viernes, 10 de abril de 2015

El ministerio del tiempo o la originalidad llega por fin a las series españolas




Bilbao, año 7 d.c. (después de la crisis). Lunes noche, enciendo el televisor (sí, así, a pelo, en directo, sin wifi, sin bluetooth, sin cromecast), pongo la cadena que ya nadie ve (o sea, La 1) desde el cambio de gobierno y su acérrimo control ideológico, y me encuentro de pronto inmerso en viajes temporales, pantallas divididas a la manera de “24”, atrevido sexo entre mujeres, acción de la que te mantiene en vilo, escenas que fluctúan entre el año 1053, el 1833, 2012 y la actualidad, varias versiones de un mismo personaje en distintos tiempos a punto de cruzarse… Y aún son las 22 h. ¡¡¡Os lo creáis o no, era una serie española!!! Y no salen ni niños insoportables ni viejos encantadores ni perros. De lo mejorcito que he visto en ficción made in Spain (si nos olvidamos de “Padre coraje”, de San Benito Zambrano): “El ministerio del tiempo”.


No, no era la primera vez que la veía. De hecho empecé a verla desde el primer capítulo (a las series españolas generalmente les doy esa oportunidad y casi nunca paso de la media hora…), sólo lo he introducido así para conseguir un inicio más impactante. Y es que a mí los viajes temporales siempre me han pirrado. ¿Porque quién no ha querido volver a vivir un episodio de su propio pasado? ¿O viajar a una determinada época? ¿O incluso regresar atrás para corregir un error? Lo que daría yo, por ejemplo, por poner la marcha atrás tres años para no hacer el último documental en el que una “amiga” me embarcó para luego quedarse con el material y encima no pagarme. Con amigos así, para qué necesitamos Cospedales…



En cuanto leí la idea de un ministerio secreto dedicado a recorrer la historia propia para evitar posibles “atentados temporales” que cambien los hechos históricos pensé: -¿Estarán tratando de crear un “Doctor Who” a la española? Evidentemente la BBC tiene muchos más medios y su serie lleva emitiéndose (on and off) desde los años 60. A eso se le llama confianza en un producto. “El ministerio del tiempo” no cuenta con demasiados efectos especiales, más allá de alguna recreación digital de paisajes de otras épocas, pero tampoco los necesita. Han sabido sustituir la falta de medios con ingenio. ¿Que necesitamos una serie de puertas temporales? Pues qué mejor que puertas. De las de toda la vida, de
Los 4 Fantásticos

madera, de abrir y cerrar, fundido a negro y estás en otra época. ¿Que necesitamos un cuartel general que rivalice con el Edificio Baxter de Los 4 fantásticos o la mansión de Los Vengadores? Nada mejor que el abandonado edificio renacentista de la calle Duque de Alba en Madrid (sí, aquel en el que Gallardón proyectó una de sus cacareadas y faraónicas ideas, la de crear una residencia de estudiantes que nunca se llevó a cabo). Y desde luego unos personajes sólidos, un auténtico grupo de superhéroes Marvel sin poderes traídos de distintas épocas: a Cayetana Guillén-Cuervo (hija mía, qué te das, estás igual que siempre) hacía
tiempo que no la veía tan bien como en este papel de lesbiana fría y profesional de los años 60 que poco a poco va descubriendo su corazoncito (aunque engañe a su esposa con conquistas de otras épocas). En el capítulo de esta semana, el número 7, le dieron la oportunidad de lucirse con más protagonismo que en cualquier otro de la serie. Luego está Rodolfo Sancho (le entrevisté una vez tras “Al salir de clase”, era tan mono como un muñequito), uno de esos pocos actores que saben sonreír con la mirada, en el papel de viudo desolado que continúa usando las puertas para acudir a ver a su esposa antes de que
La Cuervo a punto de besar a Garrido

muriese. Y la cristalina mirada de Aura Garrido (¡qué voz tan bonita tiene!) en el papel de una avanzada mujer del siglo XIX que ya estudiaba en la universidad cuando las demás aún no lo hacían. Y Nacho Fresneda, ese caballero del siglo XVI, tan masculino, tan de otra época… Y claro, también están el jefe (Jaime Blanch), la secretaria graciosa (Francesca Piñón) y una auténtica mala, una Milady de “Los tres mosqueteros” interpretada por la estupenda Natalia Millán. Y desde luego, mucha aventura, al modo de “La liga de los hombres extraordinarios”.


La verdad es que me ha gustado desde un principio, sobre todo por romper con los estereotipos de las series españolas, por su sentido del humor (impagable el momento en que Rodolfo Sancho se registra en una fonda de 1808 con el nombre de Curro Jiménez o cuando se encuentra con la reina Isabel la Católica y dice: -Juraría que la conozco…), por sus lecciones históricas (en sus episodios pululan con total naturalidad Velázquez, el Lazarillo de Tormes, Torquemada el inquisidor, Picasso, las dos reinas Isabel, Hitler, Franco, los comuneros, Lope de Vega, La Movida, la Guerra Civil…) y por sus continuas referencias a la crisis, los recortes y la corrupción intrínseca española. Pero siempre me faltaba algo de acción, se me quedaban las historias un poco planas. Esto se solucionó
Lope de Vega

con creces en el capítulo 7 (sin duda el mejor hasta ahora), en el que se entrecruzaban tres tramas diferentes y cuatro épocas, la pantalla se dividía al mejor estilo americano para crear mayor tensión y las escenas se sucedían a ritmo trepidante. ¡Chapeau! Me quito el sombrero. Se ha convertido en la serie en la que me gustaría haber trabajado. Es más, me gustaría haberla inventado. El otro día leí que uno de sus dos creadores murió, antes del estreno, del síndrome de ELA. Qué pena que no pudiera ver el éxito que ha conseguido. Incluso se 
Velázquez
creó una petición en internet para que RTVE garantizase la segunda temporada. Finalmente accedieron con ciertas concesiones. Esperemos que el año que viene no tengamos que ver un “Ministerio del tiempo” con hijos de varias edades, abueletes entrañables y perros y gatos pululando entre épocas (desde luego sin sexo entre lesbianas, ¡válgame Dios!). Quizá dependa todo de quién gane las elecciones. Así que, aunque sólo sea por esto, pensaros bien a quién votáis… 


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