©RM Judería de Jerusalén |
Hoy os voy a amenizar esta historia con algo de música de Beach House, que fue el último grupo que vi en concierto antes de empezar mi periplo por el Oriente Próximo, los vimos en Biarritz cuatro días antes de marcharme, un conciertazo:
http://www.youtube.com/watch?v=prhI9mrB4So
En este lado del
mundo, la mayor parte de la gente lleva ya casi una semana sin probar bocado,
desde que amanece hasta que anochece. No sólo eso, sino que tampoco les está
permitido beber líquido alguno. Y dicen que nada de sexo. Y no, no se trata de
que los recortes de Rajoy hayan
llegado hasta Jordania, ni de que Gallardón haya iniciado otra cruzada
moral. Ni siquiera que Andreita Fabra
haya dicho “que se jodan los pobres,
yo me como todos los pasteles…” Es algo que dura 30 días y que se llama Ramadán. Eso sí, en cuanto oscurece las
reuniones familiares y de amigos se multiplican para celebrar la gran comilona.
Todas las noches. Me cuentan que es como una Nochebuena que durase 30 días
seguidos. Hay incluso regalos. ¿Os lo podéis imaginar? Si a la mayoría de
nosotros ya la idea de dos noches así en una semana nos resultan difíciles de
digerir… Y es verdad que las calles de Ammán,
o más bien sus carreteras, están estos días extrañamente tranquilas (si tenemos en cuenta la furia con la que
conducen habitualmente mientras hablan sin parar por sus móviles). Estos
días hay muy poco tráfico, la mayor parte de restaurantes y bares están
cerrados durante el día y la gente funciona a menos revoluciones. La comunidad
internacional me cuenta que en sus trabajos la
mayor parte de la gente tiene horarios especiales para ajustarse a las
necesidades del Ramadán y que ellos se retiran discretamente a comer para no
llamar la atención ni herir sensibilidades. Un poco como lo que pasa en España
cuando hay fútbol, que a todo el
mundo le resulta natural que la gente se coja tardes libres. Siempre me imagino
lo que pasaría si yo me cogiera una tarde libre para ir al cine o ver la
entrega de los Oscars… En fin, es lo que tienen las religiones y los deportes,
como sabéis santos de mi devoción (y
nunca mejor dicho). Por cierto, que gracias al Ramadán nos hemos quedado
casi sin agua en casa. Resulta que en Jordania, como os podéis imaginar, el
agua escasea. Y mucho. Así que la gente normal, la de a pie, se tiene que
conformar con un suministro siempre pequeño. Sin embargo, en las casas de los
internacionales, como en la que yo vivo, no solamente hay guardias en las
entradas para protegernos de posibles revueltas, atentados y demás, sino que
hay un suministro continuo de agua corriente. Para que nos sintamos como en
Europa. Menos en Ramadán. Como todo funciona a medias durante este mes porque
la gente vive en continuo agotamiento (es
lo que tiene no poder comer ni beber desde las 4 de la mañana hasta las 8 de la
tarde y luego darse un festín todas las noches) pues resulta que los del
ayuntamiento, encargados de traer el agua a nuestro depósito, sólo han traído
una mínima cantidad, así sin avisar, y sin decir cuándo volverán con más. Así
que andamos en casa sin poder ducharnos, llenando el lavabo para hacer nuestras
abluciones diarias, esperando cada día que la cisterna del báter no se seque…
Quizá sea bueno ir acostumbrándonos para cuando en España no se pueda uno pagar
ya la cuenta del agua y de la luz y volvamos a la posguerra…
©RM Ammán al atardecer |
Pero regresemos a
Israel, o mejor a Palestina, tras mi llegada, cuando aún nos alojábamos en el
hostal de la “granny”, cerca del auténtico Portal de Belén. Mi primer contacto
con la religión musulmana fue al escuchar la llamada a la oración a eso de las
9 de la noche. Las primeras veces resultaba muy exótico. Luego te das cuenta de
que también suena sobre la 1 del mediodía, y creo que sobre las 4 de la tarde.
