Bilbao,
año 7 d.c. (después de la crisis). La prensa y el marketing
de “Hablar” (de Joaquín Oristrell) han
cargado las tintas en el hecho de que esta película sea un magnífico y
auténtico plano secuencia de más de 70 minutos (vamos, algo así como lo que González
Iñarritu fingió hacer en “Birdman”
–lo suyo era un plano secuencia trucado). Y lo es. Pero no es este valor
técnico el único punto fuerte del film. También lo es su ideología, sus
personajes, su presupuesto y, desde luego, sus actores.
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Raúl Arévalo en "Hablar" |
Y
no es una tontería lo del plano secuencia. Cualquiera que tenga una mínima
noción de cine conoce las dificultades que este truco técnico involucra: hace
falta mucha coreografía, mucha pericia técnica para aguantar la cámara sin
cortar siguiendo a los personajes durante toda la duración de la peli -
consiguiendo que se les vea y se les oiga – y desde luego
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"Encruzijados" |
mucha capacidad de
improvisación por parte de todos los involucrados para, pase lo que pase,
seguir filmando. Yo lo sé bien pues en mis tiempos de cortometrajista intenté
hacerlo con “Encruzijados” (con Asier
Etxeandia, Ana Wagener, Carlos Santos y Gracia Olayo) pero enseguida me di cuenta de que era imposible (principalmente por la imposibilidad de
ensayar con los 17 actores juntos) y opté por planos entrelazados a la
manera de un falso plano secuencia. Lo podéis ver en el siguiente link, hasta cierto
punto “Hablar” me lo recuerda:
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Nur Al Levi en "Hablar" |
“Hablar”
lo consigue, y aunque en algún momento se intuya la sombra de la cámara o
algunas interpretaciones sean mejorables y se pudiera haber solucionado con
otra toma, evidentemente 70 minutos de plano no es como para repetir demasiadas
veces. Dicen que sólo hicieron 4 tomas. ¡4 tomas! Pero si Marilyn Monroe para
decir la sencilla frase “¿Dónde está el bourbon?” en “Con faldas y a lo loco” necesitó noventa y tantas… Y así y
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La bella Marta Etura en "Hablar" |
todo el
resultado, a mi parecer, es excelente. ¿Por qué? Pues principalmente porque
comunica. Comunica la realidad de un país – el nuestro – a la deriva. Comunica
el hambre y la necesidad de las madres que no tienen con qué alimentar a sus
hijos, comunica la angustia de muchísimos jóvenes que no encuentran trabajo a
pesar de estar sobrecualificados, comunica el valor de la cultura, comunica lo
perdidos que estamos emocionalmente en esta sociedad de las nuevas tecnologías
y comunica, finalmente, la incomunicación. La de pareja, la de madre e hijo, la
de ciudadano y policía, la de jefes explotadores y trabajadores explotados, en
fin, la incomunicación de todos.
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Joaquín Oristrell en el rodaje de "Hablar" |
Porque
el mensaje que creo que nos quiere lanzar Joaquín
Oristrell (estupendo director – “Sin vergüenza”, “Inconscientes”, y guionista - “Todos
los hombres sois iguales”, “Boca a boca”,
“Reinas”) es que en esta
sociedad necesitamos hablar. Las personas con las personas; y eso incluye
también las instituciones con los ciudadanos, los gobernantes con los
ciudadanos, los partidos políticos con los ciudadanos, los banqueros con los
ciudadanos, los empresarios con los ciudadanos, vamos, que aunque los que están
arriba no están interesados en lo que les tengamos que decir, nosotros sí estamos
interesados en que nos oigan.
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Juan Diego Botto y Astrid Jones en "Hablar" |
Y
todo esto lo dice un maravilloso grupo de actores que no para de hablar: el
loco de Sergio Peris-Mencheta (qué grande, fue el primer actor que me dijo
que sí a un guión
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María Botto en "Hablar" |
junto a la que era su novia entonces, la maravillosa Silvia Abascal), el cabrón de Juan Diego Botto, la madre hambrienta
de María Botto (hermana del anterior, qué lástima da), la filósofa de Nur Al Levi (hermana de los anteriores, papel extraño, cargante), la borracha
desesperada -que no habla pero que llora muy bien- de Estefanía de los Santos (eres
grande, Estefanía), la mujer del corrupto -¿Bárcenas?– de Mercedes Sampietro (¿cómo se puede decir tanto con sus miradas sin abrir la boca?), la
sobrecualificada de Marta Etura (qué belleza, qué voz, una vez recibí una
sonrisa suya y te ilumina el alma), el amante virtual de Raúl Arévalo (genial, como siempre), la africana
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Miguel Ángel Muñoz y Carmen Balagué |
explotada de Astrid Jones (qué realidad encierra esa mujer), el obseso del porno de Miguel Ángel Muñoz (cómo ha mejorado este chico desde “UPA dance”), la madre
comprensiva de Carmen Balagué (estupenda actriz casada con Oristrell, “La
Chunga” de “Aquí no hay quién viva”), el cambio de registro de Secun de la Rosa, la sorpresa final de Alex García (en la vida real, cuando él y su novia, Verónica Echegui entran en los bares de Lavapiés, la gente se da la
vuelta a mirarlos no porque los reconozcan sino por lo hermosos que son),
la increíble camarera filósofa encantadora de serpientes de Melanie Olivares (qué papelón, qué intensidad, con tan poco tiempo y se te queda clavada
en la retina) y el recital final de PetraMartínez y Juan Margallo en el
teatro. ¡Qué homenaje a la palabra, al actor, al teatro, qué bonito final! ¡Qué
difícil película y qué pedazos de actores!
Cine
bien hecho, historias que hacen historia, que cuentan nuestra historia actual,
actorazos que te dejan con la boca abierta, técnica de a-caballo que funciona.
Esto sí que es Marca España. Pero
probablemente no la que al (des)gobierno
le gustaría exportar.
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