Bilbao
2012, año del fin del mundo. Esto es ya una realidad, una verdad de Perogrullo,
una redundancia… porque hoy en día, un año después del inicio de este gobierno fascista, todo el mundo sabe
que la vida, tal y como la conocíamos, se ha terminado. ¿Qué vendrá después?
Nadie lo sabe. Probablemente dependerá de nosotros mismos, de nuestras reacciones.
Pero lo que sí es cierto es que hay en este momento mucha gente que lo está
pasando realmente mal. Gente que se tira por las ventanas porque no puede pagar
su hipoteca. Exactamente igual que ocurrió hace casi un siglo, en la conocida
como la Gran Depresión, cuando la
gente que se arruinaba optaba también por arrojarse al vacío. Nunca pensamos
que nos iba a tocar vivir algo parecido. Nos habíamos acostumbrado a una
realidad en la que todo iba siempre a mejor, de hecho, sólo podía ir a mejor y
cada generación estaba destinada a vivir con muchas más comodidades que sus
predecesores. Pero eso ya no es así. De repente estamos siendo testigos de una
regresión hacia una sociedad y un tipo de vida que cada día se parece más a lo
que nos contaban nuestras abuelas de la posguerra.
Y no solamente por la escasez económica, sino por la pérdida de derechos
civiles. ¿Quién nos lo iba a decir, verdad?
Pero
en las últimas semanas ha habido también motivo de alegría. Sí, aunque parezca
casi imposible. En los cómics Marvel,
el mutante Estrella del Norte se
casaba con su novio (del mismo sexo, si no
de la misma constitución genética ni del mismo color de piel). Y lo mejor
de todo es confirmar que si lo hubieran hecho en España, ese matrimonio sería
hoy en día válido y ratificado por el Tribunal
Constitucional, muy a pesar de los mismos fascistas de siempre que nunca
han creído en la igualdad total (a ningún
nivel, ni la de los gays ni la de las mujeres ni la de los pobres ni la de la
clase media). Así que no puedo más que felicitar a mi marido por seguir
casado conmigo y a mí mismo por no haber sido salvajemente divorciado por unas
leyes que cada día nos resultan más ajenas. Por cierto, que aprovechando esta
boda mutante gay, en EEUU (ya sabéis que
a extravagancia no les gana nadie) se celebraron montones de bodas del
mismo sexo… ¡en tiendas de cómics! (y yo que
pensaba que la mía había sido original…)
Otra
buena noticia. ¡Los jueces tienen corazón! Sí, aunque parezca mentira, hasta
ellos se han posicionado en contra de los desahucios y de la política de este
gobierno en ese tema (tampoco el anterior
hizo nada por solucionar este lacerante abuso de los bancos). Pero el
gobierno fascista sigue en sus 13 y tiene muy claro que aquí, sólo hay que
ayudar a la banca. Para que sigan arruinándonos. He de confesar también mi
sorpresa ante el apoyo de numerosos ayuntamientos hacia los que viven cada día
con la incertidumbre de que lleguen los banqueros con sus trajes a medida para
echarles de sus casas. Se trata de una iniciativa que empezó con el alcalde de Santa Cruz de Tenerife, que
amenazó a los bancos de su ciudad con que si continuaban con un solo desahucio
más retiraría todo el dinero del ayuntamiento de esas entidades. Varios colegas
suyos han seguido su ejemplo. Y nunca mejor dicho, porque es ejemplar. Quizá si
todos los ciudadanos hiciéramos lo mismo y cada vez que nos enterásemos de un
desahucio corriéramos a ese banco a retirar nuestro dinero, los banqueros con
sus trajes a medida se lo pensarían dos veces. Me han contado un caso de un
sitio donde un banco decidió quedarse con el edificio donde había un centro de
la tercera edad. Y los jubiletas (tan
originales ellos, y va sin segundas) se pusieron de acuerdo y se plantaron
