Bilbao,
año 7 d.c. (después de la crisis).
Lunes noche, enciendo el televisor (sí,
así, a pelo, en directo, sin wifi, sin bluetooth, sin cromecast), pongo la
cadena que ya nadie ve (o sea, La 1) desde el cambio de gobierno y
su acérrimo control ideológico, y me encuentro de pronto inmerso en viajes
temporales, pantallas divididas a la manera de “24”, atrevido sexo entre mujeres, acción de la que te mantiene en
vilo, escenas que fluctúan entre el año 1053, el 1833, 2012 y la actualidad, varias versiones de un
mismo personaje en distintos tiempos a punto de cruzarse… Y aún son las 22 h. ¡¡¡Os
lo creáis o no, era una serie española!!! Y no salen ni niños insoportables ni
viejos encantadores ni perros. De lo mejorcito que he visto en ficción made in
Spain (si nos olvidamos de “Padre coraje”,
de San Benito Zambrano): “El ministerio del tiempo”.
No,
no era la primera vez que la veía. De hecho empecé a verla desde el primer
capítulo (a las series españolas
generalmente les doy esa oportunidad y casi nunca paso de la media hora…),
sólo lo he introducido así para conseguir un inicio más impactante. Y es que
a mí los viajes temporales siempre me han pirrado. ¿Porque quién no ha querido
volver a vivir un episodio de su propio pasado? ¿O viajar a una determinada
época? ¿O incluso regresar atrás para corregir un error? Lo que daría yo, por
ejemplo, por poner la marcha atrás tres años para no hacer el último documental
en el que una “amiga” me embarcó para luego quedarse con el material y encima no
pagarme. Con amigos así, para qué necesitamos Cospedales…
En
cuanto leí la idea de un ministerio secreto dedicado a recorrer la historia
propia para evitar posibles “atentados temporales” que cambien los hechos históricos
pensé: -¿Estarán tratando de crear un “Doctor Who” a la española? Evidentemente la BBC
tiene muchos más medios y su serie lleva emitiéndose (on and off) desde los años 60. A eso se le llama confianza en un
producto. “El ministerio del tiempo” no cuenta con demasiados efectos
especiales, más allá de alguna recreación digital de paisajes de otras épocas,
pero tampoco los necesita. Han sabido sustituir la falta de medios con ingenio.
¿Que necesitamos una serie de puertas temporales? Pues qué mejor que puertas.
De las de toda la vida, de
Los 4 Fantásticos |
madera, de abrir y cerrar, fundido a negro y estás en otra época. ¿Que
necesitamos un cuartel general que rivalice con el Edificio Baxter de Los 4 fantásticos o la mansión de Los Vengadores? Nada mejor que el
abandonado edificio renacentista de la calle
Duque de Alba en Madrid (sí, aquel en el que Gallardón proyectó una de sus cacareadas y faraónicas ideas, la de
crear una residencia de estudiantes que nunca se llevó a cabo). Y desde
luego unos personajes sólidos, un auténtico grupo de superhéroes Marvel sin poderes traídos de distintas épocas: a Cayetana Guillén-Cuervo (hija mía, qué te das, estás igual que
siempre) hacía
tiempo que no la veía tan bien como en este papel
de lesbiana fría y profesional de los años 60 que poco a poco va descubriendo
su corazoncito (aunque engañe a su esposa
con conquistas de otras épocas). En el capítulo de esta semana, el número 7,
le dieron la oportunidad de lucirse con más protagonismo que en cualquier otro
de la serie. Luego está Rodolfo Sancho
(le entrevisté una vez tras “Al salir de clase”, era tan mono como
un muñequito), uno de esos pocos actores que saben sonreír con la mirada,
en el papel de viudo desolado que continúa usando las puertas para acudir a ver
a su esposa antes de que
La Cuervo a punto de besar a Garrido |
muriese. Y la cristalina mirada de Aura Garrido (¡qué voz tan bonita tiene!) en el papel de una avanzada mujer del
siglo XIX que ya estudiaba en la universidad cuando las demás aún no lo hacían.
Y Nacho Fresneda, ese caballero del
siglo XVI, tan masculino, tan de otra época… Y claro, también están el jefe (Jaime Blanch), la secretaria graciosa (Francesca Piñón) y una auténtica mala,
una Milady de “Los tres mosqueteros”
interpretada por la estupenda Natalia
Millán. Y desde luego, mucha aventura, al modo de “La liga de los hombres extraordinarios”.
La
verdad es que me ha gustado desde un principio, sobre todo por romper con los
estereotipos de las series españolas, por su sentido del humor (impagable el momento en que Rodolfo Sancho
se registra en una fonda de 1808 con el nombre de Curro Jiménez o cuando se encuentra con la reina Isabel la Católica y dice: -Juraría que
la conozco…), por sus lecciones históricas (en sus episodios pululan con total naturalidad Velázquez, el Lazarillo de
Tormes, Torquemada el inquisidor, Picasso,
las dos reinas Isabel, Hitler, Franco, los comuneros, Lope de Vega, La Movida, la Guerra Civil…) y por sus continuas
referencias a la crisis, los recortes y la corrupción intrínseca española. Pero siempre me faltaba algo de
acción, se me quedaban las historias un poco planas. Esto se solucionó
Lope de Vega |
con
creces en el capítulo 7 (sin duda el
mejor hasta ahora), en el que se entrecruzaban tres tramas diferentes y
cuatro épocas, la pantalla se dividía al mejor estilo americano para crear
mayor tensión y las escenas se sucedían a ritmo trepidante. ¡Chapeau! Me quito
el sombrero. Se ha convertido en la serie en la que me gustaría haber
trabajado. Es más, me gustaría haberla inventado. El otro día leí que uno de
sus dos creadores murió, antes del estreno, del síndrome de ELA. Qué pena que no pudiera ver el éxito que ha
conseguido. Incluso se
Velázquez |
creó una petición en internet para que RTVE garantizase la segunda temporada.
Finalmente accedieron con ciertas concesiones. Esperemos que el año que viene
no tengamos que ver un “Ministerio del tiempo” con hijos de varias edades,
abueletes entrañables y perros y gatos pululando entre épocas (desde luego sin sexo entre lesbianas, ¡válgame
Dios!). Quizá dependa todo de quién gane las elecciones. Así que, aunque
sólo sea por esto, pensaros bien a quién votáis…
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