viernes, 9 de octubre de 2020

Viggo Mortensen mi ídolo

 

Año 1 d.c. (durante la crisis -de la Covid). No sé si os habré contado alguna vez lo mucho que me ha gustado siempre Viggo Mortensen. Sí, está claro, es el prototipo nórdico, rubio, guapo y con ojos azules. Es verdad que cuando empecé a verle en películas como Crimen Perfecto o Psicosis (remakes, malos, de los clásicos de Hitchcock) solo me fijaba en eso. Luego llegó El señor de los anillos y poco a poco me empezó a parecer mucho mejor actor de lo que vaticinaba. Entonces leí varias entrevistas, me enteré de su pasado argentino, de lo bien que hablaba español (siendo yo mismo entre otras cosas profe de castellano, eso siempre me impresiona), pero además aprendí que también era artista, fotógrafo, poeta y no sé cuántas cosas más. Y ahora, tras haber visto su estreno como director de cine -Falling-, ya mi admiración se convierte en idolatría.

Porque, en esta maravillosa, poética y altamente recomendable película, Viggo Mortensen no solamente dirige, sino que además es uno de los dos protagonistas principales, cuyo personaje (en distintas edades) está casi en cada plano. Y al leer los títulos de crédito, tras esa maratón emocional de contención que es esta historia, me entero de que también ha escrito el guion (siendo yo también guionista, entre otras cosas, repito, pues os podéis imaginar…), ha producido el film y… ¡Hasta ha compuesto la banda sonora! Un auténtico hombre orquesta. Y todo esto así, sin darse mayor importancia, sin aparecer por ahí haciendo alardes de ego (como hacen muchos en su profesión). Más bien todo lo contrario, construyendo siempre su persona pública de una manera suave, discreta, casi secreta. Porque no sé si sabréis que lleva años viviendo en Madrid con la también actriz Ariadna Gil. Pero, ¿les habéis visto aparecer por ahí haciendo gala de superpareja? Pues no. Pues eso.

Falling es una historia seca -a pesar de la poesía que lo invade todo- precisamente por esa contención de sentimientos de la que hablaba. Viggo interpreta al hijo gay de un granjero americano (Lance Henriksen de mayor, Sverrir Gudnason de joven, dos maestros de la interpretación a los que no conocía) más que difícil, porque lo tiene todo: es tirano, sexista, xenófobo, homófobo, salido, maleducado, enfadado con el mundo y consigo mismo e incapaz de mostrar sus sentimientos. Y encima está perdiendo la cabeza al final de su vida. O sea, el típico personaje al que te apetece dar un buen puñetazo al de poco de empezar la película. Sus hijos (Viggo y una -exquisita como siempre- Laura Linney en su versión adulta y unos estupendos niños actores en la versión infantil, e iba a decir más frágil, pero los adultos tampoco están exentos de esa fragilidad) intentan lidiar con esta desquiciante personalidad en una continua batalla interna para no estallar y poner sobre la mesa todo el sufrimiento que les ha causado a lo largo de sus vidas. Y para más inri, el marido de Viggo es de origen oriental, su hija es hispana y los hijos de Linney no se quedan cortos: uno tiene el pelo azul y la otra está cubierta de tatuajes y de piercings. El show está garantizado. En otras manos este drama se hubiese regodeado en discusiones de alto voltaje, en escenas que dieran a sus protagonistas ese halo de “gran diva” que a muchos actores de Hollywood tanto gusta. Sin embargo, Mortensen se decanta por el minimalismo expresivo en todo momento (menos en uno, claro, tiene que haber un climax). Por ejemplo, la única -e intensa- escena con la hermana, es un manual del menos es más, de la retención, de la moderación: Linney intenta mantener todo el tiempo un optimismo y una brillante sonrisa que todos intuimos que en cualquier momento puede transformarse en sollozo. Incluso Viggo, en su representación (excelsa) de un hombre gay adulto que está empezando a hacerse mayor, minimiza los manierismos y la relación con su marido y su hija fluye sin artificios. Seguro que en algunos círculos criticarán que haya protagonizado él mismo la película en lugar de elegir a un actor que sea gay en la vida real. ¡Qué aburrimiento de discusión! Por favor, si son actores, la esencia de su profesión es representar ser lo que no son desde las grandes tragedias griegas…

Así que ya tenemos otro nuevo Leonardo (da Vinci), otro Durero, hombres renacentistas que lo mismo te pintaban un retrato que se inventaban una perspectiva o una máquina para volar. Viggo Mortensen toca muchos palos diferentes pero todos con arte, con sensibilidad y honestidad. Una excusa perfecta para volver a las salas de cine. Que son seguras, que os están esperando, que la cultura sigue existiendo y nos sigue necesitando a tod@s. Y nosotr@s a ella. Porque sin cultura no somos nada. 


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