jueves, 9 de febrero de 2012

¿Que si me gusta Bilbao?

La gente me pregunta todo el tiempo si estoy contento en Bilbao desde que he regresado. Ya llevo aquí 9 meses y debería ser capaz de saberlo. ¿Que si estoy contento? Bueno, lo de estar contento es algo muy complejo, que hace referencia a tu estado de bienestar general, salud, dinero, amor, amistad, familia, realización personal y profesional… Teniendo en cuenta que se acerca mi cumpleaños y que ya no me caen 20, que estoy en el paro (como casi la cuarta parte de la población activa de este país) y que aquí no ha dejado de llover, nevar o granizar desde que empezó el año… No sé yo, veamos. Siempre he querido vivir en Bilbao, desde que salí a la vida, lo que pasa es que me he retrasado un poco. Han sido… ¿Qué, veintitantos años? Tampoco es tanto. Otros tardan más en escribir un libro o en tener un hijo. Bueno, yo no he hecho ninguna de esas dos cosas todavía, pero al menos ya vivo en Bilbao. He cumplido uno de mis sueños. ¿Que cómo me siento de vuelta en mi tierra? Pues voy a intentar explicarlo.

©RM
Torre Iberdrola en todo su esplendor de fantasía

Este otoño me pasó algo muy curioso. Estaba haciendo un curso por las tardes y, como tuvimos esos meses de octubre y noviembre que más parecían mayo y junio, pues decidí ir todos los días a clase andando. Así que después de comer rápidamente (no importa cómo te organices siempre te pilla el toro y tienes que salir pitando) cogía un camino que cruza entre caserones de estilo caserío con jardincitos, luego cruzaba el parque de Etxebarria y bajaba por el Ayuntamiento, donde seguía el paseo de la ría hasta Deusto. La verdad que fueron unos mediodías gloriosos, de esos que puedes disfrutar en manga corta. Al poco de empezar esta rutina ya reconocía a la gente con la que me cruzaba a diario, el chico solitario que subía las escaleras del Ayuntamiento, la mujer satisfecha y sonriente que disfrutaba de su vuelta a casa después de una jornada de trabajo en la universidad (¡por fin alguien con un trabajo digno!), o el oso grandullón y pelirrojo que volvía de su oficina soñando con ese mensajero al que había vuelto a ver… Depende de dónde me los encontrase sabía si me daría tiempo a tomarme un café antes de entrar o si tendría que irrumpir a todo correr en mi clase. En esos paseos tan agradables no podía dejar de mirar la Torre Iberdrola, desde la distancia, desde cerca, desde lejos otra vez… Y los jardines de palmeras que la rodean, los puentes que se le acercan, y el Guggy al lado, y los montes, y las nubes... ¡Buff! Es realmente un paisaje de una belleza exótica, lleno de contrastes, sobre todo al atardecer.

Pues uno de esos días, al pasar frente a la torre, me dio por pensar que parecía más un paisaje sacado de la fantasía de un arquitecto de nombre impronunciable en Abu Dabi o en Singapur, con esa combinación de vegetación y las luces por la noche, que se ven desde cualquier pueblo de los alrededores… Y fue entonces cuando me asaltó la idea. Vale, yo siempre había querido vivir en Bilbao, pero ¿por qué no lo había hecho antes? Me imagino que porque la ciudad me parecía aún demasiado pequeña (en todos los sentidos) y yo lo que necesitaba era abrir horizontes. Entonces, ha hecho falta que la ciudad se rediseñe a mi imagen y semejanza para que pudiera volver… ¡Que un barco de titanio desembarque en la orilla del Nervión o que una torre que parece el faro del fin del mundo haya crecido a su lado y que la Alhóndiga se haya transformado en una increíble cueva de “Ali Babá y los 40 ladrones”…! Y ya en éstas no pude evitar pensar en las series que veía de pequeño, “Star Trek”, “Espacio 1999” o “Viaje fantástico”, con esos mundos irreales, esas ciudades que a veces eran producto de la imaginación de alguno de los protagonistas, un mundo virtual que se habían inventado sin ni siquiera saberlo por alguna triquiñuela interespacial... Vamos, más o menos como en “Matrix”, para tener un referente más actual. Y entonces ya mi imaginación se disparó. ¿Y si todo esto no es más que una proyección de mi subconsciente, de lo que yo siempre había querido que fuera esta ciudad? Y claro, ya no podía parar. Porque igual no se trataba sólo de la ciudad. ¿No os ha pasado nunca que zapeando en los mil canales que no ofrecen nada, de repente veis una peli o una serie antigua y os reencontráis por sorpresa con un actor o una actriz en quien no habíais pensado desde hacía años pero que os encantaba? Y eso no es todo, porque de pronto os dais cuenta de que se parece sospechosamente a vuestra pareja o a la persona que os gusta. Y ahí es donde entra la duda. ¿Y si todo esto no es más que una fabricación de mi subconsciente que está recogiendo retazos de mi infancia, de los cómics, de las películas y las series…?

©RM
Puente de la Universidad de Deusto con la Torre al fondo

¡Menudo susto! Porque la siguiente pregunta es: ¿qué ha pasado, cuándo comenzó todo esto? ¿Es que me he quedado en coma en un momento de mi vida y no sólo no me he enterado, sino que encima he seguido viviendo en un mundo paralelo construido a mi imagen y semejanza? ¿Significa eso que aún no me he licenciado, que me tengo que volver a sacar el Proficiency... O lo que es peor... el carnet de conducir??? ¿Será necesario que para saber que he despertado y he regresado a la vida normal tenga que salir un día a la calle y encontrarme de nuevo con la ría sucia, los muelles abandonados, las fachadas grises y olvidadas, los coches cubiertos de lluvia de partículas metálicas microscópicas, los cielos naranja por los humos de Altos Hornos…?
¿Que si me gusta Bilbao? No sé si me he explicado bien…

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