lunes, 20 de abril de 2015

Concierto de Dorian: música lluviosa de abril


Bilbao, año 7 d.c. (después de la crisis). La pasada semana los autores del Informe del estado social de la nación (nada que ver con el engañoso e infame “informe sobre el estado de la nación”) confirmaban que la crisis ha terminado: lo que tenemos ahora es ya el nuevo sistema social que nos han impuesto, con su desigualdad y su pobreza. Ellos (los de siempre) han ganado (a pesar de las “espectaculares” detenciones de los Rato y los Bárcenas). Al menos por ahora. Así que, amigos y amigas, ¿qué nos queda? Pues aparte de rebelarnos, de decir constantemente que no, de votar diferente y de no conformarnos con las reglas, nos queda la música, nos queda el cine, nos queda el arte, nos queda la literatura, nos quedan las series, el teatro… Y nos queda Radio 3. Si no, ¿cómo habría yo descubierto a Dorian?

©RM

Muchos pensaréis que la música en directo ya no está al alcance de cualquiera. Os equivocáis. Radicalmente. Quizá no siempre, quizá no toda. Pero a veces pequeñas sorpresas nos alegran la vida. Como el concierto de presentación del álbum homenaje a los diez años de carrera de Dorian, el jueves pasado por la tarde en la FNAC de Bilbao. Los que la conozcáis sabréis que el espacio de conciertos es mínimo, así que la experiencia intimista estaba garantizada. “Dorian – Diez años y un día” es el título del álbum: música perfecta para una tarde lluviosa de abril. O más bien, música de lluvia.

Nunca he sido un gran lector de poesía, no sé por qué, no me llega, debe haber una parte de mi cerebro que no está capacitada para renderizarla... Sin embargo sí que me alcanzan las composiciones de mucha parte de la música indie española de los últimos tiempos: esa es para mí la poesía de este 2015. Sobre todo en directo. Delante de ti los cinco componentes de Dorian vestidos de negro (si los ves por la calle sabrías inmediatamente que son un grupo de músicos), mirándote de cerca, derramando sus versos sobre el minúsculo escenario, con ritmo, con instrumentos, con sentimiento; por unos momentos te hacen sentir parte de una pequeña comunidad, la de los que están ahí disfrutando de la misma experiencia, ¿qué más se puede pedir? Empezaron fuerte, con “Los amigos que perdí”, auténtica oda a la amistad (no importa lo que digan sus letras en realidad, con ese título y esa melodía a todos nos evoca lo mismo cuando coreamos el estribillo) que ya se ha convertido en un clásico (en la versión de este álbum colabora Santi Balmes de Love of Lesbian). El temazo se lo merece, es estupendo, pero es que además, las referencias que

nos trae a la cabeza son universales, porque, ¿quién no ha perdido un amigo, una amiga? No por distancia - la distancia no se lleva a los amigos - sino por vida. Tan traumático como perder un amor. Lo dice muy bien un precioso  personaje en la recién estrenada “Regreso a Ítaca”, película francesa con actores cubanos (todos magníficos, Jorge Perugorría entre ellos) situada en una terraza de La Habana: un grupo de antiguos amigos cincuentones se reúne para echarse los trastos a la cabeza. La anciana madre de uno de ellos hace una aparición sencilla pero espectacular en su humanidad, para dejarnos esta perla que encajaría en cualquiera de las letras de Dorian: “La amistad es un privilegio”... 


©RM  Marc
Dicen en Radio 3 que los miembros de Dorian han hecho el mismo pacto que el personaje de Oscar Wilde: dejar la edad y la madurez en su obra y permanecer jóvenes para siempre. No lo sé, no los recuerdo hace 10 años, pero desde luego su música suena muy madura y su energía se nota muy joven. Marc Gili, la voz y líder del grupo tiene fuerza, vestido de negro integral (como el resto de la banda a excepción de Belly, la chica), con su corte de pelo ligeramente 60s, en un momento en que se emocionó en su interpretación y
©RM Lisandro 
comenzó a gesticular con un brazo, no pude evitar pensar en un joven Raphael (y eso que a mí el de Linares ni fu ni fa, que conste, incluso después de conocerle cuando  trabajé en un documental sobre su figura…). Y Lisandro Montes, que lo mismo le da al teclado que a la guitarra o la pandereta, que canta y de repente saca… ¿un laúd?, ¿una mandolina? Perdonad mi ignorancia sobre instrumentos musicales (me dicen que puede ser un ¿ronroco?), pero ese chico tiene presencia (ese bigote me encanta), es multitasking, como se tiene que ser hoy en día si se quiere triunfar en cualquier medio (no nos queda más remedio, 3 por el precio de 1)... Y Belly tan tranquila, sentadita a los teclados, se intuye su figura como clave en el grupo…



