Fijaros bien en este calendario maya... |
Bilbao
2012, año del fin del mundo. Mes del fin
del mundo. Y es más, a sólo a unos días de la fatídica fecha marcada por
los mayas agoreros. Ya sabéis que yo soy de los que piensan que el fin del
mundo, tal y como lo conocíamos, ya está aquí, porque es el fin de la sociedad
en la que hemos crecido y que creíamos eterna, el fin del estado del bienestar (progreso para todos, cultura, salud y
educación universales…). Y por eso mismo, la semana pasada, cuando llegó el
12 del 12 del 12 (fijaos qué fecha tan
bonita, que no es capicúa, como me hizo saber mi marido que en esto de números
es muy ducho él: 12-12-12) yo me empeñé en buscar una señal, algo que nos
dé aliento o nos confirme el desaliento de una vez por todas… Así que me puse a
ello con todos mis sentidos, escuchando la radio (Radio 3, claro, estoy
enganchado, la oigo todo el día), viendo las noticias (o sea, “El Intermedio”, que
por lo menos me río y no tengo la sensación de que se están riendo una vez más
de mí, y de todos, a la cara, como pasa ya con “La 1”) y nada: lo mismo de siempre, que si Wert ha dicho, que si Gallardón
ha dejado de decir (ahora resulta que le
va el sado, por eso de que “le gusta hacer daño”), que si la Botella no irá a la cárcel (¡sigh! sería un auténtico logro para la
humanidad, al menos para la mía), que si suben los parados, que si nos
quitan más derechos, que si el gobierno sigue tomándonos el pelo, que si cada
vez más pobres… Pero vamos, de señales, ni una. Hasta que de pronto, lo vi claro:
el papa, el sumísimo
pontífice, había lanzado a las ondas que nos aturden el cerebro su primer
twiteo. ¿Y qué podía decir semejante personaje, tan conectado con las masas y
con la vida actual, tan sabio en lo que las parejas necesitan…? Pues obviamente
un simple: “Os bendigo a todos”. ¡Qué horror¡ Esa era la señal. Cuando un ser
que se parece al diablo como dos gotas de agua lanza una bendición universal,
significa que estamos todos (sí, incluso
los homosexuales y los infieles) definitivamente condenados… Así que…
uniendo esto al hecho de que mi participación para el concurso de bloggers de BilbaoCentro no tuvo éxito más que
entre mis fieles seguidores universales (podéis
leer la entrada ganadora en http://bilbaocentroexperience.com/2012/12/10/bilbao-centro-by-laura-chamorro/
y juzgar por vosotros mismos),
decidí que lo mejor que se podía hacer ante tamaña e inminente desgracia, era…
echar la vista atrás. Es decir, regocijarnos con nuestro propio pasado…
"Abróchense los cinturones..." |
Os
lo había venido prometiendo en algunos de mis primeros cuentos de este blog.
Sí, por fin ha llegado el momento de hablar de los 80, y de cómo era Bilbao en
esa época que últimamente nos empeñamos en glorificar… No tengo otra que volver
a remitirme a mi querida Bette (Davis, se
sobreentiende): “abróchense los cinturones, señoras y señores, porque va a
haber tormenta”. Y claro, como no podía ser menos, hablando de esa década tan
musical, tendremos que empezar con la banda sonora:
Es "Cantante de ópera", una canción que nunca he sabido a quién pertenecía pero que para mí inauguró la
década, o al menos mis memorias de esa época. Se trata de “U.A.”, que sólo editó este single (ya sabemos todos lo erráticos que eran los artistas de entonces).
