Bilbao,
año 7 d.c. (después de la crisis). La
pasada semana los autores del Informe del estado social de la nación (nada
que ver con el engañoso e infame “informe sobre el estado de la nación”) confirmaban
que la crisis ha terminado: lo que tenemos ahora es ya el nuevo sistema social
que nos han impuesto, con su desigualdad y su pobreza. Ellos (los de siempre) han ganado (a pesar de las “espectaculares” detenciones
de los Rato y los Bárcenas). Al menos por ahora. Así
que, amigos y amigas, ¿qué nos queda? Pues aparte de rebelarnos, de decir
constantemente que no, de votar diferente y de no conformarnos con las reglas,
nos queda la música, nos queda el cine, nos queda el arte, nos queda la
literatura, nos quedan las series, el teatro… Y nos queda Radio 3. Si no, ¿cómo habría yo descubierto a Dorian?
©RM
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Muchos
pensaréis que la música en directo ya no está al alcance de cualquiera. Os
equivocáis. Radicalmente. Quizá no siempre, quizá no toda. Pero a veces
pequeñas sorpresas nos alegran la vida. Como el concierto de presentación del
álbum homenaje a los diez años de carrera de Dorian, el jueves pasado por la
tarde en la FNAC de Bilbao. Los que
la conozcáis sabréis que el espacio de conciertos es mínimo, así que la
experiencia intimista estaba garantizada. “Dorian
– Diez años y un día” es el título del álbum: música perfecta para una
tarde lluviosa de abril. O más bien, música de lluvia.
Nunca
he sido un gran lector de poesía, no sé por qué, no me llega, debe haber una
parte de mi cerebro que no está capacitada para renderizarla... Sin embargo sí
que me alcanzan las composiciones de mucha parte de la música indie española de los últimos tiempos: esa es para mí la
poesía de este 2015. Sobre todo en directo. Delante de ti los cinco componentes
de Dorian vestidos de negro (si los ves
por la calle sabrías inmediatamente que son un grupo de músicos), mirándote
de cerca, derramando sus versos sobre el minúsculo escenario, con ritmo, con
instrumentos, con sentimiento; por unos momentos te hacen sentir parte de una
pequeña comunidad, la de los que están ahí disfrutando de la misma experiencia,
¿qué más se puede pedir? Empezaron fuerte, con “Los amigos que perdí”, auténtica oda a la amistad (no importa lo que digan sus letras en
realidad, con ese título y esa melodía a todos nos evoca lo mismo cuando
coreamos el estribillo) que ya se ha convertido en un clásico (en la versión de este álbum colabora Santi Balmes de Love of Lesbian). El temazo se lo merece, es estupendo, pero es
que además, las referencias que
nos trae a la cabeza son universales, porque,
¿quién no ha perdido un amigo, una amiga? No por distancia - la distancia no se
lleva a los amigos - sino por vida. Tan traumático como perder un amor. Lo dice
muy bien un precioso personaje en la recién estrenada “Regreso a Ítaca”, película francesa con actores cubanos (todos magníficos, Jorge Perugorría entre ellos) situada en una terraza de La
Habana: un grupo de antiguos amigos cincuentones se reúne para echarse los
trastos a la cabeza. La anciana madre de uno de ellos hace una aparición
sencilla pero espectacular en su humanidad, para dejarnos esta perla que
encajaría en cualquiera de las letras de Dorian: “La amistad es un privilegio”...
©RM Marc |
Dicen
en Radio 3 que los miembros de Dorian han hecho el mismo pacto que el personaje
de Oscar Wilde: dejar la edad y la
madurez en su obra y permanecer jóvenes para siempre. No lo sé, no los recuerdo
hace 10 años, pero desde luego su música suena muy madura y su energía se nota
muy joven. Marc Gili, la voz y líder
del grupo tiene fuerza, vestido de negro integral (como el resto de la banda a excepción de Belly, la chica), con su
corte de pelo ligeramente 60s, en un momento en que se emocionó en su
interpretación y
comenzó a gesticular con un brazo, no pude evitar pensar en un
joven Raphael (y eso que a mí el de Linares ni fu ni fa, que conste, incluso después de
conocerle cuando trabajé en un documental
sobre su figura…). Y Lisandro Montes,
que lo mismo le da al teclado que a la guitarra o la pandereta, que canta y de
repente saca… ¿un laúd?, ¿una mandolina? Perdonad mi ignorancia sobre
instrumentos musicales (me dicen que puede ser un
¿ronroco?), pero ese chico tiene presencia (ese bigote me encanta), es multitasking, como se tiene que ser hoy
en día si se quiere triunfar en cualquier medio (no nos queda más remedio, 3 por el precio de 1)... Y Belly tan tranquila, sentadita a los
teclados, se intuye su figura como clave en el grupo…
©RM Lisandro |
Setlist del concierto |
En
fin, un gran concierto (al final nos
quedamos como souvenir con el setlist, la lista de canciones que llevan
escritas –a mano- todas las bandas para seguir su orden en el concierto) en formato semicorto, para una sala pequeña,
estaríamos… ¿60 personas? Y yo me pregunto, ¿qué pasa para que en una ciudad de
400.000 habitantes una tarde de jueves no haya una cola de gente peleándose por
entrar a un concierto de Dorian, gratis? Si les pregunto a mis alumnos más
jóvenes seguro que casi ninguno habrá oído hablar de ellos. ¿Cuántas cadenas de
radio pinchan su música? ¿Y la del resto de bandas españolas que luchan por
salir adelante? ¿Reciben la suficiente promoción? ¿Se les protege como parte de
nuestra cultura? En Francia los canales de radio tienen marcado un elevado
porcentaje de música propia por hora (algunos
cantantes internacionales incluso sacan versiones en francés para que las
pongan allí). Y seguro que la educación musical de sus chavales es bastante
mejor que la nuestra (si yo no sé ni la
diferencia entre un laúd y una mandolina…). Pero como no me canso de decir,
siempre nos quedará Radio 3 (impagables
sus corrosivos comentarios sobre la actualidad política a las 8:10 de la mañana,
increíble que les mantengan en una época de censura en la que incluso Mortadelo y Filemón han sido desterrados
de las noticias en RTVE, cadena pública). Y quizá en noviembre, si hay cambio,
florezcan más conciertos, más bandas, más exposiciones, se haga más cine, más teatro,
se lea más, se baje el IVA cultural… (sueña,
mi niño, sueña, quizá en alguna de las letras de Dorian. O incluso de Wilde).