miércoles, 7 de septiembre de 2016

La puerta abierta... al buen cine


Bilbao, año 8 d.c. (después de la crisis). Hoy, miércoles, día del espectador en muchos cines, te recomiendo que vayas a ver “La puerta abierta”, primer largo de la directora Marina Seresesky y, tengo que decirlo, la película que le gustaría hacer hoy en día a Almodóvar. Y lo digo así, sin acritud. No porque me sienta traicionado cada vez que voy a ver uno de sus estrenos y salgo con la misma decepción del cine. Siempre busco un atisbo de aquel Almodóvar de los 80 que tanto nos hizo reír y soñar, que reflejaba como nadie la nueva realidad que veíamos en las calles. O la que nos gustaría haber visto. Sin embargo su obra actual (todos sus últimos años, a excepción de “Volver”, e incluyendo el culebrón “Julieta”, absurda decisión de la Academia hacer que represente a España en la carrera hacia los Oscar…) me resulta plana, sobreactuada, teatral, sin sentido, incluso aburrida, y me pregunto si no es el resultado de la mente de alguien que hace demasiado tiempo que no vive.  Todo lo contrario que “La puerta abierta”.

Y hago la comparación almodovariana, porque en sus tres personajes centrales (o debería decir cuatro, incluyendo a la magnífica niña) encuentro ecos de aquella maravillosa “Qué he hecho yo para merecer esto”. Hay aquí un estupendo trabajo actoral, qué grande Terele Pávez, qué tremenda, cómo me ha recordado por primera vez a su hermana (Emma Penella, la doña Concha de “Aquí no hay quien viva”), qué bombón de personaje para una señora de su edad, para una de las grandes damas de nuestra escena. ¡Qué cruel y qué tierna a la vez! Y qué decir de Carmen Machi. Su amargado personaje destila realidad por todos los poros de su imperfecta piel, como aquella Carmen Maura (también amargada) del éxito ochentero de Almodóvar. Machi es el centro de la historia, no intenta despertar simpatía, es lo que es, como le dice su madre en la película (la Pávez): “puta y amargada”. Porque en esta historia todas son putas. Hasta las que no lo son. Por eso todo resulta tan sórdido, tan real, casi se puede oler ese piso-desastre en una corrala madrileña habitada por putas e hijas de puta (muy similar estéticamente a la que yo disfruté durante mis años de vida en Madrid, pero allí sólo tuvimos a un chapero durante unos meses como vecino), todas amargadas, todas haciéndose la vida imposible
las unas a las otras. El único rayo de luz proviene de la casi-inocencia de la transgénero interpretada con dulzura por Asier Etxeandia (otro grande de nuestro panorama actoral, hay que verlo en musical, en comedia, en drama… Yo tuve el honor de trabajar con él en mi corto “Encruzijados”, un auténtico profesional), que tiene que trascender lo increíble de su caracterización para que nos creamos a su tierno personaje, el único que aún conserva cierta ilusión por la vida, ciertos sueños (en su caso un buen par de tetas).

Si las otras vecinas, la cubana, la rusa, son putas, no lo es menos la única que no se dedica a ello profesionalmente, la portera (Sonia Almarcha, tremenda en “La soledad”), que en su propia amargura se comporta como una auténtica hija de puta. Y la que sí lo es, la niña rusa interpretada (y muy bien) por Lucía Balas, encierra en
Sonia Almarcha y la niña Lucía Balas
su mirada la sabiduría que una cría nunca debería tener, por haber visto y oído demasiado, ese instinto de supervivencia que no la hace menos vulnerable. Ella es la que desencadena la riada de sentimientos que quizá llevaba demasiados años encerrada en el interior de estas dos prostitutas ajadas, una vieja (y ya retirada) y la otra a punto de serlo, madre e hija, que se odian, se desprecian, se gritan, pero a la vez te hacen reír. Esas miradas de la Machi, de persona que ya no espera nada, que ya no se cree nada, desmontada por la ternura desesperada de la cría. Esos ojos desorbitados de la Pávez, que se cree su pasado inventado de celebridad. Y esa baratez de todo lo que las rodea. Incluso el licor de la Nochevieja: “era el más caro del chino”… Pero todo puede cambiar cuando menos te lo esperas. Sólo hace falta dejar la puerta abierta.

Terele Pávez y Carmen Machi
Buen cine, simple, bien narrado (sólo me sobra la pistola, esto no es cine americano, aquí no nos hacen falta, ya lo demostró Carmen Maura en aquella maravillosa película con la pata de jamón…), personajes sólidos, interpretaciones que salen de dentro y que se salen de la pantalla… Y, a pesar de lo que pueda parecer, una película divertida, con diálogos chispeantes (el guión estaba pensado para Machi y Amparo Baró, ambas colegas de “7 vidas”, pero Baró falleció durante el proceso) y mucha fantasía (representada en esas pestañas postizas “tan caras”, en las pelucas, las fotos de Sara Montiel). Cine realizado con pocos medios, sin grandes productoras por detrás y sin gran campaña de publicidad. Probablemente si pestañeas desaparecerá de la pantalla. Así que mejor no lo hagas. Vete al cine. Y disfruta. 

2 comentarios:

  1. Has hecho una crítica estupenda, pienso exactamente igual. Es una lástima que películas tan buenas, no puedan verse en más cines, en Madrid, creo que sólo en 3. Lupita (Asier Etxeandía) mágnifico, tiene frases para enmarcar jajaja. Y al igual que tú, no entiendo que haya sido seleccionada "Julieta" quiere ser tan intensa que dejar de ser cine de Almodovar.

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  2. Lo que sí es verdad es que el público anglosajón y francófono adora a Almodóvar, con lo que igual es una elección comercial para convencer a los americanos...

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