Año 1
d.c. (durante la crisis -de la Covid). La primera vez que oí
hablar de Tales of the city (hoy en día una de las últimas
series de Netflix en su reboot-continuación) corrían los primeros
años 90 y yo vivía en Londres. Se trataba de una miniserie de
televisión coproducida entre los Estados Unidos y el Reino Unido que estaba
causando sensación en el panorama televisivo de las islas británicas, debido a
que por sus imágenes transitaban con total naturalidad hombres gays, lesbianas,
bisexuales, transexuales…, e incluso algún heterosexual.
Recordemos que en aquella época estábamos aún inmersos en la epidemia del SIDA,
lo que había rebajado muchísimo la visibilidad catódica del colectivo LGTBI+
desde principios de los 80 (justo cuando estaba empezando a despegar).
El hecho de que la historia estuviera ambientada en el San Francisco de
mediados de los 70, hacía que sus personajes fornicaran sin prejuicios y sin
escrúpulos, mucho antes de tener que prestar atención a posibles contagios y
tragedias. Ya llegaría el momento.
Porque
como aprendí gracias a mis amig@s londinenses, la serie se basaba en una
conocida saga de novelas escritas por el autor americano ArmisteadMaupin y cualquier gay que se preciara de serlo las conocía al dedillo.
Como yo estaba por aquel entonces adquiriendo la identidad de “gay que se
enorgullece de serlo” me puse a la tarea y me leí la primera de las novelas,
titulada como la serie, Tales of the city. Y ya no pude parar; enseguida
llegó la segunda (More tales of the city), la tercera (Further tales of
the city -formando así la trilogía de los 70) y después me haría con la
siguiente trilogía ambientada en los 80 (Babycakes, Significant others y
Sure of you, en las que ya no se podía obviar el tema del SIDA, que tomaba
protagonismo en las tramas).
Una de
las curiosidades de esta saga de novelas y series de televisión es
que comenzó como una columna de un periódico de San Francisco, en la que Mr.
Maupin desarrolló un grupo de personajes: Mary-Ann Singleton, Michael Tolliver (Mouse
para los amigos), Mrs. Madrigal, Brian, Dee-Dee Halcyon…, que creaban
adicción entre los lectores, que querían saber más sobre sus vidas, sus
secretos, sus romances y los misterios en los que se enredaban. Porque Tales
of the City es básicamente una historia sobre la familia, pero no la familia
biológica, sino (como bien explica Maupin) la familia lógica,
aquella que elegimos a lo largo de nuestras vidas para compartir nuestras
alegrías y nuestras miserias, o sea, esas amistades que se convierten en una
constante en nuestra existencia. Pero también es una historia de búsqueda de
identidad, de saber quiénes somos ahora a pesar de lo que hayamos sido antes. Y
desde luego es una historia de cambios, de trans-formaciones. Los personajes no
solo cambian de parejas, de amigos o de género e identidad sexual (entonces
aún no se había inventado el término género fluido), los hay que
cambian incluso de color de piel, es decir, de raza. Así de original es la obra
de Armistead Maupin (cuya vida es el centro del documental The untoldtales of Armistead Maupin, de nuevo en Netflix).
El
centro neurálgico de las historias es una singular casa de apartamentos de
alquiler situados alrededor de un maravilloso jardín donde entre otras cosas se
planta marihuana, a la que se accede a través de una pintoresca escalera de
madera. En las novelas se llama Barbary Lane, en la realidad existe y se
llama Macondray Lane. Yo estuve allí (con orgullo), en mis tiempos como
redactor de Nosolomusica -cuando había presupuesto en los programas de
televisión para enviarnos a la otra parte del mundo a hacer reportajes-,
entrevistando al autor, un encantador Mr. Maupin, que cumplió así uno de mis sueños,
pasearme por los jardines que pisaban mis personajes favoritos. La dueña de los
apartamentos Mrs. Madrigal, una singular y adorable mujer de mediana edad con
un pasado y un secreto, es interpretada en las series por Olympia Dukakis
(las tres miniseries originales que cubrían la primera trilogía y el
reciente reboot-continuación se pueden ver, claro, en Netflix). A su
alrededor se establecen las relaciones entre sus inquilinos (Laura Linney
-candidata a varios Oscar y protagonista de Ozark- interpreta a la intrépida Mary-Ann), cada
uno con sus propios secretos, y también una espiral de misterios casi
hitchcockianos, entre los que se puede encontrar pedofilia, canibalismo
y hasta gurús de sectas asesinas. Según avanzan los años, los personajes
van madurando y sus historias también. Hasta llegar a una tercera trilogía
publicada ya en el siglo XXI, en la que nos encontramos a todos ellos (o los
que han sobrevivido) afrontando el principio (o el fin) de la
tercera edad. Algunos misterios del pasado vuelven a reaparecer en un guiño a
los lectores fieles. Porque Tales of the city tiene una legión de
seguidor@s por todo el mundo, auténticos fans que esperamos con ansia la
publicación de la última novela del autor, en la que retoma a uno de los
personajes de la saga a mitad de los 80.
En la
ilustración que he realizado (podéis ver más en la web de Rob Cristo)
como homenaje a estas Historias de San Francisco (como se
titularon aquí en una edición que abarcaba las tres primeras novelas, que
fueron traducidas sin demasiada creatividad y que pasaron sin pena ni gloria
por las librerías españolas), he intentado recoger a los personajes que para
mí son más representativos de la saga, algunos de ellos repetidos en diferentes
edades, como parte de una espiral que les envuelve -romances, misterios, raptos,
muertes, amnesias…- enmarcada por el fabuloso Golden Gate de San Francisco.
Si os fijáis encontraréis también pequeños objetos que son símbolos de algunas
de las historias más icónicas, principalmente de la primera trilogía, la más
divertida de las tres. En mis sueños sería la portada de una edición cuidada de esta saga en castellano. Porque, seamos realistas en estos tiempos de Covid, ¿qué
es la vida sin nuestros sueño, sin unas buenas risas, una pizca de romance, un buen misterio que
resolver y la vuelta siempre a esa familia lógica a la que contarle tus
aventuras?
Ya me has puesto deberes 🤔🤔
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