Año 1 d.c. (durante la crisis -de la Covid). Cleopatra
Jones fue una de las primeras heroínas que elegí para mi serie
de ilustraciones titulada Chicas Malas. Malas en el sentido de “traviesas,
inconformistas, aguerridas, atípicas, representativas, luchadoras, sexis,
protagonistas…” Era la continuación de mi primera serie Bad Boys, en la
que los personajes solo entraban por ser barbudos y sexis, con lo cual ya
suponía un paso adelante. Cleopatra Jones tenía ganado su lugar en este altar a
las chicas con las que crecí, por derecho propio, solo por sus estilismos
delirantes, sus outfits tan 70s
e irrepetibles, pero también por su presencia rotunda de mujer con agallas,
capaz de plantarse delante de un grupo de malosos (o malosas) con una
metralleta y llenar la pantalla por sí misma.
Porque
Cleopatra Jones es un personaje cinematográfico de lo que se conoce como la Blaxploitation
(o Blackploitation), movimiento cinematográfico surgido en los Estados
Unidos a principios de los 70, que tenía como protagonistas a personajes
afroamericanos (principalmente policías y detectives, pero también criaturas
más fantásticas como vampiros) que patrullaban la ciudad (o más bien el
barrio de Harlem) a ritmo de funk. Las bandas sonoras y los
estilismos eran lo más remarcable de estas películas de serie B que contaron
con gran éxito de público, con hits como el de nuestra protagonista (tuvo
dos películas, Cleopatra Jones y Cleopatra Jones y el Casino de oro), Blackula
(versión negra del clásico Drácula) o Las noches rojas de
Harlem. Aunque a Cleopatra la interpretó en ambas películas la bellísima
Tamara Dobson, la que de verdad se llevó el gato al agua dentro de este
movimiento fue Pam Grier (especialmente en Foxy Brown),
recuperada años después por Tarantino para protagonizar Jackie Brown.
Y se puede decir que de estos éxitos saldría también la famosa serie de
televisión Shaft, más adelante remakeada para el cine.
La
Blaxploitation fue en realidad una reacción al poco protagonismo que los
personajes negros habían tenido históricamente en el cine de Hollywood,
casi siempre reducidos a personajes secundarios hasta la llegada de SidneyPoitier y con anécdotas tan tristes como cuando Hattie McDaniel ganó
el Oscar a la mejor actriz de reparto por su interpretación en la (recientemente
criticada por su representación de la explotación negra) clásica Lo
que el viento se llevó, pero no se le permitió estar en la sala de
ceremonias con sus compañeros de profesión blancos. Los años 70, sin embargo,
habían pasado ya por Martin Luther King, Malcolm X y los Black
Panthers, así que era necesario que algo cambiase.
Cleopatra
Jones lucía estupenda en su papel de detective privada, con colores explosivos,
afros que harían morir de envidia a Llongueras y unos pantalones de campana
dignos de colgar de la misma Notre Dame. Los argumentos de sus dos películas la
enfrentaban siempre a bandas de malosos regentadas por mujeres fuertes (y,
oh, sorpresa, blancas y lesbianas) interpretadas en la primera entrega por ShelleyWinters y en la segunda por Stella Stevens. Recuerdo tener mi primer
encuentro con el personaje en las sesiones de cine de los domingos por la tarde
en el represivo colegio religioso en el que cursé la primaria y pensar: “estos
curas no se enteran de nada”, porque me pareció increíble que nos mostrasen una
peli tan libidinosa y llena de feromonas a un público de preadolescentes ansiosos
de experiencias pecaminosas cuando desde su posición de poder criticaban y
humillaban cualquier salida de tono…
Sea
como fuere, Cleopatra Jones permaneció en mi altar particular de mujeres
fuertes y glamurosas con esa garra y ferocidad tan camp que aún
tardaría años en saber apreciar. Y hoy en día, tras el “Me too” y el “Black
Lives matter” podemos decir que ese afro, esas campanolas y esa escopeta en
ristre están de rabiosa actualidad en un tiempo en el que, desgraciadamente,
tanto el machismo como el racismo siguen campando a sus anchas. Quizá
haya llegado el momento en que Cleopatra Jones vuelva a coger su fusil para dar
unas cuantas lecciones…