Y ya piensas, “bueno” y sigues con lo que estás haciendo mientras la grabación
se reproduce con altavoces desde los minaretes con luz de neón verde (color del Islam, el verde, no el neón). Pero es
que una noche me desperté a eso de las 3 y media de la mañana con la dichosa
llamadita a la oración. Lo raro es que no la hubiera oído las noches
anteriores, debía estar agotado. Pero lo peor fue que a eso de las 8 de la
mañana me despertó el sonido de… ¡las campanas de una iglesia católica que
había cerca! ¡Dios mío –pensé- ahora sí que estoy en la cuna de las
civilizaciones… religiosas! Y son tan pesadas las unas como las otras… Si yo
lo único que quiero es dormir, que es domingo y mi único día libre de toda la
grabación…
Y claro, luego está
la otra gran religión de la zona: la judía. No sé si habréis oído en las
noticias últimamente que hay un gran revuelo en Israel porque el estado está
pensando en obligar a los ultraortodoxos extremos a cumplir con el ejército,
como el resto de los ciudadanos, que cumplen tres años ellos y dos ellas. Y yo,
ya sabéis, no soy amigo de ningún ejército ni mucho menos de que sea
obligatorio. Pero es que el motivo por el que esos hombres de negro están
exentos es simplemente… ¡porque dedican toda su vida a estudiar la torá, o sea,
la biblia judía! Y no sólo eso, sino que debido a tanto estudio teológico no
pueden ni siquiera trabajar y son sus mujeres las que lo hacen… de por vida. Y
como generalmente tienen del orden de 6 ó 7 hijos, pues el gobierno les tiene
que dar subvenciones y becas para que sigan tan plácidamente viviendo la vida
espiritual que han elegido. Claro, no pagan impuestos, no contribuyen a la
seguridad social y encima reciben todo tipo de ayudas. Así que la parte laica
del estado israelí está hasta el moño de pagarles todo a estos píos estudiosos.
Y parece que están empezando a rebelarse. Ellos se defienden diciendo que
forman “el ejército de Yahvé”… La verdad que miedo sí que dan, con sus levitas
y sombreros negros, las barbas canas, los rizos por delante de las orejas (eso es lo
©RM Árabes judíos o Judíos árabes, también los hay |
peor, lo confieso) y los
ojos metidos en las cuencas de una expresión cadavérica. No sonríen, se lo debe
prohibir su religión. Y claro, nunca hablan con los que nos son como ellos. Por
las juderías de Jerusalén vi escenas que podrían haber sido sacadas de hace
siglos, callejones que no han cambiado, hombres al otro extremo vestidos igual
que sus tatarabuelos… ¿Qué pensarán de la ocupación, de las tierras palestinas
que han robado y de la tortura en la que han convertido las vidas de sus
habitantes? Pues parece que hay gustos para todos. Los más extremistas piensan
que no se debería llevar a cabo la ocupación hasta que llegue el Mesías,
entonces sí. Los siguientes parece que piensan que el primer paso para la
llegada del Mesías es la ocupación de la Tierra Prometida, así que los que ya
estuvieran allí que se aguanten (“que se
jodan”, como diría la Fabra, lo sé, no puedo evitarlo). Y luego hay otros
muchos que no saben o no quieren saber o saben y no les importa. Porque viven
muy bien. Porque les llegan subvenciones de todo el mundo, principalmente de
EEUU y de la UE (acabo de leer que los americanos van a dar no sé
©RM Las cúpulas de Jerusalén |
cuántos
millones al ejército israelí), para resolver los entuertos que ellos han creado
y lavar sus conciencias. Y así sigue todo, los israelíes gobiernan, ocupan, aterrorizan.
Y los palestinos sufren y se aguantan. Algunos luchan. Como los niños. Pero
entonces los meten a la cárcel por tirar piedras, a veces con 10 años, con 12,
con 14 o con 16… Los juzgan en cortes militares, sin pruebas ni testigos, y los
condenan a penas que dependen de si confiesan o no. En este último caso suelen
pasar más tiempo detenidos, para así evitar que los siguientes hagan lo mismo.