Setlist del concierto
En fin, un gran concierto (al final nos quedamos como souvenir con el setlist, la lista de canciones que llevan escritas –a mano- todas las bandas para seguir su orden en el concierto)  en formato semicorto, para una sala pequeña, estaríamos… ¿60 personas? Y yo me pregunto, ¿qué pasa para que en una ciudad de 400.000 habitantes una tarde de jueves no haya una cola de gente peleándose por entrar a un concierto de Dorian, gratis? Si les pregunto a mis alumnos más jóvenes seguro que casi ninguno habrá oído hablar de ellos. ¿Cuántas cadenas de radio pinchan su música? ¿Y la del resto de bandas españolas que luchan por salir adelante? ¿Reciben la suficiente promoción? ¿Se les protege como parte de nuestra cultura? En Francia los canales de radio tienen marcado un elevado porcentaje de música propia por hora (algunos cantantes internacionales incluso sacan versiones en francés para que las pongan allí). Y seguro que la educación musical de sus chavales es bastante mejor que la nuestra (si yo no sé ni la diferencia entre un laúd y una mandolina…). Pero como no me canso de decir, siempre nos quedará Radio 3 (impagables sus corrosivos comentarios sobre la actualidad política a las 8:10 de la mañana, increíble que les mantengan en una época de censura en la que incluso Mortadelo y Filemón han sido desterrados de las noticias en RTVE, cadena pública). Y quizá en noviembre, si hay cambio, florezcan más conciertos, más bandas, más exposiciones, se haga más cine, más teatro, se lea más, se baje el IVA cultural… (sueña, mi niño, sueña, quizá en alguna de las letras de Dorian. O incluso de Wilde).   



 

viernes, 10 de abril de 2015

El ministerio del tiempo o la originalidad llega por fin a las series españolas




Bilbao, año 7 d.c. (después de la crisis). Lunes noche, enciendo el televisor (sí, así, a pelo, en directo, sin wifi, sin bluetooth, sin cromecast), pongo la cadena que ya nadie ve (o sea, La 1) desde el cambio de gobierno y su acérrimo control ideológico, y me encuentro de pronto inmerso en viajes temporales, pantallas divididas a la manera de “24”, atrevido sexo entre mujeres, acción de la que te mantiene en vilo, escenas que fluctúan entre el año 1053, el 1833, 2012 y la actualidad, varias versiones de un mismo personaje en distintos tiempos a punto de cruzarse… Y aún son las 22 h. ¡¡¡Os lo creáis o no, era una serie española!!! Y no salen ni niños insoportables ni viejos encantadores ni perros. De lo mejorcito que he visto en ficción made in Spain (si nos olvidamos de “Padre coraje”, de San Benito Zambrano): “El ministerio del tiempo”.


No, no era la primera vez que la veía. De hecho empecé a verla desde el primer capítulo (a las series españolas generalmente les doy esa oportunidad y casi nunca paso de la media hora…), sólo lo he introducido así para conseguir un inicio más impactante. Y es que a mí los viajes temporales siempre me han pirrado. ¿Porque quién no ha querido volver a vivir un episodio de su propio pasado? ¿O viajar a una determinada época? ¿O incluso regresar atrás para corregir un error? Lo que daría yo, por ejemplo, por poner la marcha atrás tres años para no hacer el último documental en el que una “amiga” me embarcó para luego quedarse con el material y encima no pagarme. Con amigos así, para qué necesitamos Cospedales…



