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Bilbao,
año 6 d.c. (después de la crisis). Hace
unas semanas. Día de puertas abiertas en el Guggenheim para celebrar su 17 aniversario. Como es de rigor,
pasamos un buen rato admirando las exposiciones, que en este caso van desde las
vanguardias de principios del siglo XX
hasta la actualidad. Siempre es un placer ver arte, y si en la retina se te
cruza algún Picasso, un Juan Gris, un Braque, Miró, Chillida, Warhol… no hay queja posible. Sobre todo cuando te ahorras los 13
euros que costaría la entrada en un día normal.
Cuando
ya la “fatiga museística” (como le gusta
llamarlo a mi marido) empieza a hacer mella, bajamos en uno de los
ascensores de cristal que siempre me recuerdan a los de el Reina Sofía. Y casi
cuando estamos ya en la puerta, vemos un cartel que anuncia una exposición de videoarte. Me dejo llevar por mis
prejuicios (a pesar de haber estudiado vídeo en Bellas Artes o quizá por ello) e incluso los expongo en voz alta: “Vamos a entrar y en cinco
minutos salimos, total, para lo que habrá que ver…”
"The visitors", de Ragnar Kjartansson ©RM |
Según nos adentramos, veo por el rabillo del ojo el título de la obra: “The visitors”. Sí, seguramente sólo los muy entendidos captarán la referencia al último álbum publicado por ABBA, aquel en el que los cuatro componentes aparecían en una habitación antigua, cada uno mirando hacia un lado diferente como muestra del desencuentro que ya se había apoderado de ellos y que llevaría a la disolución del grupo poco después. Quizá sea porque el autor, Ragnar Kjartansson, es finlandés y por esos lares ABBA es como para nosotros Goya o Almodóvar.
"The visitors", de Ragnar Kjartansson ©RM |
"The visitors", de Ragnar Kjartansson ©RM |
Entro
en la sala y empieza mi sorpresa. A modo circular una multitud de pantallas me
muestran cuadros renacentistas, clásicos del arte flamenco, retratos
prerrafaelistas… Me cuesta unos segundos darme cuenta de que en realidad son videoinstalaciones que reproducen un
concierto. O mejor, una deconstrucción de concierto. Porque cada una de las
pantallas está dedicada a uno de los componentes de esta alucinante
representación. Cada uno de ellos se encuentra solo en una habitación de una
mansión profusamente decorada, como de otra época, con su instrumento, con su
voz. Y cada una de estas imágenes conforma un encuadre clásico en el que todo,
desde la iluminación hasta la escenografía o el color de los ropajes, es como
un auténtico cuadro de los que estudiábamos en Historia del Arte (jamás
olvidaré a mi profesora enseñándonos entusiasmada una ilustración a
página
completa del más famoso autorretrato de AlbertoDurero, diciéndonos de uno en uno: “¿A que es guapo?” Creo que Durero fue
posiblemente uno de mis primeros amores de adolescencia…). Me veo envuelto
por las imágenes, por los sonidos, por los colores y de pronto me embarga una
poderosa sensualidad. Quiero absorber esos sonidos, quiero sentir esos colores,
introducirme en las habitaciones de esa mansión, tocar a estos músicos,
fundirme con ellos… No puedo dejar de mirar esas pantallas, es algo casi
vampírico, me absorben. Me siento como si estuviera en el centro de un
concierto en directo en el que todos tocan sólo para mí. A muchos de los que se
han atrevido a entrar en la sala parece que les está pasando lo mismo y poco a
poco nos vamos sentando en el suelo, en la oscuridad, para dejarnos embargar
por la belleza de este canto de sirena.
Alberto Durero |
"The visitors", de Ragnar Kjartansson ©RM |
En
una de las imágenes se ve el exterior de la casa con el coro en el pórtico. Me
recuerda a las grandes casas del Mississipi, a Tara en “Lo que el viento se llevó”, tiene un algo
decadente y a la vez
fantástico, de otro tiempo. Como toda la composición. El guitarrista en la bañera,
otro sentado en el lecho canta mientras su compañera duerme, el pianista, la acordeonista
recién sacada de un cuadro de Rossetti,
la violonchelista, el baterista… En un momento dado uno de los guitarristas
pasa de habitación y se une al pianista, alguien en el exterior lanza un cohete
al lado del coro… Todo te envuelve y te preguntas si en realidad no estarás
asistiendo a un concierto en directo. ¿O será en diferido? ¿O en simulación de
directo-diferido? Hoy en día todo es posible. Igual llamo a la Cospe para que
nos lo explique de manera sencilla. Mientras tanto, haceros una pequeña idea
con uno de los minivideos que grabé:
obra de Rossetti |
Y si podéis ir a experimentarlo, no lo
dudéis, entraréis en otra dimensión. Una en la que el arte y la música
realmente se mezclan. En directo. No, en diferido.
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