miércoles, 19 de diciembre de 2012

Mejor mirar hacia atrás... (I)

Fijaros bien en este calendario maya...

Bilbao 2012, año del fin del mundo. Mes del fin del mundo. Y es más, a sólo a unos días de la fatídica fecha marcada por los mayas agoreros. Ya sabéis que yo soy de los que piensan que el fin del mundo, tal y como lo conocíamos, ya está aquí, porque es el fin de la sociedad en la que hemos crecido y que creíamos eterna, el fin del estado del bienestar (progreso para todos, cultura, salud y educación universales…). Y por eso mismo, la semana pasada, cuando llegó el 12 del 12 del 12 (fijaos qué fecha tan bonita, que no es capicúa, como me hizo saber mi marido que en esto de números es muy ducho él: 12-12-12) yo me empeñé en buscar una señal, algo que nos dé aliento o nos confirme el desaliento de una vez por todas… Así que me puse a ello con todos mis sentidos, escuchando la radio (Radio 3, claro, estoy enganchado, la oigo todo el día), viendo las noticias (o sea, “El Intermedio”, que por lo menos me río y no tengo la sensación de que se están riendo una vez más de mí, y de todos, a la cara, como pasa ya con “La 1”) y nada: lo mismo de siempre, que si Wert ha dicho, que si Gallardón ha dejado de decir (ahora resulta que le va el sado, por eso de que “le gusta hacer daño”), que si la Botella no irá a la cárcel (¡sigh! sería un auténtico logro para la humanidad, al menos para la mía), que si suben los parados, que si nos quitan más derechos, que si el gobierno sigue tomándonos el pelo, que si cada vez más pobres… Pero vamos, de señales, ni una. Hasta que de pronto, lo vi claro: el papa, el sumísimo pontífice, había lanzado a las ondas que nos aturden el cerebro su primer twiteo. ¿Y qué podía decir semejante personaje, tan conectado con las masas y con la vida actual, tan sabio en lo que las parejas necesitan…? Pues obviamente un simple: “Os bendigo a todos”. ¡Qué horror¡ Esa era la señal. Cuando un ser que se parece al diablo como dos gotas de agua lanza una bendición universal, significa que estamos todos (sí, incluso los homosexuales y los infieles) definitivamente condenados… Así que… uniendo esto al hecho de que mi participación para el concurso de bloggers de BilbaoCentro no tuvo éxito más que entre mis fieles seguidores universales (podéis leer la entrada ganadora en http://bilbaocentroexperience.com/2012/12/10/bilbao-centro-by-laura-chamorro/ y juzgar por vosotros mismos), decidí que lo mejor que se podía hacer ante tamaña e inminente desgracia, era… echar la vista atrás. Es decir, regocijarnos con nuestro propio pasado…

"Abróchense los cinturones..."
Os lo había venido prometiendo en algunos de mis primeros cuentos de este blog. Sí, por fin ha llegado el momento de hablar de los 80, y de cómo era Bilbao en esa época que últimamente nos empeñamos en glorificar… No tengo otra que volver a remitirme a mi querida Bette (Davis, se sobreentiende): “abróchense los cinturones, señoras y señores, porque va a haber tormenta”. Y claro, como no podía ser menos, hablando de esa década tan musical, tendremos que empezar con la banda sonora:


