Bilbao, año 6 d.c. (después de la crisis). Hoy (como
siempre) me he propuesto no hablar de política.
Hoy quiero hablar de cultura. Sí,
esa palabra tan denostada por nuestros gobernantes (ya empezamos). ¿Que por qué quiero hablar de cultura? ¿Y por qué
no? La verdad es que todo viene porque el otro día fui al cine y me llevé una sorpresa. Primero, porque había colas para
entrar a pesar de ser lunes (o quizá por
ello, 4 euros la entrada, ¿quiere o no quiere la gente ir al cine cuando le dan
precios razonables?). Me recordó
mucho a los días de mi niñez en los que hacía cola con mi hermano para entrar a
ver sesiones matinales dobles… ¿Qué película iba a ver? Una española. Sí,
señores, han oído bien. A mí siempre me ha gustado el cine español (unas veces más
que otras, como el americano, el argentino o el alemán). Pero es verdad que
cada vez encuentro más interés en nuestra cinematografía. Segunda sorpresa: la
sala donde ponían “La isla mínima”,
de Alberto Rodríguez (estupendo cineasta andaluz, os recomiendo
reviséis su filmografía, además majo tío, le entrevisté una vez hace siglos…)
estaba a rebosar. Durante la proyección el ambiente se podía masticar, todos
estábamos intrigados, angustiados ante lo
Gutiérrez y Arévalo |
Este título de reciente estreno, unido al de “El niño”, de Daniel Monzón, “8 apellidos
vascos”, de Emilio Martínez Lázaro
y la próxima “Torrente 5”, de Santiago Segura (con Alec Baldwin, el ex de
la Basinger), han subido a tal
nivel el porcentaje de público que ha ido este año a ver cine español que sólo
con eso los ministros de Industria y
Cultura (aunque a él le pegue mejor
la in-cultura) deberían disculparse ante el país entero y en especial ante
el mundo del cine español por la mala prensa y el terrible trato que le han
dado a lo largo de toda esta inmunda legislatura que pasará a la historia como
una de las peores de la democracia (sino
la peor, espero que no lleguen después otros que les hagan parecer buenos).
Quizá debería insultarles ahora que el Fiscal General ha dado permiso para
hacerlo en la red (a Ada Colau no le han aceptado su denuncia contra Cristina Cifuentes por llamarla etarra
basándose en la libertad de expresión), pero no voy a caer en sus artimañas
para que luego me pongan una multa o me lleven a la cárcel como a otros cuyo
único crimen fue tirar una tarta o protestar ante un desahucio… Al fin y al
cabo bastante tengo con que Facebook
me siga censurando mi blog de cine y televisión (no os lo perdáis, es estupendo y necesito subir visitas, compartirlo,
haceros miembros, criticarlo, alabarlo: www.robmadrugada.esy.es).
¿Que la gente no va al cine? Yo más bien diría
que no va cuando los precios no se ajustan a la realidad económica de este
país. Sin ir más lejos hace un par de semanas tuve el placer de disfrutar
gratis, en pantalla grande, con buen sonido y en versión original de “Desayuno con diamantes” (tremenda Audrey Hepburn, bellísimo George Peppard) y “Cantando bajo la lluvia” (qué gozada de historia, qué
alegría de vivir, qué colorido… y eso que a mí no me gustan los musicales).
Y de nuevo, los dos días la sala estaba a rebosar: gente mayor, gente joven,
gente mediana, hipsters, marujas, empollones, gafapastas… Al final de la sesión,
aplausos. ¿Que a la gente no le gusta el cine? Ja.
"Singin' in the rain" |
"Breakfast at Tiffany´s" |
¿Y qué me decís de los libros? Sí, está claro que cada vez se ve a más gente en el metro
leyendo sus e-books, pero eso
también es lectura, ¿no? Y la verdad que no me extraña porque en este país (¿o debería decir república bananera
controlada por los mismos de siempre?) el precio de los libros es tan
desproporcionado que por menos de 20 euros es ya imposible comprarse una
novedad (incluso en tapas blandas).
Claro, están las bibliotecas. Pero cuando la gente tiene que elegir entre pagar
veintitantos euros o bajárselo gratis de internet… ¿Tú, qué harías? Para mí (que para ciertas cosas soy un anticuado),
nada se puede comparar al tacto del papel, el peso, el poder mirar cuántas
páginas me quedan para acabar y sufrir con esa dulce agonía de la proximidad
del final… Pero reconozco que aquí sólo me compro de año en año alguna edición
barata de algún título pasado. Donde realmente consumo libros es en Inglaterra.
Allí sí que saben proteger la cultura. Allí por 6 ó 7 libras te compras una
edición reciente. Y con la cantidad de tiendas de ofertas o de segunda mano que
hay, al final siempre encuentras obras increíbles por 2 ó 3 euros. A esos
precios, ¿quién se puede arrepentir incluso si al final no te gusta? Y es que,
¿sabéis cuál es el IVA sobre los
libros en Gran Bretaña?: 0%. Flipemos. Y los museos son de acceso gratis. Así,
¿quién no consume cultura? Comparémoslo con España, donde casi cualquier
manifestación cultural se graba a un 21%
de IVA… Cómo no va a caer el sector… Pero claro, luego se incluyen los beneficios del tráfico de drogas y de la prostitución para aumentar el PIB… (¿había dicho ya lo de república bananera?). Así que no me extraña
que en algunos teatros de Madrid
hayan optado por venderte una zanahoria en lugar de una entrada, para poder
cobrarte un IVA más bajo. ¿Y las prostitutas cargarán el IVA? Me pregunto
cuánto será por un servicio completo. ¿Variará si sólo es una manualidad? ¿Y en
cuanto al tráfico de drogas, se puede grabar igual un kilo de hachís marroquí
que uno de heroína colombiana? ¿Habrá también crowdfunding para el narcotráfico?
En fin, que ya no sé si seguir intentando dedicarme a la cultura o pasarme al
camelleo. Porque lo de la prostitución me pilla ya un poco mayor, que si no,
tal y como está el país…
Poesía visual en "La isla mínima" |