Y a mí me pilló siendo aún un crío, en lo que recuerdo como mi último verano
infantil, en el pueblo de la Rioja donde veraneaba mi querida prima y en donde
pasé los mejores momentos de mi infancia. Recuerdo en particular aquella mañana
en la que salimos con las bicis toda la cuadrilla y nos fuimos de excursión por
carreteras secundarias y caminos. Hacía uno de esos días de bochorno pegajoso,
nublado, a punto de llover, y nosotros desfilábamos por la carretera cantando
todos a una esta maravillosa canción que ya suponía para mí el anuncio de una
época distinta. Al poco de volver del verano daría unos pasos en la asimilación
de mi sexualidad que marcarían toda la década. Pero en aquella mañana de verano
aún era inocente y disfrutaba con mis amigos cantando a coro por las carreteras
el estribillo de esta “cantante de ópera”. Recuerdo cómo, en una curva del
camino, vimos un aspersor, de esos que dan vueltas y giran sobre sí mismos
mientras riegan los cultivos… ¡Y hacía tanto calor! No nos lo pensamos dos
veces, dejamos allí mismo las bicis, junto al camino, y empezamos a correr
alrededor del aspersor, usándolo como improvisada ducha giratoria al aire
libre… Se nos pegaron las camisetas al cuerpo para el resto del camino. Un
camión pasó en ese momento y empezó a pitarnos con alegría. Debíamos formar un
espectáculo digno de verse… Lo recuerdo a cámara lenta, el aspersor, las gotas
de agua a nuestro alrededor y el camión saludando al pasar… Éramos aún
adolescentes y la década no había hecho más que empezar.
Para
entonces Mecano ya hacía de las
suyas, y su primer éxito había sido la banda sonora de la primera excursión que
hice con mis amigos del instituto, a la playa:
Matábamos por esas telas... |
(flipar con el look que llevan en el
vídeo, no tiene desperdicio) Era un sábado. Menos mal,
porque nos achicharramos todos como primerizos, y el lunes en clase estábamos
todos rojos como cangrejos, despellejados, contando nuestras historias de cómo
no nos habíamos podido levantar la mañana siguiente al día de playa. Una de las
chicas, que vivía en un caserío, narraba con gracia cómo el domingo su madre se
la había tenido que colgar a la espalda para sacarla hasta la cocina, para que
pisara las baldosas frías del suelo y así se aliviara algo de la quemazón.
Recuerdo cómo mi eterna compañera de pupitre apareció con una chamarra de raso
de las que llevaban Los ángeles de
Charlie, porque era lo más fino que se podía poner para que no le rozara la
quemada espalda (paradójicamente, este
verano quedé con ella y llevaba casi una reproducción exacta de aquella
chamarra, se la había robado a su hija quinceañera).
En
muchos de aquellos fines de semana de inicios de los 80 recuerdo que el programa
musical “Aplauso”, a pesar de lo
convencional que era, traía gente aquí aún desconocida, como aquella gloriosa
tarde en la que vi algo que me cambiaría la vida… Los Thompson Twins. Flipé. Flipé y reflipé. Aquella estética me hizo
ver que había un mundo más allá de la convencionalidad que me rodeaba y me di
cuenta de que yo, también, iba a formar parte de él.
Llegaban los 80... |
En
el instituto sólo mi amiga Fioya y su grupo intentaba aproximarse de alguna
manera a aquella estética, creando sus propios diseños y cosiéndolos ellas
mismas, para luego desfilar por la clase ante nuestras risas (aquella blusa verde lechuga de manga de murciélago
consiguió incluso un comentario de la profa de Geografía). Pero el
instituto fue para mí aún un aprendizaje. Allí salí del armario a mi cuadrilla
cuando todavía ni siquiera se había inventado eso tan habitual hoy en día de “salir del armario”. Se lo tomaron con
la mayor naturalidad del mundo (aunque
luego alguna me haya confesado que casi le da un vahido…) y me apoyaron
siempre que lo necesité.
Si
seguís escuchando a los Thompson veréis que la canción no ha perdido la marcha
a pesar del paso del tiempo. Yo ya me he echado unos bailables… Para así poder
llegar a la uni. Como ya sabéis yo vivía en un pueblo obrero de la margen
izquierda, con lo que llegar a una universidad que estaba en lo alto de un
monte (Leioa), rodeada de vacas y
caseríos pero habitada por miembros de todas las tribus urbanas que habían
surgido en la aún joven década, fue como descubrir la vida. Sí, ésa, la moderna,
la vida moderna, vamos… Tenéis que tener en cuenta que me matriculé en Bellas Artes y que en esa facultad, en
los 80, en Bilbao, se reunía lo más moderno de lo moderno. Y yo allí ya vi que
los Thompson Twins tenían razón, que la estética había cambiado y que al lado
de la margen izquierda, había una capital llamada Bilbao que estaba llena de
posibilidades…
(continuará antes del fin del mundo)
Bilbao versión años 80 |
©RM Bilbao versión años 2000 |
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