Bilbao,
año 8 d.c. (después de la crisis). Tras
pasar por debajo de una escalera, tener la sala infestada de gatos negros,
abrir paraguas bajo techo y vestirse de amarillo sin miramientos, la 13ª
edición del Festival de Teatro Corto ACT ha conseguido salir airosa y volver a
llenar sus salas con espectáculos de calidad. Ni siquiera tuvieron la mala
suerte de que les mirase un tuerto (o lo
que es lo mismo, que un miembro del PP tocara su financiación ni metiera mano
en la caja). Y nadie les conectó con ninguna oscura trama en Venezuela, o
sea que el fatídico número no les hizo mella.
El
que sí que ha tenido suerte he sido yo, amante secreto de la danza contemporánea, que por casualidad
acudí a los pases con más muestras de este tan poco apreciado arte. Desde el
número inaugural organizado por BAI (Centro de Formación Escénica de Bizkaia),
al igual que el resto del festival, en el que tres presentadores vestidos con
monos amarillos y paraguas rememoraban el clásico “Bailando bajo la lluvia” (y yo que pensaba que los trajes eran
alusión a los presos americanos y a series como “Orange is the new black”, a
veces me paso de listo, o de moderno, lo sé), hasta la gala de clausura con
el estupendo fragmento de “Carne”, “Latza
(Crudo/Bare)”, obra dirigida por Fer
Montoya (también director de BAI),
con una impactante puesta en escena musical, dos cantantes femeninas subidas a
un podio interpretando ópera mientras los bailarines se contorsionan por el
escenario hasta quedar totalmente desnudos (y
yo pensé: -¡Qué huevos! ¡Con lo jóvenes que son!- y no pude evitar rememorar
los tiempos en los que algo tan simple como quitarse la ropa sobre un escenario
causó semejante escándalo en los aún dictatoriales años 70: en la vida real fue
la actriz Mª José Goyanes, en la reinterpretación de ficción de “Cuéntame”, cómo no, fue uno de los
Alcántara, la hija Inés).
"Macho Macho" |
En
medio de todo ello hubo mucho lugar para el disfrute y ninguno para la mala
suerte. El ganador de la edición anterior, el bosnio Igor Vrebac nos volvió a deleitar con su maravilloso cuerpo casi
desnudo (quiero decir con su arte y
profesionalidad) hablando sobre la homosexualidad en “Homo sapiens” y
dejando un charco de orina sobre el escenario (hay que romper moldes como sea). El último día también nos ofreció
su nueva obra realizada en la escuela BAI especialmente para el festival (parte del premio de cada año) que,
obviamente, se llamaba “Macho macho” y para la cual había elegido a dos (muy atractivos) actores de la escuela.
Una pieza sin diálogo esta vez, pero con mucha testosterona, semidesnudos,
sensualidad y claro homoerotismo en la competición de machos con clímax y
cigarrito incluido.
Destacaron
también sorpresas tan agradables como contemplar al francés Charlie Denat (LaBerlue) (¿hacen casting de guapos
en este festival?) con su sencilla y curiosa obra “La main dans le sac”, en
la que muestra cómo no hace falta más que una sencilla bolsa de plástico blanca
para crear un idílico cuento pequeño y etéreo, soñador, cómico y desde luego
muy original. Lo que no fue sorpresa es que se llevase uno de los premios.
La Berlue |
Disfruté
de otras piezas de danza, como “Atávico”, de los madrileños Poliana Lima, que aparte de ganar otro
de los premios, le dio a una de sus intérpretes una lesión de rodilla que casi
le impide subirse al escenario a recoger el galardón. Y no era para menos, pues
la energía y agresividad con la que sus intérpretes femeninas (ataviadas con prendas
"Atávico" |
Pero
para mí, lo que me dejó casi sin respiración (sí, ya sé, soy un poco exagerado) fue la pieza de los iraquíes MokhalladRasem/Toneelhuis, “Body
revolution”. Efectiva puesta en escena usando simplemente proyecciones sobre
sábanas que hacían el papel de pantallas de las que emergían los tres
bailarines transformados a su vez en pantallas en movimiento. La fuerza de las
imágenes, algunas fijas, otras en movimiento, representando los horrores de la
guerra, lograban encontrar
belleza en lo que ya nos hemos acostumbrado a ver
todos los días en las noticias, las luchas que suceden a miles de kilómetros de
distancia, las matanzas en las que Occidente tiene tanto que ver y de las que
luego nos lavamos las manos como si no fuera con nosotros. Me tocó, de verdad, que
consiguieran extraer ritmo, plasticidad, emoción, de la tragedia y el horror…
"Body Revolution" |
Y lo
principal: lo bien que lo pasamos durante el festival, el ambiente tan relajado,
la maravilla de gente joven que viene con muchas ganas de teatro y disfruta de
algo tan alternativo y sensorial, el gusto que da que en Bilbao, año tras año,
este festival, ACT, se convierta en
una cita con la creatividad de grupos del todo el mundo que, si no fuera por
los esfuerzos de sus organizadores, nunca llegaríamos a conocer. Un oasis cultural
en un país enroscado en la incultura. Recordadlo el año que viene, finales de
mayo, primeros de junio, llega ACT, no os lo perdáis.
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