todas las mañanas en la sucursal del banco a bloquearla de una manera muy
inteligente: llegaban a primera hora y hacían cola, pedían 200 euros y se
volvían a poner en la cola para ingresarlos, y así sucesivamente, con lo que no
permitían el funcionamiento normal del banco. Consiguieron su objetivo y el banco
reculó. Yo conozco a muy pocos banqueros. Es más, en realidad sólo conozco a
dos. Y uno de ellos es un corrupto que incluso ha perdido su trabajo por los
negocios sucios que se traía (me imagino
que no a favor de la entidad, si no, seguro que le hubieran ascendido). El
día de la muerte de la última mujer que se suicidó (esta vez en Barakaldo), fui testigo de una manifestación de semejante
envergadura cruzando las calles de esta población que no veía desde que estaba
en 1º de BUP (sí, a principios de los
años 80) y explotó la caldera de un colegio de Ortuella, dejando alrededor
de 50 víctimas infantiles. Igual dolor e indignación recorría aquella noche las
calles de Barakaldo. El gobierno
sabe que el pueblo está indignado y no le importa. Si no, no habrían suspendido
el día de puertas abiertas que anualmente celebra la divina Constitución (sí, aquella que ellos no querían aprobar y a la que ahora se aferran
como si fuera la biblia). Obviamente tienen miedo a que el pueblo entre en
su centro de poder por si pretende quedarse con él. Quizá la mala publicidad
que esto les daría en Europa no les apetezca demasiado. Aunque últimamente estoy
empezando a pensar que lo que realmente quieren es que haya una revolución,
porque eso les daría la excusa perfecta para echar el ejército a la calle y quedarse
con el poder de por vida, cumpliendo así su sueño de continuar el poder franquista. Si no, no se entiende que
estén gobernando tan a ciegas y tan de espaldas al pueblo, sin miedo ninguno a
las consecuencias de sus actos. A mí, sinceramente, me daría mucha vergüenza
que allá donde fuera me recibieran con pitidos, insultos y abucheos. ¡Ah, se me
olvidaba! Que los políticos no tienen vergüenza. Como los banqueros. Ni
corazón. Ellos nunca se equivocan, jamás admiten errores y, desde luego, ni
siquiera contemplan la posibilidad de dimitir. Y si no, que se lo pregunten a
mi favorita, Ana Botella, la
indigna.
Y
aún ha habido una buena noticia más. La victoria electoral de Obama. Sí, ya sé que no es lo perfecto
y que de lo que promete se olvida muy rápido (al fin y al cabo es político, ¿no?, ¿qué esperamos?). Pero hay que
reconocer que es el menor de dos males mayores. Y uniéndolo con la primera
buena noticia, ha sido el primer presidente de EEUU que se ha manifestado a
favor de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Cada uno barre para
casa (lo digo por mí, no por él). Me
imagino a Marilyn cantándole un sexy
“Congratulations” en lugar de su inolvidable “Happy birthday, Mr President”.
Por cierto, que en uno de los capítulos de la segunda temporada de Breaking Bad, la embarazadísima y
rubísima esposa hace una muy buena imitación de la estrella rubia por
antonomasia, cantándole el “Feliz cumpleaños” a su atractivo jefe con el que
flirtea. Ahora habrá que ver qué hace el reelegido presidente norteamericano con
la nueva crisis (por no decir guerra)
entre palestinos e israelíes en la franja de Gaza. Históricamente ellos (los
americanos) siempre han apoyado a Israel.
Será por la cantidad de judíos económicamente poderosos que hay en EEUU y a los
que ningún presidente quiere (o se
atreve) a ahuyentar. Yo estos días no puedo dejar de pensar en las familias
palestinas que conocí durante mi experiencia de este verano. Y entiendo
perfectamente su rebelión contra aquellos que se lo han quitado todo y encima
siguen oprimiéndoles.
