lunes, 11 de febrero de 2013

Esto es el Apocalipsis...



Bilbao, 2013. Definitivamente el mundo se acabó aquel 21 de diciembre de 2012. Lo que estamos viviendo ahora es una realidad postapocalíptica. No hay más que echar un vistazo ahí fuera. Desde mi ventana sólo se ve llover y llover y llover, con ganas, desde el fin del mundo, como si el clima hubiera hecho definitivamente boom y el diluvio universal ya estuviera aquí. Todo está gris, hace mucho viento y el sol ya sólo queda reflejado en nuestra memoria anterior a aquel aciago día de diciembre tan anunciado por el calendario maya. Hay una nube oscura que lo cubre todo, de día y de noche, y el viento ulula a todas horas como si se tratase de una manada de lobos a punto de bajar del monte…

¿Os hacen falta más pruebas para saber que el mundo se ha acabado, que lo que vivimos son ya esos restos de civilizaciones que tienen que luchar por sobrevivir sin recursos y en pleno aislamiento? Pues no hay más que escuchar las noticias de hoy: “non habemus papa”. ¿Cómo puede ser? ¿Que no hay papa? Pero eso es imposible. Nunca antes se ha conocido situación semejante, ni en los peores años del oscurantismo medieval con la inquisición, ni durante las oscuras noches del nazismo en los campos de concentración que tanto debieron gustarle al recientemente abdicado papa, ni siquiera en los represores tiempos de Franco cuando toda la jerarquía católica paseaba al dictador bajo palio como símbolo de su servilismo y de su aprobación… Ni siquiera cuando empezaron a salir a la luz los escándalos de los abusos sexuales perpetrados (y encubiertos) por la Santa Madre Iglesia… Ni en los tiempos en los que las monjas se dedicaban a robar niños recién nacidos por dinero… En ninguno de esos momentos se había conocido una época como ésta, en la que caminamos al tun tun, como vaca sin cencerro, sin la guía espiritual del sabio pontífice con sus túnicas doradas de Dior y sus zapatitos de Prada, con esos maravillosos birretes con incrustaciones de diamantes (que ya las hubiera querido para sí la Audrey Hepburn de “Desayuno con diamantes”) en plena crisis, mientras el pueblo se muere de hambre o se tira por las ventanas desquiciado ante un inminente desahucio… Eso sí, si lo que está en juego es la honorabilidad de la familia tradicional, entonces sí que saldrán a dar su opinión, aquí, en Francia y donde sea… Todo para que los homosexuales y lesbianas no puedan amarse libremente. En fin, que no tenemos papa. El Apocalipsis, así, con mayúscula, ha llegado finalmente.




¿Aún nos hacen falta más pruebas de ese fin del mundo? En un país en el que ya no queda esperanza, porque el poco trabajo que había se lo han cargado en el último año, porque los sueldos y las indemnizaciones se han bajado a números simbólicos que rozan la limosna, porque el dinero de las arcas del estado se ha vaciado de tanto txorizo (así con tx queda más fino) que le ha metido mano, desde la familia real hasta el presidente del gobierno, pasando por los directivos de la patronal, los ministros, concejales, alcaldes y banqueros… Me recuerda a una de las mejores escenas que he visto nunca en el cine para describir la miseria de la guerra civil española. Se trata de “Las bicicletas son para el verano”, de  Fernán Gómez. En la escena de la que hablo, la familia al completo estaba reunida ante la mesa para comer el consabido puchero de lentejas de cada día. Pero resulta que según la madre (interpretada soberbiamente porAmparo Soler Leal) va repartiendo el cazo que le corresponde a cada uno, no llega para todos. Y la pobre se desespera porque dice que ha puesto exactamente la misma cantidad que todos los días, lo que quiere decir que alguien ha comido a escondidas… Y poco a poco, todos los miembros de la familia van admitiendo, entre sollozos de culpabilidad, que han probado una cucharada en un momento u otro, la hija (Victoria Abril, maravillosa) para dar de comer a su bebé, el hijo por hambre, la madre para probar el sabor… Y así todos. Pues en este país ha ocurrido lo mismo. Pero no por hambre o necesidad, sino por pura avaricia. Y por indecencia. Y porque todos ellos se creen impunes, se han creído siempre que nadie tiene el derecho de decirles lo que no pueden hacer. Porque a ellos, el poder, les pertenece por derecho divino. Como a las dinastías monárquicas de antaño. Pero habría que recordarles a todos esos señores y señoras indecentes que aquellos monarcas acabaron perdiendo la cabeza. Y no en sentido imaginario.


Y por eso, y por mucho más, estamos donde estamos, en una sociedad postapocalíptica. Como en las películas de los 60-70 protagonizadas por Charlton Heston, como en “Omega man” (“El último hombre vivo”), en la que nuestro héroe del rifle tenía que enfrentarse a una secta de supervivientes ciegos de la catástrofe que sólo podían salir por la noche. O aquella “Soylent Green: Cuando el destino nos alcance”, en la que la población post se alimentaba de algo llamado soylent green, que no era sino el resultado de elaborar los cadáveres de las personas que resignadamente se entregaban a una muerte pacífica porque ya no podían aguantar más… Y cómo olvidarnos de nuestro héroe descubriendo al final de “El planeta de los simios” que el planeta en el que había aterrizado no era otro que su propio futuro, dominado por los monos gracias a la codicia humana… A mí todo esto me suena y me resulta más que posible. Mucho más que las modernidades de última hora, como la serie de J.J. Abrahams, “Revolution”, en la que el planeta vive la desconexión total y absoluta: un buen día la electricidad se acaba y con ella toda nuestra sociedad. Después de una premisa así de interesante la serie se desboca con los consabidos héroes de revista de moda intentando vencer a los opresores que son los que tienen las armas (y llevan uniformes parecidos a los de los estados del sur durante su guerra civil). Realmente, me quedo con las de Charlton Heston, me parecían mucho más reales. Y además, si os paráis a analizar las series o pelis del Abrahams, os daréis cuenta de que nunca aparecen gays o lesbianas, y que en las infinísimas ocasiones en las que lo hacen, son malvados y pérfidas.

 

Pues ésta es la realidad en la que vivimos, una sociedad al borde del agotamiento energético, dirigida y manipulada por monos ávidos de poder y ganancias a coste de un país entero (y sus suicidados), y que poco nos falta para empezar a devorarnos unos a otros por falta de algo mejor que llevarnos al puchero de lentejas. Puede que algunos (incluso algunas) penséis que nada ha cambiado, que todavía os llega la nómina a fin de mes, que tenéis calefacción en casa y sois capaces de leer vuestros emails en los múltiples dispositivos que manejáis… Pero ¡ay!, cuidadito con las apariencias. Quizá hayáis caído en los brazos de una secta creadora de una realidad virtual para que penséis que todo sigue igual. Quizá no os hayáis dado cuenta aún de que ya no hay transporte público, ni escuelas públicas, ni hospitales públicos… Ni siquiera vuestro internet es ya vuestro y desde luego, es lo único que ya no es privado… Incluso esta historia que estáis leyendo en mi blog, no es más que una manipulación virtual de la secta. Cuidado si llaman a la puerta. Mirad antes por la mirilla. Y si lo que veis es un grupo de personas vestidas con túnicas negras y con los ojos en blanco… No abráis, por lo que más queráis, no abráis esa puerta. Parapetaros en casa, poner muebles tapiando puertas y ventanas… Porque alguien intenta usaros como alimento de masas… Y lo peor está aún por venir…

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