vergüenza”, “Inconscientes”, y guionista - “Todos los hombres sois iguales”, “Boca a boca”, “Reinas”) es que en esta sociedad necesitamos hablar. Las personas con las personas; y eso incluye también las instituciones con los ciudadanos, los gobernantes con los ciudadanos, los partidos políticos con los ciudadanos, los banqueros con los ciudadanos, los empresarios con los ciudadanos, vamos, que aunque los que están arriba no están interesados en lo que les tengamos que decir, nosotros sí estamos interesados en que nos oigan.

Juan Diego Botto y Astrid Jones en "Hablar"
Y todo esto lo dice un maravilloso grupo de actores que no para de hablar: el loco de Sergio Peris-Mencheta (qué grande, fue el primer actor que me dijo que sí a un guión
María Botto en "Hablar"
junto a la que era su novia entonces, la maravillosa Silvia Abascal)
, el cabrón de Juan Diego Botto, la madre hambrienta de María Botto (hermana del anterior, qué lástima da), la filósofa de Nur Al Levi (hermana de los anteriores, papel extraño, cargante), la borracha desesperada -que no habla pero que llora muy bien- de Estefanía de los Santos (eres grande, Estefanía), la mujer del corrupto -¿Bárcenas?– de Mercedes Sampietro (¿cómo se puede decir tanto con sus miradas sin abrir la boca?), la sobrecualificada de Marta Etura (qué belleza, qué voz, una vez recibí una sonrisa suya y te ilumina el alma), el amante virtual de Raúl Arévalo (genial, como siempre), la africana
Miguel Ángel Muñoz y Carmen Balagué
explotada de
Astrid Jones (qué realidad encierra esa mujer), el obseso del porno de Miguel Ángel Muñoz (cómo ha mejorado este chico desde “UPA dance”), la madre comprensiva de Carmen Balagué (estupenda actriz casada con Oristrell, “La Chunga” de “Aquí no hay quién viva”), el cambio de registro de Secun de la Rosa, la sorpresa final de Alex García (en la vida real, cuando él y su novia, Verónica Echegui entran en los bares de Lavapiés, la gente se da la vuelta a mirarlos no porque los reconozcan sino por lo hermosos que son), la increíble camarera filósofa encantadora de serpientes de Melanie Olivares (qué papelón, qué intensidad, con tan poco tiempo y se te queda clavada en la retina) y el recital final de PetraMartínez y Juan Margallo en el teatro. ¡Qué homenaje a la palabra, al actor, al teatro, qué bonito final! ¡Qué difícil película y qué pedazos de actores!



Cine bien hecho, historias que hacen historia, que cuentan nuestra historia actual, actorazos que te dejan con la boca abierta, técnica de a-caballo que funciona. Esto sí que es Marca España. Pero probablemente no la que al (des)gobierno le gustaría exportar.   

martes, 9 de junio de 2015

ACT acts, ACT in Bilbao



Bilbao, year 7 a.c. (after the crisis). ACT: four days, 15 pieces of theatre, dance and performance, small format, two venues (Teatro Barakaldo and Kafe Antzokia), a committed audience (and ready to jump on to the stage at any moment), an alternative atmosphere incomparable in a city like Bilbao, many nudes (these modern actors love taking their clothes off), John McEnroe, Bjorn Borg, Rocío Jurado, whistling txistu (typical Basque flute), flamenco in Basque, 70 countries where homosexuality is still penalized, immigrants who are waiting for their papers to have a normal life (or at least as normal as yours and mine), haggard druids, dancing Siamese sisters, trilingual presentations (English, Basque and Spanish) and on top of everything, a great flair for enjoyment. 

This is the 12th year ACT has been celebrated: a unique festival that brings to Bilbao companies from all over the world. In this edition we had representatives from Korea, the UK, the Netherlands, Spain, Euskadi (Basque Country), Cuba, Germany, Iraq, Belgium and France. Not bad for a festival whose budget may be small but inversely proportionate to the enjoyment it provides. ACT is organized by the Arts & Drama School BAI, which has been around for a while and divides its activities between Barakaldo and Bilbao. One day they decided it was about time to enlighten theatre-goers in Bilbao, so they brought in performances more open to the avant-garde and to international relations. It was clear from the beginning that one of its objectives was to be a meeting point between companies from all over the world. And for those companies to get to know each other here, in Bilbao, going out for a drink and trying delicious “pintxos”.  

