sábado, 31 de marzo de 2012

La realidad se vuelve a desdoblar


©RM
Bilbao 2012, ciudad de los prodigios
Bilbao, ciudad de los prodigios, marzo del año 2012. El año en el que se acaba el mundo. Quizá ése debería ser el título de este blog de a bordo. Porque TODOS estamos a bordo del mismo barco. Éste es el mes en el que nuestras vidas han tomado ya un rumbo del que no hay marcha atrás. Por eso me da la impresión de que la realidad vuelve a desdoblarse. Por un lado está la realidad en la que todos creíamos que viviríamos para siempre. Aquella en la que nuestras vidas siempre iban a mejor, en la que nuestros padres y abuelos habían luchado para conseguir los derechos que nosotros disfrutábamos. Aquella en la que nuestras vacaciones siempre serían mejores que antes, en la que podríamos llegar a tener una segunda casa cerca del mar o del monte, en la que nuestros salarios subirían para permitir nuestra incansable sed de consumo, en la que nos retiraríamos todos en urbanizaciones de lujo cuidados por jovencitos con sueldos de aupa… Pero por otro lado ha surgido otra realidad alternativa, una en la que, me temo, estamos ya metidos. Es una realidad en la que ya no nos podemos poner enfermos por miedo a que nos despidan. Es una realidad en la que muchas familias se están quedando en la calle porque no pueden pagar sus casas. Una realidad en la que cada vez el cartel de “Se vende”, “Se alquila” o “Se traspasa” cuelga en más negocios. Una realidad en la que ya, para despedirte, casi no tienen más que decirte dónde está la puerta. Es una realidad en la que, me temo, vamos a tener que trabajar hasta que nos muramos, porque no seremos capaces de jubilarnos nunca…

¿No os habéis fijado cómo en las pelis americanas siempre hay octogenarios trabajando de conserjes en lujosos edificios de apartamentos? Eso es porque en los Estados Unidos, sí, esos donde “todos los sueños se cumplen”, hace ya años que está ocurriendo lo que al final han conseguido que se convierta en norma en el mundo entero. ¿No habéis visto también películas en las que la gente no puede pagarse un tratamiento contra una enfermedad porque no tienen seguro médico que lo cubra? Sin ir más lejos hay una estupenda serie de televisión (el nuevo cine, en estos momentos) titulada Breaking Bad (os
Una serie a tener en cuenta
recomiendo encarecidamente que la consigáis por vuestros recursos habituales) en la que un respetable profe de Química se convierte en camello proveedor de la droga más pura gracias a sus conocimientos químicos. ¿Y todo por qué? Pues porque no puede pagarse el tratamiento contra un cáncer terminal. Y su mujer, a punto de dar a luz. Es tremenda pero muy divertida a la vez. 

©RM
Otro de sus espectaculares edificios
El otro día, justo antes de la huelga general del 29M, paseaba yo por las calles de este Bilbao 2012 con sus magníficos y espectaculares edificios, con ese sol de primavera y esas temperaturas veraniegas que volvemos a tener este año (nada que ver con el Bilbao de los 80, del que prometo hablaros próximamente, no os impacientéis)… Y ahí va que me encuentro con mi profesora de Historia del Arte del instituto, nada más y nada menos que nuestra favorita de aquellos tiempos, la más apasionada por su asignatura, la más enrollada, la que nos hizo amar el arte. Nunca aprendí tanto de la materia como con ella (desde luego no en la universidad). Pili, mi eterna compañera de pupitre, y yo siempre recordamos la vez que apareció en clase con una enciclopedia de arte enorme (recordad que entonces no había ni internet ni pizarras virtuales) en la que nos mostraba, a página entera, un portentoso
La "belleza" del arte
autorretrato de Alberto Durero, pintor renacentista al que no conocíamos y al que nunca hemos podido olvidar desde entonces. De hecho, acabamos los dos enamorados de él, no es para menos. Nuestra profa nos pasaba la enciclopedia de mesa en mesa y nos decía con complicidad: “¿A que es guapo…?” Y claro que lo era, como podéis ver era más que eso, era bellísimo. De hecho, después, ya en la universidad, hice varios trabajos sobre él y, cuando vivía en Madrid, me bajaba muchas veces al Museo del Prado sólo para ver este autorretrato (que por cierto, en la realidad es muy pequeño y nunca podrá volver a hacer emanar la sensación de aquella primera vez en la clase de Historia del Arte del instituto con nuestra maravillosa profesora, sentados en aquellos pupitres dobles). A lo que iba, me encontré con ella en el Casco Viejo y me contó con alegría lo contenta que estaba de haberse jubilado y de tener un sueldo de 2.000 euros hasta que se muriese. Los dos estábamos de acuerdo en que, probablemente, la suya sea la última generación que pueda decir eso. Nosotros tendremos que trabajar hasta el final. Y eso no es lo peor. 

Ya dicen que el próximo paso va a ser el cargarse el derecho a la huelga, para que no volvamos a dar esa imagen “tan penosa” a los europeos… Y claro, también se querrán cargar los permisos de maternidad o las bajas de las embarazadas… Pero eso sí, luego que a nadie se le ocurra abortar, por favor, que su conciencia ultracatólica no se lo permitiría (aunque todos conozcamos a gays de derechas, a fachas divorciados y a mujeres del PP que han abortado)… Ésta es la realidad desdoblada en la que nos hemos metido y de la que, me
Y rodarán cabezas...
temo, no vamos a salir a no ser que haya una revolución. Pero una de las de verdad, como la Revolución Francesa en la que rodaron las cabezas de reyes, aristócratas y mandatarios varios… No puedo evitar, en estos momentos, recordar lo que luchó mi aita para conseguir sus derechos de trabajador: huelgas, manifestaciones laboristas, quejas, asambleas… Y desde luego, mucho esfuerzo. Era obrero de Altos Hornos, como tantos otros en aquella época en la que aún existía industria por aquí. Trabajaba a relevos, o sea, que una semana entraba de mañana, otra de tarde y otra de noche. ¡Y qué trabajo! Una vez mi hermano y yo, siendo pequeños, fuimos a visitar la fábrica y salimos horrorizados, pensando que aquello respondía a nuestra idea del infierno: oscuridad, un ruido demoníaco, el metal ardiendo, una capa de polvo metálico de varios centímetros que cubría todo lo que tocabas… Mi aita nos llevó para que viéramos lo que era trabajar allí, para que estudiáramos y pudiéramos conseguir un futuro
©RM
¿Qué será de todo este progreso?
mejor. Pobre. Realmente lo creía. Y durante un tiempo, nosotros también. Los de su generación lucharon, consiguieron que les pagaran las horas extras, las pagas dobles, consiguieron tener derecho a la huelga justo recién acabada la dictadura, consiguieron subidas salariales, ascender dentro de la empresa… Y ahora nosotros permitimos que todo esto se vaya a… una realidad alternativa. ¿Estamos dispuestos a que esto sea así? ¿O nos daremos cuenta de una vez por todas de que ELLOS SON UNOS POCOS Y NOSOTROS SOMOS MUCHOS.

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