Año 1
d.c. (durante la crisis -de la Covid). Parecía que no pero sí,
hay vida para la cultura (iba a decir después, pero aún no)
durante la pandemia. Anoche fue la prueba perfecta. La Sala BBK deBilbao nos ofreció un auténtico lujo: ¡Un concierto! Qué digo un
concierto, más bien un conciertazo. Nada más y nada menos que El columpio asesino, en vivo, en directo, como en los viejos tiempos. O bueno, casi como
en los viejos tiempos. En realidad yo nunca había estado en un concierto como
este. Algo así como una tercera parte del aforo (a pesar de que había
llenazo), todos sentados en sillas individuales separadas a ambos lados y
delante y detrás por un mínimo de metro y medio medido del resto de asistentes.
O sea, una experiencia totalmente individual, ya que no se podía ni siquiera
comentar con quien hubieras ido por la distancia. Así y todo, bendita sea la
velada.
Hacía…
ni me acuerdo del tiempo desde la última vez que había ido a un concierto. Es
verdad que hoy en día, todo lo anterior al virus me parece que ocurrió
hace ya un siglo -como decía alguien en Internet, cualquier serie es ya un
melodrama histórico porque nadie lleva mascarillas. Pero para mí la
experiencia de ir a conciertos era la de estar de pie, bailando y con una birra
en la mano, comentando la jugada con quien quiera que hubiese ido. Es verdad
que, obviamente, ahora todo es distinto. Porque tiene que serlo, no nos queda
más remedio. Y podemos disfrutarlo. Porque así y todo fue una sensación de
vuelta a la vida, de esperanza... Disfrutar de un directo un sábado por la
noche, ¡guau! Y de El columpio asesino…
La acústica
de la BBK es maravillosa, la música sonaba como si estuviese saliendo
directamente del disco, el juego de luces era realmente envolvente, el grupo…, ¿qué voy a decir de ellos? Solo necesito
cinco palabras: IM-PRE-SIO-NAN-TE. Si los pamplonicos empezaron el concierto
con su último hit, “Preparada” y lo acabaron -antes de los bises- con su ya
clásico “Toro”, en medio nos deleitaron con toda una saga de títulos de lo más
disfrutables entre cuyas letras pululan quasi mágicamente cadáveres, lágrimas
amargas, ballenas muertas, botes de humo, copas de champán, diamantes, azotes,
mataderos de uralita, perlas y vicio, sobre todo mucho vicio. Porque las letras
de El columpio son letras canallas, de rock, de pop electrónico
y hasta de punk, de poesía casi sórdida entonada por las voces y los
gritos de Cristina Martínez (me recordaba un poco a la Chrissie Hynde
de Pretenders cuando les vi en Madrid hace ya muchos años) y de Albaro
Arizaleta, que consiguieron que l@s asistentes “bailaran” a pesar de estar
sentad@s. Algun@s se encontraban cerca del paroxismo por la imposibilidad de
lanzarse a dar saltos al ritmo de sus canciones. Y se notaba que al grupo
también le hacía falta que nos echásemos allí mismo a bailar desenfrenadamente.
Habrá que esperar aún, pero todo llegará.
Mientras
tanto, por favor, disfrutemos de los conciertos, disfrutemos de la cultura,
del teatro, de la danza, del cine… Son espacios perfectamente
seguros, mucho más que el interior de cualquier bar. No les tengamos
miedo, seamos sensatos, pero disfrutemos. Porque aún hay vida -incluso- durante
la pandemia. Y estamos deseando disfrutarla.
¡Ojalá pudiera haber ido!
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