Es "Cantante de ópera", una canción que nunca he sabido a quién pertenecía pero que para mí inauguró la década, o al menos mis memorias de esa época. Se trata de “U.A.”, que sólo editó este single (ya sabemos todos lo erráticos que eran los artistas de entonces). Y a mí me pilló siendo aún un crío, en lo que recuerdo como mi último verano infantil, en el pueblo de la Rioja donde veraneaba mi querida prima y en donde pasé los mejores momentos de mi infancia. Recuerdo en particular aquella mañana en la que salimos con las bicis toda la cuadrilla y nos fuimos de excursión por carreteras secundarias y caminos. Hacía uno de esos días de bochorno pegajoso, nublado, a punto de llover, y nosotros desfilábamos por la carretera cantando todos a una esta maravillosa canción que ya suponía para mí el anuncio de una época distinta. Al poco de volver del verano daría unos pasos en la asimilación de mi sexualidad que marcarían toda la década. Pero en aquella mañana de verano aún era inocente y disfrutaba con mis amigos cantando a coro por las carreteras el estribillo de esta “cantante de ópera”. Recuerdo cómo, en una curva del camino, vimos un aspersor, de esos que dan vueltas y giran sobre sí mismos mientras riegan los cultivos… ¡Y hacía tanto calor! No nos lo pensamos dos veces, dejamos allí mismo las bicis, junto al camino, y empezamos a correr alrededor del aspersor, usándolo como improvisada ducha giratoria al aire libre… Se nos pegaron las camisetas al cuerpo para el resto del camino. Un camión pasó en ese momento y empezó a pitarnos con alegría. Debíamos formar un espectáculo digno de verse… Lo recuerdo a cámara lenta, el aspersor, las gotas de agua a nuestro alrededor y el camión saludando al pasar… Éramos aún adolescentes y la década no había hecho más que empezar.

Para entonces Mecano ya hacía de las suyas, y su primer éxito había sido la banda sonora de la primera excursión que hice con mis amigos del instituto, a la playa: 


Matábamos por esas telas...
(flipar con el look que llevan en el vídeo, no tiene desperdicio) Era un sábado. Menos mal, porque nos achicharramos todos como primerizos, y el lunes en clase estábamos todos rojos como cangrejos, despellejados, contando nuestras historias de cómo no nos habíamos podido levantar la mañana siguiente al día de playa. Una de las chicas, que vivía en un caserío, narraba con gracia cómo el domingo su madre se la había tenido que colgar a la espalda para sacarla hasta la cocina, para que pisara las baldosas frías del suelo y así se aliviara algo de la quemazón. Recuerdo cómo mi eterna compañera de pupitre apareció con una chamarra de raso de las que llevaban Los ángeles de Charlie, porque era lo más fino que se podía poner para que no le rozara la quemada espalda (paradójicamente, este verano quedé con ella y llevaba casi una reproducción exacta de aquella chamarra, se la había robado a su hija quinceañera).

En muchos de aquellos fines de semana de inicios de los 80 recuerdo que el programa musical “Aplauso”, a pesar de lo convencional que era, traía gente aquí aún desconocida, como aquella gloriosa tarde en la que vi algo que me cambiaría la vida… Los Thompson Twins. Flipé. Flipé y reflipé. Aquella estética me hizo ver que había un mundo más allá de la convencionalidad que me rodeaba y me di cuenta de que yo, también, iba a formar parte de él. 
   

Llegaban los 80...
En el instituto sólo mi amiga Fioya y su grupo intentaba aproximarse de alguna manera a aquella estética, creando sus propios diseños y cosiéndolos ellas mismas, para luego desfilar por la clase ante nuestras risas (aquella blusa verde lechuga de manga de murciélago consiguió incluso un comentario de la profa de Geografía). Pero el instituto fue para mí aún un aprendizaje. Allí salí del armario a mi cuadrilla cuando todavía ni siquiera se había inventado eso tan habitual hoy en día de “salir del armario”. Se lo tomaron con la mayor naturalidad del mundo (aunque luego alguna me haya confesado que casi le da un vahido…) y me apoyaron siempre que lo necesité.

Si seguís escuchando a los Thompson veréis que la canción no ha perdido la marcha a pesar del paso del tiempo. Yo ya me he echado unos bailables… Para así poder llegar a la uni. Como ya sabéis yo vivía en un pueblo obrero de la margen izquierda, con lo que llegar a una universidad que estaba en lo alto de un monte (Leioa), rodeada de vacas y caseríos pero habitada por miembros de todas las tribus urbanas que habían surgido en la aún joven década, fue como descubrir la vida. Sí, ésa, la moderna, la vida moderna, vamos… Tenéis que tener en cuenta que me matriculé en Bellas Artes y que en esa facultad, en los 80, en Bilbao, se reunía lo más moderno de lo moderno. Y yo allí ya vi que los Thompson Twins tenían razón, que la estética había cambiado y que al lado de la margen izquierda, había una capital llamada Bilbao que estaba llena de posibilidades…

(continuará antes del fin del mundo)

  
Bilbao versión años 80



©RM Bilbao versión años 2000


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