En cuanto leí la idea de un ministerio secreto dedicado a recorrer la historia propia para evitar posibles “atentados temporales” que cambien los hechos históricos pensé: -¿Estarán tratando de crear un “Doctor Who” a la española? Evidentemente la BBC tiene muchos más medios y su serie lleva emitiéndose (on and off) desde los años 60. A eso se le llama confianza en un producto. “El ministerio del tiempo” no cuenta con demasiados efectos especiales, más allá de alguna recreación digital de paisajes de otras épocas, pero tampoco los necesita. Han sabido sustituir la falta de medios con ingenio. ¿Que necesitamos una serie de puertas temporales? Pues qué mejor que puertas. De las de toda la vida, de
Los 4 Fantásticos

madera, de abrir y cerrar, fundido a negro y estás en otra época. ¿Que necesitamos un cuartel general que rivalice con el Edificio Baxter de Los 4 fantásticos o la mansión de Los Vengadores? Nada mejor que el abandonado edificio renacentista de la calle Duque de Alba en Madrid (sí, aquel en el que Gallardón proyectó una de sus cacareadas y faraónicas ideas, la de crear una residencia de estudiantes que nunca se llevó a cabo). Y desde luego unos personajes sólidos, un auténtico grupo de superhéroes Marvel sin poderes traídos de distintas épocas: a Cayetana Guillén-Cuervo (hija mía, qué te das, estás igual que siempre) hacía
tiempo que no la veía tan bien como en este papel de lesbiana fría y profesional de los años 60 que poco a poco va descubriendo su corazoncito (aunque engañe a su esposa con conquistas de otras épocas). En el capítulo de esta semana, el número 7, le dieron la oportunidad de lucirse con más protagonismo que en cualquier otro de la serie. Luego está Rodolfo Sancho (le entrevisté una vez tras “Al salir de clase”, era tan mono como un muñequito), uno de esos pocos actores que saben sonreír con la mirada, en el papel de viudo desolado que continúa usando las puertas para acudir a ver a su esposa antes de que
La Cuervo a punto de besar a Garrido

muriese. Y la cristalina mirada de Aura Garrido (¡qué voz tan bonita tiene!) en el papel de una avanzada mujer del siglo XIX que ya estudiaba en la universidad cuando las demás aún no lo hacían. Y Nacho Fresneda, ese caballero del siglo XVI, tan masculino, tan de otra época… Y claro, también están el jefe (Jaime Blanch), la secretaria graciosa (Francesca Piñón) y una auténtica mala, una Milady de “Los tres mosqueteros” interpretada por la estupenda Natalia Millán. Y desde luego, mucha aventura, al modo de “La liga de los hombres extraordinarios”.


La verdad es que me ha gustado desde un principio, sobre todo por romper con los estereotipos de las series españolas, por su sentido del humor (impagable el momento en que Rodolfo Sancho se registra en una fonda de 1808 con el nombre de Curro Jiménez o cuando se encuentra con la reina Isabel la Católica y dice: -Juraría que la conozco…), por sus lecciones históricas (en sus episodios pululan con total naturalidad Velázquez, el Lazarillo de Tormes, Torquemada el inquisidor, Picasso, las dos reinas Isabel, Hitler, Franco, los comuneros, Lope de Vega, La Movida, la Guerra Civil…) y por sus continuas referencias a la crisis, los recortes y la corrupción intrínseca española. Pero siempre me faltaba algo de acción, se me quedaban las historias un poco planas. Esto se solucionó
Lope de Vega

con creces en el capítulo 7 (sin duda el mejor hasta ahora), en el que se entrecruzaban tres tramas diferentes y cuatro épocas, la pantalla se dividía al mejor estilo americano para crear mayor tensión y las escenas se sucedían a ritmo trepidante. ¡Chapeau! Me quito el sombrero. Se ha convertido en la serie en la que me gustaría haber trabajado. Es más, me gustaría haberla inventado. El otro día leí que uno de sus dos creadores murió, antes del estreno, del síndrome de ELA. Qué pena que no pudiera ver el éxito que ha conseguido. Incluso se 
Velázquez
creó una petición en internet para que RTVE garantizase la segunda temporada. Finalmente accedieron con ciertas concesiones. Esperemos que el año que viene no tengamos que ver un “Ministerio del tiempo” con hijos de varias edades, abueletes entrañables y perros y gatos pululando entre épocas (desde luego sin sexo entre lesbianas, ¡válgame Dios!). Quizá dependa todo de quién gane las elecciones. Así que, aunque sólo sea por esto, pensaros bien a quién votáis…