Bilbao, año 9 d.c. (después de la crisis, o sea, de esta estafa a la ciudadanía).
Primer post del año y ya ha llegado la hora de hablar de la televisión. Pero de la de hoy en día,
no de las vetustas programaciones de las cadenas concedidas por el gobierno,
sino de lo que ya usa la mayor parte de la población activa. Sí, estoy hablando
de plataformas como Netflix, HBO, Movistar o incluso Amazon, que nos ofrecen todas las series de nuestros sueños, todas
esas maravillas que han inundado los mercados en los últimos diez años o más,
en eso que se conoce como la Segunda
Edad Dorada de la Televisión.
Y
aquí hay que aclarar que, desde las magníficas “A dos metros bajo tierra” (Six
feet under) y “Los Soprano”, dio
comienzo un renacer de este medio tan querido que había sido considerado como la
hermana pequeña del séptimo arte. Y si durante varias décadas los actores con
caché y renombre no querían ni oír hablar de la tele, ahora se pelean por
aparecer en ella. De hecho, incluso la gran dama de la interpretación, Meryl Streep (¡qué gran discurso anti Trump en los Globos de Oro!), ha grabado ya su regreso al medio
(“The nix”, de J.J. Abrams) que le dio
la popularidad en los lejanos 70 con “Holocausto”.
Y es que hoy en día el trasiego de actores entre cine y televisión o al revés,
es ya algo cotidiano. Y si no que se lo digan a Brian Cranston de “Breaking Bad” o a Christina Hendricks
de “Mad Men”, que no dan abasto. Y
otros nombres como Glenn Close, Jessica Lange, Dustin Hoffman o Nick Nolte no
han perdido la oportunidad de hacer el camino a la inversa. Por algo todos dicen
que hoy en día las mejores historias se escriben (y se cuentan) en la televisión.
Pero
hablemos de plataformas. Si en el principio fue e-mule y luego vinieron torrent
y la infinidad de plataformas de descarga gratuita (obviamente de manera ilegal), las que nos permitían ver todas las
series que venían del mercado americano y de las que todo el mundo hablaba (como las ya mencionadas o “The wire”), pronto nos cansamos de
pasarnos horas descargando a velocidades dignas de Los Picapiedra y empezamos a
ver los capítulos directamente en streaming,
sin necesidad de descarga. Pero esto
también
contaba con inconvenientes, ya que existían cantidades inacabables de
versiones truco: porno, páginas de juego, virus, etc. Para entonces ya habían entrado
en el juego las joyas nórdicas como “The
bridge”, “Borgen” o “Bron/Broen”. Y siempre les hacían la competencia
las originalidades inglesas del tipo “Sherlock”, “Life in Mars”, “Misfits” o “Being human”.
Y
claro, el mercado sabe lo que quiere el cliente, así que como manera de
rentabilizar tantos años de pérdidas con bajadas ilegales, surgieron Netflix y
HBO (por ahora las que se están comiendo
el pastel). Y es que la televisión en directo, es decir con las series programadas
a las 22.40 y con anuncios, con dos o tres capítulos seguidos, y siempre pendientes
de la audiencia, ya no se la traga más que la generación jubilada… Y al tiempo.
Porque ahora, por 7.99€ al mes, cualquiera puede tener acceso a una lista inacabable
de series y de películas de manera legal. Para que no venga el señor Montoro a acusarnos
de lo que ellos hacen tan bien, o sea, robar. Así que voy a comentar algunas de
las series de última hornada que he visto últimamente y que creo que merecen la
pena verse… O quizá lo haga en el siguiente post, y así, en el mejor estilo de capítulo
de fin de temporada, os dejo con el cliffhanger…, es decir, con la miel en los labios.
TO BE CONTINUED
TO BE CONTINUED
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