Las primeras
familias que visitamos, en los días previos al rodaje, fueron las que más me
impresionaron. Yo siempre he sido de lágrima fácil (lo he debido heredar de mi aita, que lloraba el pobre hasta con
“Heidi”) y reconozco que hubo dos momentos en los que tuve que retirar la
mirada. En ambos casos fue con madres de estos niños que habían sido detenidos.
Cuando llegabas a sus casas lo primero que hacían era recibirte con un
“welcome” que estaba siempre dispuesto a salir de sus bocas. Fue mi primer
contacto con la cultura palestina y me inició en la forma de ser de una gente
cuyo máximo orgullo es la hospitalidad. La cantidad de veces que he oído esa
palabra desde entonces. Luego te ofrecían café y té y a veces galletas o
pastas. También insistían en que te quedases a comer. Y estamos hablando de
familias que difícilmente pueden alimentarse a sí mismos. Las madres nos
contaban los detalles de cómo el ejército israelí entró en sus casas en mitad
de la noche para llevarse a sus hijos (lo
más parecido a un secuestro legal que he oído), destrozando las casas
entretanto. Teníais que ver los ojos de esas madres cuando nos lo contaban,
estaban llenos de frustración y también de resignación, pero a la vez
conseguían mantener una sonrisa increíblemente tierna. En un par de ocasiones,
cuando me decían lo que les habían hecho a sus familias, a sus casas, no pude
evitar decirles “tienes una casa muy bonita” o “tienes una familia estupenda”,
a lo que ellas invariablemente me contestaban: “Y tú tienes unos ojos muy
dulces.” Aunque me imaginaba que era una expresión árabe de agradecimiento,
tenía que apartar la mirada porque veía que se me saltaban las lágrimas. Eran
loables sus esfuerzos por mantener sus hogares impecables y sus familias
unidas, a pesar de las terribles circunstancias en las que viven. En un momento
concreto del rodaje, mientras grabábamos una de las entrevistas, una de esas
madres se echó a llorar cuando menos lo esperábamos (también es verdad que no entendíamos lo que nos decía hasta que la
parte palestina de nuestro equipo nos lo traducía). Ninguno de nosotros fue
capaz de reaccionar para captar ese primer plano que tanto adora la pantalla.
Nos quedamos petrificados. Pero nunca se me olvidará la mirada de esa madre que
sufría por su hijo…
©RM El Books Café de Ammán |
Continuaré con esta
historia en mi próxima entrega, pero ahora para romper el dramatismo os contaré
que me he venido a escribir esto al Books, ese café moderno, semi gay de Ammán, que
claro, es de los pocos que sigue abriendo durante el Ramadán. Y os puedo contar
que hoy, sábado al mediodía, aquí no se reúne sólo la comunidad internacional.
Aquí hay muchos árabes que, obviamente, no mantienen el ayuno. Así me gusta. Y
yo, mientras tanto, celebrando en solitario mi quinto aniversario de boda.
Menos mal que esta mañana he conseguido hablar con mi marido por teléfono (la
conexión a internet también nos está fallando y hacía días que no hablábamos,
¿será por el Ramadán?). En cuatro días está aquí para visitarme (no nos hemos
visto en casi dos meses) y nos iremos a descubrir Petra. Más o menos a la vez,
el mundo entero recordará el 50 aniversario de la muerte de uno de los mayores
iconos del siglo XX, la rubia entre las rubias, la que hizo mundialmente
famosas las iniciales MM, un lunar falso, unos labios carnosos y unos ojos
miopes. Era además, una gran actriz. Aunque muchos no lo hayan descubierto aún.
Su silueta y su pelo platino siguen apareciendo en publicidad, en carteles,
pósters, postales, películas… Te la encuentras donde menos te lo esperas. Va
por ti, Marilyn. ¡Salud!
Guapa como ella sola |
Única |
Sensual, frágil |