The energy evident during the celebration of ACT is quite difficult to explain. The audience is mainly young (though you can also find people of all ages), and curious (but I´m sure there are some who just tagged along), and includes a lot of aspiring actors (and probably some scientists and IT people, too) but very few prejudices. In fact, all of us who are there know that at any minute you could find yourself onstage doing the most absurd things. For instance, on the first day of the performances, four members of the audience ended up playing 1981’s mythical tennis match between McEnroe and Bjorn Borg at Wimbledon. Yes, you read it correctly: there were four people involved even though there were only two tennis players. But the other two also had very crucial roles: one was holding an egg while the other was pressing a toilet plunger on the floor to imitate the sound of the tennis ball when it hits the racket. It was a project presented by the British guru/druid/actor/genius Jamie Wood, “Beating McEnroe”. It was a piece of nonsense that took surrealism to the extreme (and he ended up in his underwear, of course).

But before that we had been invaded… by plants in “La invasión de los ladrones de cuerpos” (“The invasion of the body snatchers”). It consisted of a multimedia project which
"La invasión de los ladrones de cuerpos"
allowed the only actor in the company La casa en el árbol to transmit his anguish to the audience. Through a mini camera he offered different points of view on his relationship with several disturbing dummies that ended up being cloned by plants. Just like you, like me, like the whole of society would. His legs became those of his girlfriend, his orgasm was hers, and at the same time he was other people: he was everyone. His way of playing within the screen was quick and smart. And of course, he ended up in his underwear.  

While Hannah Sullivan, UK (if this were a glossy magazine, here we would see her
"Me, my selfie and I"
age, but me, personally, I prefer her nationality)
made us dance to the 90s rhythms of her youth to make us realize how people dance around us, for me the most stunning act was seeing two Siamese sisters dancing while dressed as glamorous 30s chicks with plastic faces. With hairstyles a lo Clara Bow (silent movies’ film star) and the same look as any of the oppressive characters in Didier Cómes’ comics, it was “Me, my selfie and I” by Katja Heitmann, Netherlands (and here I do have to write her age, as when she and her brother –not sister- took their masks off, we found out they were… only 15!). What extraordinary energy, what a way of moving those bodies, what symmetry! At first I thought it was only one person in front of a mirror, but no, it was two of them with a mini screen in between portraying the plastic doll’s disturbing face. These two didn´t end up in their underwear, but when they took their masks off they uncovered much more: their child-like essence, their potential, their genius. If they can do this at 15, what will they be able to do at 25?

"Waiting"
People are waiting, but what are they waiting for? Their images in close-up talk to us from three white sheets on stage. They tell us about their boredom while waiting. They smile, they share their fears and, little by little, they unravel a labyrinth of stories about immigrants who are waiting for their legal papers in order to have a life - a life they were dreaming of when they had to abandon their countries. Mokhallad Rasem’s proposal in “Waiting” was a very powerful one: three dancers on stage dressed in black start a dance routine that transforms them into moving cinema screens. The three members of the company compose and decompose those people’s images, those human beings who, just like their images on stage, become defragmented because our society doesn´t want them to be legal. 

"Homo sapiens"
And of course, one of the winners of ACT 2015: Igor Vrebac, Bosnia (living in Netherlands). On our arrival on the first day of ACT, even without knowing who he was, his presence in the audience captivated all of us: tall, a body to die for, constant smile on his face and that particular grace that only dancers have when they walk. His play, “Homo sapiens”, goes deep into his memories as a gay child and teenager in a chauvinist and heterosexist society; in a very intimate way he opens his heart (in his underwear, of course) and he reminds us
"Homo sapiens"
of the fact that, although in 70 countries people who love people of their own gender are still penalized or even sentenced to death, very deep inside we are all Homo Sapiens. Some people said that this play also includes the most poetic live pee ever seen on stage. 


One of the strong points of ACT is the fact that its participants stay for the whole duration of the festival. They see their colleagues’ plays and they are there for anybody to share with them their opinions about their performances. More festivals like this are needed. More artistic expressions with that energy, that flair for enjoyment and sharing. Being there you feel like laughing, dancing, sometimes crying: you just feel like expressing yourself. Just like being an artist. Congratulations, ACT!