Bilbao, año 8 d.c. (después de la crisis). Sexo fuera del
matrimonio, adulterio, ¿hijos ilegítimos?, cocaína, burdeles, alcohol,
gángsters, clasismo, amores platónicos, obsesiones, mujeres psicópatas,
represión, todo ello se da la mano en la nueva apuesta de la cadena pública por
una ficción de calidad: “La sonata del silencio”, basada en la
obra de la escritora Paloma Sánchez-Garnica. Se trata de una miniserie y, a
diferencia del trato que se ha dado recientemente a otras del mismo formato, esta
se emite semanalmente y en horario de máxima audiencia (aunque este sea ya a las 22.40).
Parece
que últimamente a RTVE le ha dado
por tratar de limpiar su reciente mala reputación (exactamente desde que gobierna el PP: informativos manipulados, quejas
de los trabajadores, formatos con precios hinchados parac recompensar a los
amigos, programas que aparecen y desaparecen de la parrilla…) con series de
ficción de calidad que se dedican a revisitar el pasado. Si “El ministerio del tiempo” (ya os hablé de ella en su momento) se
ha convertido en serie de culto (uno de
sus creadores, Javier Olivares, es
también aquí guionista) y “Cuéntame
cómo pasó” es la serie más longeva de la historia de esa cadena (a pesar de los casos de fraude en el pago
de impuestos y su regusto por Panamá, que pusieron recientemente en peligro su
supervivencia), habría que mencionar
el éxito obtenido por “Águila roja”, así como el mal ojo al cancelar “El caso”, estupenda serie en la estela revival con un sentido del
ritmo y los personajes muy bien situados en los años 60 (se agradecía incluso que el Madrid que reflejaba pareciese más el
swinging London de la época) y unas tramas que nos han dejado con la miel
en la boca a sus (al parecer) escasos
seguidores. Thriller y sentido histórico mezclado con tramas sentimentales que
hacían esperar cada capítulo con ilusión (algo
que no ocurre muy a menudo en esta cadena).
“La sonata del silencio” podría
encuadrarse en la historia de RTVE entre las series que han adaptado obras
literarias: de “Fortunata y Jacinta”
a “La Regenta”, pasando por
“Cañas y barro” o “Los gozos y las sombras”. Pero quizá se parezca más a “El tiempo entre costuras”. Material
supuestamente creado para el público femenino, con glamour, caras guapas,
enredos sentimentales imposibles, sentido histórico… pero todo contado con
gusto y dentro de unos ambientes sofisticados que beben del cine de Hollywood
de los años 30 y 40.
No es Ava Gardner, sino Charo López en "Los gozos y las sombras" |
¿Que
por qué me detengo a hablar de esta serie? Pues en primer lugar porque está muy
bien hecha. La estética en encuadres, manejo de cámara y fotografía (picados y contrapicados, juegos de luces y
sombras, espejos y reflejos, encuadres
escorados…) demuestra un interés por marcar un estilo determinado, similar
al cine negro americano de la época que representa; pero en lugar de elegir un
blanco y negro rabioso aquí han optado, claro, por el color elegante, ideal
para verse con una copa de champán en la mano con guinda roja incluida. Por
otra parte está Marta Etura. ¿Qué os
puedo contar de este
pedazo de actriz que no os haya dicho ya en otros posts?
¿Que me parece de lo mejorcito de su generación? ¿Que tiene una mirada que
ilumina la pantalla? ¿Que en una ocasión la tuve al lado en la barra de un bar
y me echó una de las sonrisas más bonitas que he visto? A su lado Daniel Grao (si os gustó ver su pecho en “Julieta”, aquí no os decepcionará, una
pena que aparezca sin barba), Eduardo
Noriega (adulto, cabroncete, con
bigotito facha), Lucía Jiménez (cómo me recuerda a una Carmen Polo de
Franco joven, tan católica, tan mala), Claudia
Traisac (uno de los descubrimientos
de “Cuéntame”, qué mirada más limpia, tiene mucho futuro esta chica), Fran Perea (oscuro, interesante, apuesto), Daniel Freire (polifacético,
con dobleces, un gusto haber trabajado con él) y una magnífica Mabel Rivera (como siempre, desde que la descubrimos en “Mar adentro” siempre es un placer ver su increíble capacidad para
la naturalidad). Una muy buena reconstrucción de época, estupendo nivel
actoral y un guión que va de la represión de los años 40 a unos idealizados
años 30 en una historia que va hacia atrás y hacia delante, y que te engancha,
sobre todo, por el elemento culebrón.
Marta Etura |
"Hombre rico, hombre pobre" |
Y
aquí entramos en tema. Porque nos llegan los ecos de “Hombre rico, hombre pobre”, “Capitanes y reyes” o “Avenida del
Parque 79” (grandes miniseries que
iniciaron en los 70 esa moda de adaptar con calidad obras literarias-culebrón-historias-río).
Pero también de “Dallas”, “Dinastía”, “Falcon Crest” (sin el sentido
del humor, claro) o incluso de “Arriba
y abajo” e incluso “Downton Abbey”.
Porque al fin y al cabo somos testigos de la bajada a los infiernos de una
chica bien y su familia, de los tentáculos viscosos y lúbricos que se ciernen
sobre ella y su dulce hija (reflejando a la
vez la represión de la mujer propia de la época), la lucha entre familia
pobre y familia rica, amores cruzados, violencia, el Hotel Ritz, las noches del
Chicote, pero también los burdeles,
las prostitutas y los chulos, incluso los garitos gays con drag-queens y
fumadero de opio incluidos… Al fin y al cabo, a quién no le gusta un buen
enredo sentimental con caras guapas y un poco de lujo. Mucho mejor que asomarse
a un telediario y encabronarse con la realidad. Si aún no la has visto, ahí la
tienes, en televisión a la carta.
Pero asegúrate de ver sólo un capítulo a la semana. Como antes. Como esta serie
se merece. Mantengamos el suspense...