Bilbao,
año 8 d.c. (después de la crisis).
Hoy, miércoles, día del espectador en muchos cines, te recomiendo que vayas a
ver “La puerta abierta”, primer
largo de la directora Marina Seresesky
y, tengo que decirlo, la película que le gustaría hacer hoy en día a Almodóvar. Y lo digo así, sin acritud.
No porque me sienta traicionado cada vez que voy a ver uno de sus estrenos y
salgo con la misma decepción del cine. Siempre busco un atisbo de aquel
Almodóvar de los 80 que tanto nos hizo reír y soñar, que reflejaba como nadie
la nueva realidad que veíamos en las calles. O la que nos gustaría haber visto.
Sin embargo su obra actual (todos sus
últimos años, a excepción de “Volver”,
e incluyendo el culebrón “Julieta”,
absurda decisión de la Academia hacer que represente a España en la carrera
hacia los Oscar…) me resulta
plana, sobreactuada, teatral, sin sentido, incluso aburrida, y me pregunto si
no es el resultado de la mente de alguien que hace demasiado tiempo que no
vive. Todo lo contrario que “La puerta abierta”.
Y
hago la comparación almodovariana, porque en sus tres personajes centrales (o debería decir cuatro, incluyendo a la magnífica
niña) encuentro ecos de aquella maravillosa “Qué he hecho yo para merecer esto”. Hay aquí un estupendo trabajo
actoral, qué grande Terele Pávez,
qué tremenda, cómo me ha recordado por primera vez a su hermana (Emma
Penella, la doña Concha de “Aquí no hay quien viva”), qué bombón de
personaje para una señora de su edad, para una de las grandes damas de nuestra
escena. ¡Qué cruel y qué tierna a la vez! Y qué decir de Carmen Machi. Su amargado personaje destila realidad por todos los
poros de su imperfecta piel, como aquella Carmen
Maura (también amargada) del
éxito ochentero de Almodóvar. Machi es el centro de la historia, no intenta
despertar simpatía, es lo que es, como le dice su madre en la película (la Pávez): “puta y amargada”. Porque en
esta historia todas son putas. Hasta las que no lo son. Por eso todo resulta
tan sórdido, tan real, casi se puede oler ese piso-desastre en una corrala
madrileña habitada por putas e hijas de puta (muy similar estéticamente a la que yo disfruté durante mis años de vida en Madrid, pero allí sólo tuvimos a un chapero durante unos meses como vecino), todas amargadas, todas haciéndose
la vida imposible
las
unas a las otras. El único rayo de luz proviene
de la casi-inocencia de la transgénero interpretada con dulzura por Asier Etxeandia (otro grande de nuestro panorama actoral, hay que verlo en musical, en
comedia, en drama… Yo tuve el honor de trabajar con él en mi corto
“Encruzijados”, un auténtico profesional), que tiene que trascender lo
increíble de su caracterización para que nos creamos a su tierno personaje, el
único que aún conserva cierta ilusión por la vida, ciertos sueños (en su caso un buen par de tetas).
Si
las otras vecinas, la cubana, la rusa, son putas, no lo es menos la única que
no se dedica a ello profesionalmente, la portera (Sonia Almarcha, tremenda en
“La soledad”), que en su propia
amargura se comporta como una auténtica hija de puta. Y la que sí lo es, la
niña rusa interpretada (y muy bien) por
Lucía Balas, encierra en
su mirada
la sabiduría que una cría nunca debería tener, por haber visto y oído
demasiado, ese instinto de supervivencia que no la hace menos vulnerable. Ella
es la que desencadena la riada de sentimientos que quizá llevaba demasiados
años encerrada en el interior de estas dos prostitutas ajadas, una vieja (y ya retirada) y la otra a punto de
serlo, madre e hija, que se odian, se desprecian, se gritan, pero a la vez te
hacen reír. Esas miradas de la Machi, de persona que ya no espera nada, que ya
no se cree nada, desmontada por la ternura desesperada de la cría. Esos ojos
desorbitados de la Pávez, que se cree su pasado inventado de celebridad. Y esa
baratez de todo lo que las rodea. Incluso el licor de la Nochevieja: “era el
más caro del chino”… Pero todo puede cambiar cuando menos te lo esperas. Sólo
hace falta dejar la puerta abierta.
Sonia Almarcha y la niña Lucía Balas |
Terele Pávez y Carmen Machi |
Buen
cine, simple, bien narrado (sólo me sobra
la pistola, esto no es cine americano, aquí no nos hacen falta, ya lo demostró
Carmen Maura en aquella maravillosa película con la pata de jamón…),
personajes sólidos, interpretaciones que salen de dentro y que se salen de la pantalla…
Y, a pesar de lo que pueda parecer, una película divertida, con diálogos
chispeantes (el guión estaba pensado para
Machi y Amparo Baró, ambas colegas
de “7 vidas”, pero Baró falleció durante
el proceso) y mucha fantasía (representada
en esas pestañas postizas “tan caras”, en las pelucas, las fotos de Sara Montiel). Cine realizado con pocos
medios, sin grandes productoras por detrás y sin gran campaña de publicidad. Probablemente
si pestañeas desaparecerá de la pantalla. Así que mejor no lo hagas. Vete al cine.
Y disfruta.
Has hecho una crítica estupenda, pienso exactamente igual. Es una lástima que películas tan buenas, no puedan verse en más cines, en Madrid, creo que sólo en 3. Lupita (Asier Etxeandía) mágnifico, tiene frases para enmarcar jajaja. Y al igual que tú, no entiendo que haya sido seleccionada "Julieta" quiere ser tan intensa que dejar de ser cine de Almodovar.
ResponderEliminarLo que sí es verdad es que el público anglosajón y francófono adora a Almodóvar, con lo que igual es una elección comercial para convencer a los americanos...
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