Pero
sigamos con las buenas noticias. Me he enterado recientemente que por los
círculos de Hollywood lleva décadas
circulando un amago de intento de truño de continuación de la mítica Casablanca. ¿Os imagináis? Después de
aquel inolvidable final en el aeropuerto, ¿qué más podía ocurrir sin romper la
magia? Pues sí, el dólar sigue apareciendo en las pupilas de los productores
que, gracias a los dioses, nunca han conseguido sacar adelante el proyecto. La
verdad que la historia que escribieron al poco de comprobar el impacto mediático
de la original, no tiene desperdicio (para
cualquier plató de Sálvame, claro).
La pobre Ilsa (Ingrid Bergman) llega a EEUU embarazada de Rick (Humphrey
Bogart) (¿os imagináis eso en la
pacata sociedad de los años 40?). Total, que el tiempo pasa y el hijo crece
y se convierte en un revolucionario como su padre, al que busca en no sé qué
guerra… En este punto ya perdí el interés porque parecía más “El hijo de Robin
Hood” que una continuación de Casablanca. ¿Cómo se atreven? Pero ya puestos, me
acordé que hace años mi truculenta imaginación también dio a luz una
continuación muy sui generis que además unía ese título con otra de mis pelis
favoritas de los 40. ¿Adivináis cuál? Pues sí, como diría el mismísimo
Humphrey: “de todos los locales de Buenos Aires, tuviste que entrar en éste…” Y
es que no sé si recordáis el argumento de Gilda,
pero la trama se desarrollaba en un cabaret de la capital argentina donde los
protagonistas se reencontraban y luchaban contra un malísimo nazi. Bueno, pues
en esta continuación, Ilsa desembarca en Buenos Aires y, no me preguntéis cómo,
acaba en el local de Gilda, donde evidentemente llegará Humphrey buscándola y,
junto con el amante de Gilda, el soso Glenn
Ford, (y tras una cierta desconfianza
inicial de éste hacia los recién llegados) seguirán las dos parejas
combatiendo a los malos nazis (como ya
hicieran por separado en sus respectivas películas). ¿No os parece mucho
más interesante? Desde luego tendría algunos toques de Encadenados, de Hitchcock,
que también transcurría en Buenos Aires y que también protagonizaba la Bergman (de la que el gordo y genial director
aparentemente se enamoró, como siempre hacía con sus actrices rubias, ¡qué
fijación!). Y así, con este toque mitómano, os dejo. No sin antes recordar
un sentimiento agridulce que me invadió esta semana cuando vi unas imágenes de “Los
payasos de la tele”, que ilustraban la muerte de Miliki. Me dejé llevar por la nostalgia. Pero no porque a mí me
gustasen particularmente los payasos, más bien me parecían aburridísimos y lo
que yo quería era que se acabaran para poder ver Espacio 1999 o incluso la empalagosa sonrisa de otra inolvidable
para nuestra generación: Mª Luisa Seco.
Sus pantalones de campana quedaron impregnados en mi memoria mucho más que las
narices (algo fálicas, todo sea dicho)
de los payasos. Pero reconozco que al ver esas imágenes en blanco y negro con
todos los niños ilusionadísimos contestando al consabido “¿Cómo están
ustedeeeeeeeeees?”, no pude evitar pensar en lo lejos que estamos ya de
aquellos días de inocencia infantil en los que merendábamos un bocata de
Nocilla o de mantequilla con azúcar mientras hacíamos los deberes. Había sólo
un canal de televisión y todos comentábamos los programas en el patio del
colegio al día siguiente mientras intercambiábamos preciados cromos de alguna
colección ya olvidada... En fin, que os recomiendo que os pongáis una peluca
rubia platino y una nariz roja con forma de pene para que le cantéis el Happy
Birthday al mutante gay Estrella del Norte mientras en el fondo de la sala Rita
Hayworth se quita un guante negro lúbricamente ante la sonrisa medio
avergonzada y semivirginal de la sueca Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, con el
cigarrillo en la boca, lucha incesantemente contra el gobierno fascista de un
país bananero llamado España…