Bilbao.
Año 5 dc (después de la crisis). El
fin de semana pasado tuve una revelación: por fin sé lo que quiero hacer en mi
vida. Quiero ser la corista negra de los Manic
Street Preachers. Puede que muchos no conozcáis a este grupo galés que
actuó el viernes pasado en el BEC de
Bilbao (deberíamos decir Barakaldo, que es donde realmente está),
como parte del festival BIME. Había
esperado más de 15 años para tener el gusto de verles actuar en directo. Desde
que mi marido me los presentara al de poco de regresar a España e instalarnos
en Madrid. Creo recordar que los vi por primera vez en uno de los últimos
programas de música que RTVE se
atrevió a hacer, “El séptimo de
caballería”, presentado (con mucha
baba) por Miguel Bosé (debería limitarse a cantar). Lo mejor
que tenía aquel programa eran sus invitados y la música que tocaban en directo.
Por allí pasaron REM, los Manic, Ariel Rot, Santiago Auserón, Chavela Vargas y hasta Madonna. Pero los Manic… ¡Ay, esos solos de trompeta me enamoraron!
Mi marido me contó cómo uno de sus líderes, Richey, había desaparecido en los
90 y siempre se había dicho que saltó desde un puente cerca de Cardiff para
sumergirse en un río y acabar con su vida. Nunca se le encontró…
Desde
entonces estuve enamorado de la música de los Manic y me sirvió como banda
sonora mientras escribía uno de mis guiones para largometraje. En él contaba, o
más bien fantaseaba, sobre los acontecimientos que habían rodeado a la muerte
de mi aita, uno de los hechos más traumáticos que había experimentado hasta
entonces. Lo curioso es que aquel proyecto me llevó hasta un concurso
organizado por la distribuidora Universal
en el que buscaban creadores de nuevos proyectos. ¡Y quedé finalista! Llegué
hasta los escenarios del Festival de
Cine de San Sebastián para defenderlo. Éramos 12 creadores con ganas de dar
el salto al largo, todos –o casi todos, el que ganó ya tenía su experiencia-
éramos principiantes, inocentes y creíamos que aquello, aunque no ganáramos,
nos abriría las puertas. ¡Qué nervios! Nunca me había visto sobre un escenario
delante de una multitud (me salvó ver
entre el público a mi amiga Nieves sonriendo) y un jurado (que incluía a una bastante borde Candela Peña y al encantador guionista
de “El hijo de la novia”).
Teníamos que defender el proyecto y presentar algo que lo apoyase. Yo había
preparado un monólogo representado por dos de mis amigos actores, Aitor y
Ainhoa, basado en uno de los capítulos del guión. También había preparado una
grabación de cómo me imaginaba el look de la peli. La banda sonora, desde
luego, era “Ocean spray”, de los
Manic. Podeís escucharlo si abrís el link en otra pestaña:
El
solo de trompeta estaba dedicado a uno de los pasajes más emotivos de la
historia de mi aita (mitad ficción-mitad
realidad).
Cuando
el viernes pasado llegamos al BEC empecé a darme cuenta de la magia de todo
este círculo. Resulta que estábamos en un edificio que se había construido
sobre el suelo que antiguamente ocupaba la fábrica de Altos Hornos de Vizcaya, en la que habían trabajado toda su vida mi
abuelo, mis tíos y, claro, mi aita. Allí era donde íbamos los domingos a
esperarle para dar un paseo y aquellos pasillos eran los que él se habría
recorrido innumerables veces en sus turnos de trabajo. Un espacio gigantesco,
frío, sin demasiada alma, casi imposible de llenar para los conciertos
programados. Nada más llegar, conocimos a una curiosa viajera, Deborah,
inglesa, que se recorría el mundo para ver a su banda favorita, los Manic
Street Preachers. Los había visto ya cerca de 100 veces, en sitios tan diversos
como Japón, Australia y ahora Bilbao. En cuanto le conté mi preferencia por
esta maravillosa canción, me informó con toda seguridad que no la iban a tocar,
porque en esta gira no era una de las que estaban usando.
John Grant |
Antes
que los Manic actuaba John Grant,
uno de los últimos exitazos de las radios mundiales. Todo un caballero. Ya
talludito, con aspecto de oso (barba
pelirroja, camisa de leñador, gorro de lana y movimientos de backing
singer-corista). Abiertamente gay, canta con la masculinidad de un Sinatra cualquiera mezclado con Richard Hawley (ex de Pulp) o incluso Nick Cave. Canciones melódicas tan
pegadizas como ésta:
En
ellas utiliza un vocabulario abierto, que a algunos les puede parecer hasta grosero:
“I´m the greatest mother fucker…” Y en uno de sus conciertos salió del armario
como portador del VIH. Olé sus
huevos. Se presentó en un castellano dulce e impoluto, al que regresó en
diferentes momentos de la actuación, probando incluso algo de euskera con su
“eskerrik asko”. Ya quisieran las Ana
Botella de este mundo desenvolverse así de bien con los idiomas.
Algo
que me llamó mucho la atención de estos conciertos es que la gente fumaba como
si la ley antitabaco nunca hubiera
existido. Y los guardias de seguridad brillaban por su ausencia, sólo les
interesaba que no entrases con alcohol para que tuvieras que pagar los 8
euracos que costaba el katxi de cerveza.
Y
entonces llegaron los Manic. ¡Qué gustazo! Empezaron fuerte con su “Motorcycle emptiness”:
¿Y
a que no sabéis cuál fue la tercera canción? Pues sí, “Ocean spray”. Yo estaba
extático… El solo de trompeta me llegó al alma. Casi pude percibir la presencia
de mi aita sonriéndome, agradeciéndome el homenaje en el que había sido su
lugar de trabajo durante tantos años… Fue un concierto monumental, casi un
grandes éxitos. Había esperado quince años para escucharles en directo pero
había merecido la pena, los tenía ahí delante, muy cerquita porque no había
demasiada gente. Y tocaron tantos de los temas que yo había usado durante años
como banda sonora de mis reportajes enNosolomusica… Como decía, todo un homenaje. Viéndoles me di cuenta que había encontrado mi
vocación: quería ser backing singer (suena
mucho mejor que corista) de los Manic. Pero eso sí, negra, que tienen mucha
mejor voz y sus movimientos de caderas son más sensuales…
¿Y
de mi proyecto de guión? Bueno, evidentemente no gané, se lo llevó el único que
ya tenía experiencia probada dirigiendo. Pero sí que lo acabé, lo pulí, lo moví
por varias productoras y una de Andalucía estuvo casi a punto de aceptarlo (y eso que toda la historia se desarrollaba
en Bilbao). Pero nunca llegó a hacerse. Se llamaba “Fresas en septiembre”.
Hace poco lo estuve revisando y me seguía gustando. Tanto que incluso me surgió
la idea de recobrar los personajes 15 años después y ver qué había sido de
ellos. ¿¿¿Os imagináis cuál será la banda sonora???
Manic Street Preachers |
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